Revista Ciencia

DNA – V: un modelo de flexibilidad psicológica

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Por Sebastían Ortiz y Gabriel Genise

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Nos gustaría comenzar este artículo con una pregunta que tomamos del espectacular libro de Kelly Wilson Mindfulness for two (Wilson, 2008): y ustedes profesionales de la salud mental, ¿Cuánta realidad pueden tolerar?

Los seres humanos creamos etiquetas con muchas finalidades, una de ellas está al servicio de mantener cierta distancia y abstracción, ya que de esa manera nos resulta más sencillo tolerar el sufrimiento. ¿Cuántos pacientes encontramos día a día en nuestro consultorio sufriendo en silencio?

¿Cuánto de nuestro padecimiento está presente en esa sesión con ese paciente? ¿Podemos verdaderamente permitirnos sentarnos cerca de nuestros consultantes y realmente escuchar la esencia de ese sufrimiento?

Estas son solo algunas preguntas que permitimos hacernos reflexionar acerca del padecimiento humano. Si eres terapeuta ACT, seguramente hayas leído acerca de cómo concibe este modelo el sufrimiento por lo que te proponemos que si lo deseas, saltees los siguientes párrafos, aunque también estás invitado a leerlo si deseas refrescar algunas ideas.

Desde una perspectiva ACT el sufrimiento humano emerge predominantemente de procesos psicológicos normales, particularmente de aquellos que están relacionados con el lenguaje. De acuerdo con Hayes, Strosahl y Wilson (2012), la ubicuidad del sufrimiento en sí sugiere que se origina dentro de procesos que evolucionaron para promover la adaptabilidad de los organismos humanos. Esta observación es la idea central detrás del supuesto de normalidad destructiva. Este supuesto sostiene la idea que los procesos psicológicos humanos ordinarios e incluso útiles pueden conducir a resultados destructivos y disfuncionales, amplificando o exacerbando cualquier condición psicológica normal o anormal que pueda existir. El propio concepto de sufrimiento en la raza humana posee un origen social y ha ido transformando su significado a lo largo de los siglos ubicándose como contraposición al de bienestar. Como mencionan Wilson y Luciano Soriano (2002) Las relaciones genéricamente establecidas en nuestra sociedad potencian que sentirse bien se contrapone a sufrir, siendo lo primero contemplado como lo normal y, por derivación, el sufrimiento como lo anormal. En este sentido la “vida sin dolor” pasa a ser el objetivo prioritario de los seres humanos. De hecho no es raro encontrarnos en el consultorio con pacientes que ante la pregunta “¿qué espera usted de la terapia?” nos respondan “ser feliz, no sufrir más, quitarme este dolor de encima, etc.”

Cuando los eventos privados vividos negativamente llegan a actuar como barreras o causas que impiden al sujeto ser feliz y la persona lo único que sabe es luchar contra sí mismo, y esta pelea en lugar de eliminar lo que le “molesta” lo hace cada vez más presente, el resultado final es un contexto de sufrimiento por la limitación que este preceder evitativos engendra (Wilson y Luciano Soriano, 2002). La suposición de la normalidad saludable nos alienta a la evitación experiencial, otro proceso clave en el circuito del sufrimiento. Este concepto hace referencia a las consecuencias inmediatas de fusionarnos con instrucciones mentales que alientan la supresión, el control o la eliminación de experiencias estresantes. La fusión cognitiva y la evitación experiencial afectan a la posibilidad de prestar atención de forma flexible y voluntaria a lo que está sucediendo interna y externamente. Estos principios, orientados al cambio y control de los eventos privados para poder tener una vida feliz, no serían problemáticos si el comportamiento resultante, llevado a cabo de forma inflexible y repetidamente, no produjera limitaciones en la vida (Páez Blarrina y Montesinos Marín, 2020). Sin embargo, la necesidad de resolver el malestar, o la de obtener placer como condición para vivir, empujan a la persona a actuar de una forma que, en contra de lo esperado, no le deja vivir, ya que la paradoja de intentar evitar o eliminar las experiencias privadas indeseadas en general llevan a un aumento de la frecuencia e intensidad de esa experiencia que se está deseando suprimir (Wenzlaff y Wegner, 2000).

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DNA – V: un modelo de flexibilidad psicológica

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DNA-V: Historia y Fundamentos

DNA-V es un modelo pragmático el cual busca poder entender el comportamiento humano, como así también poder darle solución a las dificultades de la vida ayudando a nuestros consultantes a tener mayor crecimiento y desarrollo, mediante la ciencia conductual contextual en donde se utilizan teorías y principios funcionales para analizar y modificar acciones incrustadas en el contexto histórico y situacionales (Hayes y Ciarrochi, 2015).

Parte de los principios que sostienen de manera activa el modelo son los siguientes:

Teoría de la evolución

Busca dar explicación al desarrollo de la especie, sin embargo en los trabajos realizados por Hayes, Barnes-Holmes y Wilson en el año 2013 se dan cuenta de que pueden darle explicación al desarrollo de todas las especies de cualquier origen. Esto se basa en tres principios: variación, selección por consecuencia y retención. Mediante estos tres principios podemos comprender cómo ciertos comportamientos en nuestro medio social pueden ser reforzados o castigados y es así como nosotros como seres humanos comenzamos a repetir conductas que nos han funcionado en el pasado. El repertorio de una persona puede ser más o menos amplio, estar compuesto por una mayor o menor cantidad de conductas en una situación. A esto se lo denomina variabilidad del repertorio conductual y constituye una dimensión importante al momento de comprender la conducta. Esta variabilidad se va modificando a lo largo de la vida producto de los procesos de aprendizaje: aparecen nuevos comportamientos, se extinguen otros (Maero, 2018). El segundo término que explicamos aquí es la selección. Las consecuencias del ambiente actúan sobre el repertorio de conducta por lo cual algunas conductas se encuentran con mejores consecuencias que otras y por último la retención hace referencia a aquellas conductas que han sido reforzadas y se incorporan al repertorio de conductas del organismo (Maero, 2015).

Veamos un pequeño ejemplo: una adolescente llamada Jessica se cambia de escuela, en esta nueva escuela juega a X en el recreo, pero en su antigua escuela jugaban a Y, ahora Jessica comienza a jugar X (variación) y los compañeros comienzan a acercarse más y a tener mayor aprobación hacia ella (selección). Con el paso del tiempo Jessica comienza a ir aprendiendo los juegos de moda en su nueva escuela (retención) comenzando a ser más aceptada y aumentando así de manera significativa su aceptación social. Al poder ver el éxito que ha tenido comienza a transmitirle esto mismo a las nuevas personas que van llegando a la escuela (transmisión conductual y transmisión verbal) por lo cual la información se va pasando de generación en generación (retención).

Contextualismo funcional

La filosofía del contextualismo funcional se rige por ABA, RFT y ACT. Desde una perspectiva contextualista funcional, predecir e influir en el comportamiento es de importancia clave y es el objetivo del análisis y la terapia del comportamiento. Los contextualistas funcionales consideran el “comportamiento” como un acto en contexto en lugar de dividirlo en unidades. En este sentido, la “conducta” incluye la conducta motora manifiesta, como hablar o caminar, así como la conducta privada, que se refiere a eventos psicológicos.

Si bien algunas terapias intentan alterar el comportamiento de un cliente cambiando otro de sus comportamientos, como tratar de cambiar sus emociones modificando sus cogniciones a través de la disputa o el argumento racional, esto no tiene sentido desde una perspectiva contextualista. Desde esta postura, los eventos psicológicos no son intrínsecamente “malos” o problemáticos: lo problemático es el contexto en el que ocurren. Lo importante aquí es comprender la función de un comportamiento dentro de su contexto general, incluidos los factores interpersonales, intrapersonales, históricos de aprendizaje y situacionales.

Una segunda característica importante del contextualismo funcional es el énfasis en un criterio pragmático de verdad. En lugar de pedir a los clientes que cuestionen la “verdad” de sus cogniciones, el criterio de verdad para los contextualistas es la viabilidad del comportamiento del cliente. Un comportamiento es viable o verdadero si lleva a los clientes en una dirección que les importa.

El objetivo de ACT es predecir e influir en el comportamiento, para que nuestros clientes puedan responder al mundo, a medida que se desarrolla en un momento determinado, con mayor flexibilidad en lugar de formas rígidas, repetitivas y problemáticas. En lugar de sugerir que los clientes cambien sus pensamientos y sentimientos, les ayudamos a cambiar el contexto en el que ocurren sus pensamientos y sentimientos y a examinar la función de su comportamiento (Turrell & Bell, 2016).

Principios del comportamiento operante

Los principios operantes son herramientas analíticas que se utilizan para estudiar el comportamiento de humanos y animales. Los principios operantes pueden considerarse como los mecanismos que facilitan los principios evolutivos, que mencionamos anteriormente, de variación, selección y retención. Según la teoría operante, las conductas que se refuerzan se repiten y se fortalecen (se seleccionan y se retienen), mientras que las conductas que se castigan no se repiten y se debilitan (nota seleccionada). Los principios operantes son esenciales para comprender cómo podemos moldear nuevos comportamientos (Ramnero & Torneke, 2008). No vamos a meternos en profundidad en esta temática ya que nos alejaríamos considerablemente del tema a tratar.

Cuando pensamos el comportamiento del cliente en ACT, examinamos la función del comportamiento dentro del contexto único de ese cliente. Un análisis funcional típico considera los antecedentes de la conducta (factores ambientales, estados físicos como hambre o fatiga, experiencias privadas como pensamientos y sentimientos, etc.); la conducta en sí (lo que estamos analizando desde una perspectiva funcional) y las consecuencias de la conducta (el efecto de la conducta), todas las cuales pueden denotarse como “ABC” (Turrell & Bell, 2016).

Teoría de los marcos relacionales

La teoría de los marcos relacionales es una teoría conductual del lenguaje y del pensamiento simbólico sobre la cual ACT ha sido fundada. Naturalmente no podemos ni pretendemos explayarnos en este punto, ya que excede por sobremanera el propósito de este artículo, para poder profundizar sobre este modelo recomendamos leer Hayes et al. (2001).

La teoría de los marcos relacionales (en adelante RFT por sus siglas en inglés) reorientó el análisis de la conducta verbal de Skinner (1957) siguiendo las implicaciones de centrarse en la conducta del oyente en una interacción verbal.

Al intentar caracterizar la comprensión del oyente de las declaraciones verbales, estaba claro que el control directo de los estímulos no era suficiente. Es decir, no fue posible proporcionar una historia de respuestas reforzadas en presencia de cada palabra en el período de tiempo en que se adquiere el lenguaje. Especialmente cuando se considera la variedad de respuestas ocasionadas por una sola palabra (por ejemplo, pecho) en muchos contextos en los que puede presentarse (por ejemplo, pecho materno, dolor de pecho). Hayes y sus colegas sugirieron que la comprensión de un oyente requería respuestas relacionales derivadas, respuestas predecibles no entrenadas que ocurren debido a relaciones entre estímulos conocidos y nuevos regulados por señales contextuales arbitrarias, y que estas respuestas, a su vez, alteran fundamentalmente las ideas de comportamiento sobre las propiedades centrales de las acciones verbales de los hablantes (Cassidy et al., 2010).

RFT ha agregado nuevos principios de comportamiento verbal tales como: respuesta relacional aplicable arbitrariamente, vinculación combinatoria y mutua y transformación de la función de estímulo. Estos principios explican cómo el comportamiento verbal transforma nuestras respuestas a las emociones, a nuestro sentido del yo y a los estímulos del mundo físico (Hayes & Ciarrochi, 2015).

DNA-V y la flexibilidad psicológica

El modelo DNA-V describe tres clases funcionales de comportamiento, a las que se hace referencia con los nombres metafóricos de descubridor, observador y consejero. Los tres existen al servicio de los valores. El comportamiento del DNA está influenciado por el contexto, que incluye factores en el entorno inmediato e histórico que influyen en nuestro nivel de habilidades de DNA, nuestra visión de nosotros mismos y nuestra visión de los demás en nuestro mundo social. En esencia, todas las intervenciones están orientadas a crear contextos que promuevan las habilidades del DNA para construir comportamientos valiosos.

El objetivo final de usar las habilidades enseñadas en este modelo es desarrollar la flexibilidad psicológica o, para usar un término con el que los jóvenes pueden relacionarse más fácilmente, la fuerza flexible. En el adulto, la flexibilidad psicológica se ha descrito como “la capacidad de contactar con el momento presente más plenamente como un ser humano consciente, y de cambiar o persistir en el comportamiento cuando hacerlo sirve a fines valiosos”. Para los jóvenes, modificamos esta definición de la siguiente manera: La flexibilidad en los jóvenes es la capacidad de utilizar las habilidades del DNA de una manera que promueva el crecimiento y genera vitalidad y acción valiosa. La definición difiere en algunos aspectos importantes en relación con la definición de adulto. Primero enfatizamos las habilidades de DNA necesarias para crecer. Los autores no asumen que los jóvenes tienen valores establecidos como podría ser el caso de los adultos; más bien, estos están en una etapa de aprendizaje sobre pensamientos y sentimientos y lo que significa ser un ser humano. También necesitan probar nuevos comportamientos y explorar si esos comportamientos conducen a fines valiosos. Una de las formas más eficientes en que los seres humanos aprenden es probando cosas, por lo que los jóvenes deben probar muchas cosas nuevas, y eso puede incluir asumir riesgos, probarse nuevos yoes y probar los límites establecidos por los adultos (Hayes & Ciarrochi, 2015).

En el próximo apartado realizaremos una breve descripción de cada una de las clases funcionales propuestas por el modelo.

Una vida basada en valores y vitalidad

Los valores nos dan un sentido de dirección en la vida, un sentido de quién queremos ser y lo que es importante para nosotros. Ayudar a los pacientes a identificar sus valores será de una vital importancia en el proceso terapéutico (Turrell & Bell, 2016). Desde una perspectiva ACT podríamos decir que los valores son consecuencias libremente elegidas, construidas verbalmente de patrones de actividad en curso, dinámicos y en evolución, que establecen reforzadores predominantes para esa actividad que son intrínsecos en la participación en el patrón de comportamiento valorado en sí, o dicho de una manera más sencilla: los valores con direcciones de vida verbalmente construidos, globales, deseados y elegidos (LeJeune & Luoma, 2019).

El propósito del DNA – V es ayudar a los jóvenes a desarrollar valores y vivir con vitalidad. El descubridor, el observador y el consejero proveen los medios para comprometer al joven en acciones valiosas. Por tal motivo es que los valores se encuentran en el centro del modelo. Según Hayes y Ciarrochi (2015) los valores a menudo provienen de responder preguntas que se reducen a ¿Para qué?. Los autores refieren que cuando la vida es consistente con nuestros valores, tendemos a tener más vitalidad, la cual puede ser definida como la capacidad para vivir, crecer y desarrollarnos.

El consejero

El término consejero o asesor (o advisor en inglés) es una metáfora para describir cómo los humanos utilizamos el lenguaje y la cognición para otorgar sentido al mundo sin tener la necesidad directa de contactar físicamente o experimentar con cosas. Podría describirse como nuestra voz interior con la que conversamos para dar sentido al pasado, a las creencias, a la forma en que nos evaluamos a nosotros mismos y predecimos el futuro (Hayes & Ciarrochi, 2015).

El observador

El observador (o noticer en inglés) es un proceso poderoso que nos permite contactar con nuestras emociones, nuestro cuerpo y reconocer las señales físicas que vienen del mundo que nos rodea. Todos los seres humanos comenzamos nuestra vida con la habilidad de ser observadores. Durante la infancia, el mundo es lo que vemos, escuchamos, tocamos, sentimos y olemos. Sin embargo, una vez que comenzamos a introducirnos en el mundo del lenguaje y comenzamos a pensar simbólicamente, podemos fácilmente perder contacto con nuestra habilidad para notar y experimentar el mundo en un plano físico. Esta habilidad posee al menos cuatro funciones importantes. En primer lugar, el observador sintoniza con el cuerpo, el observador es adepto a reconocer las claves físicas que reflejan emociones fuertes, eventos estresantes, alegría, dolor, peligro, etc. En segundo lugar, el observador está pendiente de las acciones de las personas. Sin esta habilidad, no podríamos conocer cómo nuestras acciones afectan a otros. En tercer lugar, el observador sintoniza con el mundo exterior y lo que tiene para ofrecernos. Finalmente, el observador nos ayuda a tomar una pausa mindful y observar nuestra experiencia ante lo desconocido

El descubridor

El descubridor representa los comportamientos que están relacionados con explorar y testear el mundo. Si adoptamos una mirada evolutiva, vemos que los niños en sus estadios iniciales son descubridores por naturaleza. Ellos tienen la tendencia a explorar y descubrir el mundo.

Utilizamos al descubridor para poder ampliar nuestro repertorio comportamental, intentar nuevas cosas y evaluar cómo funcionan, descubrir y crear valores y construir fortalezas. Descubrir por naturaleza trae aparejado emociones difíciles. Necesitamos de las otras habilidades como por ejemplo al observador para poder estar disponibles, observar y permitirnos experienciar esas emociones al servicio de construir una mejor vida. Descubrir también puede traer aparejado al consejero, generando preocupaciones y dándonos razones por las cuales no deberíamos tomar riesgos e intentar nuevas cosas. Tendríamos que lograr acompañar a nuestros consultantes en que puedan escuchar a sus consejeros mientras que pueden poner en práctica las habilidades para “desengancharse” de él e intentar nuevas cosas en función a sus valores.

Como se puede apreciar al comenzar a trabajar con el descubridor, terminamos trabajando con todas las habilidades DNA – V.

La mirada de uno mismo y la mirada social

Si prestamos atención al anillo del modelo en su parte exterior (ver imagen 1) podrán observar los anillos que representan la mirada de uno mismo y la mirada social.

Por un lado, la mirada de uno mismo comprende la habilidad de verse a uno mismo en diferentes contextos: contigo el observador, aquí, observándote a ti mismo, el acto allí. Hayes y Chiarrochi (2015) dan como ejemplo la autocompasión la cual requiere la habilidad de verte a ti mismo en el momento presente sufriendo en el pasado; y podría resultar aún más esperanzador si pudieras verte a ti mismo, en el pasado, habiendo cambiado y crecido, o proyectarte cambiando en el futuro. Otra forma que mencionan los autores de toma de perspectiva es la posibilidad de poder observar que lo que crees ahora, no es lo mismo de lo que creías en el pasado (o sí) lo cual habilita la posibilidad de observar que las creencias no siempre son importantes.

Por otro lado, la mirada social se enfoca en las habilidades de toma de perspectiva que van más allá de uno mismo, sino que se enfoca en las relaciones y en los grupos sociales.

El modelo se enfoca en poder afianzar las habilidades sociales cercanas para luego poder ir ampliando la mirada y los grupos de relación.

DNA – V: un modelo de flexibilidad psicológica
Modelo DNA-V

Conclusión

Utilizamos el modelo DNA – V como una metáfora para describir comportamientos que todos los jóvenes poseen. Las habilidades DNA no existen en un vacío, el proceso necesita de cierto contexto para poder expresarse. Algunos contextos favorecen la expresión de las habilidades DNA, por ejemplo: progenitores que están presentes en la vida de los jóvenes y que los ayudan en sus adversidades, versus padres invalidantes que alimentan las estrategias evitativas de las emociones difíciles que el joven puede experimentar.

Las habilidades DNA pueden trabajar todas juntas con la finalidad de producir comportamientos efectivos (Hayes & Ciarrochi, 2015).

Referencias

  • Cassidy, S., Roche, B., & O´Hora, D. (2010). Relational Frame Theory and Human Intelligence. EUROPEAN JOURNAL OF BEHAVIOR ANALYSIS, 11(1), 37 – 51. http://mural.maynoothuniversity.ie/10642/1/BR-Relational-2010.pdf
  • Hayes, L. L., & Ciarrochi, J. (2015). The Thriving Adolescent. Using Acceptance and Commitment Therapy and Positive Psychology to help teens manage emotions, achieve goals, and build connection. Context Press.
  • Hayes, S. C., Barnes – Holmes, D., & Roche, B. (2001). Relational Frame Theory: A postSkinnerian account of human language and cognition. NY: Plenum.
  • LeJeune, J., & Luoma, J. B. (2019). Values in Therapy. Context Press.
  • Maero, F. (2015, 3 6). La psicoterapia como aplicación de los principios evolutivos. Grupo ACT. Retrieved 06 14, 2021, from https://grupoact.com.ar/la-psicoterapia-como-aplicacion-de-los-principios-evolutivos/
  • Maero, F. (2018, 11 23). Flores, abejas, evolución y psicopatología. Grupo ACT. Retrieved 06 14, 2021, from https://grupoact.com.ar/flores-abejas-evolucion-y-psicopatologia/
  • Ramnero, J., & Torneke, N. (2008). The ABC’s of human behavior. Behavioral principles for the practicing clinician. New Harbinger Publications.
  • Skinner, B. F. (1957). Verbal Behavior. New York: Appleton – Century – Crofts.
  • Turrell, S. L., & Bell, M. (2016). ACT for Adolescents. Context Press.

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