Revista En Femenino

Doble personalidad

Por Mamaenalemania
Dicen las sabias lenguas que maternar varios infantes contiguos es tarea harto enrevesada.
Mi madre, en cambio, opina que toda la culpa es mía y que los diarios atolladeros en que me encuentro no son más que la lógica y esperable consecuencia de mi racanería marcial. Y que ella no nos consentía ni media.
Tentada he estado en ocasiones de creerme mi falta de método, o carisma, o incluso la superioridad flemática y pulmonar de mis polluelos, no crean. Por suerte, a partir del segundo día - o del primero, qué koñen - de visita en las Hispanias, suele ocurrir que mi progenitora desiste y comienza a recordarme a mí misma en mis trifulcas cotidianas.
Porque ya me dirán ustedes si no es así como un poco exasperante que todos quieran siempre el mismo juguete a la vez- y del que, oh casualidad, sólo poseemos un único ejemplar -, que uno adore el brócoli y otros lo detesten, que uno precise jugar al fútbol con servidora, el otro necesite que le lea un cuento y a otro le urja ayuda con su puzle, todo a la vez y alternándose entre ellos.
Intentar satisfacer necesidades incompatibles, y en ocasiones hasta rivales, no es moco de pavo y sí el chusco de cada día en el malpagado oficio de madre. He dicho.
Supongo que esto les sonará a manido tópico y falto de originalidad. Y creánme si les digo que con toda la razón mundial. Lo que yo quería con tan poco aguda introducción es ponerles en situación y ubicarles en mi contratiempo; y es que, aunque común a todas es la ardua faena de mantener la armonía entre varias personalidades, lo que no sé yo si prolifera tanto es la coexistencia de caracteres discrepantes en un mismo cuerpecillo achuchable. Y qué de sano o insano, o de excéntrico, es eso.
Verán, hace unos días Destroyer se cayó de un árbol. Aparte de una buena brecha en su ya de por sí magullada frente - no ostenta ese alias sin razón - y una mejilla a rayas, se encuentra en perfecto estado. Pero las veinticuatro horas hospitalizado en observación y la gran variedad de personal médico que le pasó revista en ese tiempo, le dejó más huella de la que yo pensaba.
¡Vaya pinta que tienes! o ¡Anda que vaya cara te has dejado! le fueron diciendo uno tras otro médicos y enfermeros. Rematado, para más inri, con la ya habitual pregunta por su desaparecido diente.
Chulo y pinturero como de costumbre, el rubiales no mostró preocupación alguna por las diversas apreciaciones sobre su contusa estampa. Y yo, pensando que apreciaba sus cicatrices como parte de su atractivísima fanfarronería, no le di mayor importancia.
Hasta hoy.
Que llevase dos días preguntándome si es "buapo" y si tenía el pelo bien, debería de haberme puesto sobre aviso; si bien nunca imaginé que el más bárbaro de todos mis hijos pudiese ser a la vez tan presumido.
Tanto como para encerrarse en el baño a ponerse bonito y salir al rato desesperado buscando pegamento.
- ¿Pegamento, cariño? Si ya te han cosido la herida...
- Ez para el diente, mamá.
- ¿Qué diente?
- Este
Y ahí, en la palma de su mano, por fin apareció el diente que al Mayor se le cayó este sábado y por cuya misteriosa desaparición lloraba desde entonces.
El que lagrimea ahora, claro está, es Destroyer. Por suerte "sólo" faltan dos años para que empiecen a crecerle los suyos propios.

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