Llevo doce días encerrada en casa y esta reclusión no ha hecho más que confirmar una teoría que yo ya presentía desde hace tiempo: soy lenta, muy lenta. Y los lentos llegamos tarde a todo.
Cuando comenzó el confinamiento, se me ocurrió que quizá yo pudiese ser útil compartiendo algunos de mis trucos de organización y planificación en la compra y la cocina. Porque otra cosa no, pero organizada soy un rato. No habían pasado ni 48 horas y mi Instagram era una base de datos de recetas, de gestión semanal y de manuales de supervivencia donde tú misma podías hacer tu propio pan o aprender a dosificar el papel higiénico.
Así que pensé que quizá podría compartir algunas pautas de mi práctica deportiva en casa y que sin duda, le resultaría de utilidad a alguien. Jamás se me hubiera ocurrido pensar que estaba rodeada de auténticas reinas del fitness. ¡Qué maestría!¡Qué dominio de la mancuerna, de la tabla alta, del perro boca abajo y de la invertida mientras leen el último premio Planeta!. Digno de admiración, de verdad.
Hablando de lectura, me dije: voy a contar lo que me estoy leyendo, lo que quiero leer y lo mejor de lo que he leído últimamente. Aquí más que por un exceso de información, me eché atrás por una cuestión de prudencia. Porque quizá este es el momento perfecto para leer todos esos libros que nunca tuviste tiempo de empezar o para volver a dar una oportunidad a aquellos que no leíste en el momento adecuado de tu vida (de estos últimos yo tengo unos cuantos en la librería). Pero por descontado, hay opciones antes de poner en riesgo de contagio a ningún transportista, porque en este mes de clausura tienes que leer, sí o sí, ese libro que alguien te recomendó por redes sociales.
Comencé a ver cómo, según avanzaban los días, profesionales de diversos sectores ofrecían desinteresadamente sus conocimientos al servicio de la población: psicólogos, abogados, matronas, deportistas…No lo veía claro en mi caso: Hola, me llamo Patricia, soy arquitecta y organizo eventos. Te asesoro sobre la reforma que ahora no puedes hacer o sobre cómo montar una fiesta en casa estando tú solo.
Sin futuro. Una vez más.
Lo que os decía, lenta e inútil. Absolutamente inútil en un momento de crisis, de aislamiento, de cambio.
Los rápidos y ágiles de mente, no como yo, se ocuparon de diseñar apps, de inventar juegos, de crear un sinfín de actividades lúdicas y formativas que fácilmente puedes llegar a completar comenzando sin demora a las 8.00 a. m. y concluyendo a la hora en que todo se frena para aplaudir a los verdaderos héroes de esta película.
Doce horas de diversión garantizada. Doce horas con la cabeza ocupada. Doce días que pasan sin que te des cuenta.
Así que doce días después, reivindico mi derecho a ser lenta, a no ser útil , a ocupar el día como quiero y como puedo, a no estar hiperactiva, a seguir disfrutando de lo que disfrutaba hace apenas una semana, a no arreglarme un día ( o dos), a tener miedo algunas mañanas y ansiedad algunas noches.
Esto va de lo contrario. De darnos cuenta, de parar. Como siempre, hemos comenzado entendiendo el mensaje al revés.
Como dice mi amiga Laura, just flow.