Doce casas. Historias de mujeres devotas es el título completo de la serie de ficción que la TV Pública estrenó anoche y que seguirá emitiendo de lunes a jueves a las 22.30. La propuesta atrae por dos motivos principales: porque la escribió y dirigió Santiago Loza (cineasta argentino que, dicho sea de paso, presentará su nueva película en el inminente BAFICI) y porque actúan Marilú Marini, Claudia Lapacó, Cristina Banegas, Tina Serrano, Leonor Manso, María Onetto, Verónica Llinás, Rita Cortese, Susú Pecoraro, Ingrid Pelicori, Cecilia Rossetto, Alejandra Flechner, Julieta Zylberberg, Luisina Brando, Guillermo Arengo, Claudio Tolcachir entre otras figuras de reconocida trayectoria.
Loza pergeñó doce historias independientes (aunque todas giran en torno a la pretendida fe religiosa de sus protagonistas), cada una contada en cuatro capítulos de media hora. Podemos mirarlas por entregas -de lunes a jueves- o de corrido el sábado subsiguiente (evidentemente En terapia sentó un buen precedente).
Doce casas empezó anoche, muy puntual, con la historia de dos hermanas solteronas que reciben a regañadientes la visita de un joven sobrino que no ven hace años, hijo de una tercera hermana fallecida, apenas mencionada. Sin dudas, dio gusto reencontrar a Lapacó y Marini, en esta ocasión responsables de transmitir los primeros destellos de incomodidad que sus personajes sienten ante la convivencia forzada con un pariente casi desconocido (interpretado por Tolcachir) y ante las insistentes filtraciones de un ¿terrible? pasado silenciado.
Como la mayoría de los capítulos inaugurales, éste también deja con sabor a poco… o a menos de lo esperado. Quizás sea una percepción absolutamente subjetiva pero lo cierto es que quien suscribe encontró algo sobreactuada la mojigatería de Lidia y Ester, en parte por redundancias del guión. Por ejemplo, cuando las hermanas dialogan sobre la incomodidad que les provocan las palabras “calzoncillo” y “pijama”.
Doce casas también comparte con En terapia una puesta en escena más bien teatral: la acción transcurre en interiores ambientados con discreción y el interés de la historia descansa en los cruces verbales de los personajes. De ahí el rol fundamental que juegan el guión y las actuaciones. De ahí la preocupación de esta espectadora ante la redundancia narrativa que creyó percibir anoche.Dicho esto, dan ganas de seguir viendo la nueva ficción de la TV Pública, esta semana, de asistir al desarrollo del conflicto que -seguro hoy- eclosionará no sólo entre tías y sobrino sino entre las propias hermanas. El debut televisivo de Loza y el reencuentro con actores valiosos causan gran expectativa, independientemente de la impresión que haya causado el primer capítulo.