Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016. EEUU): un neurocirujano tiene un accidente de coche que termina con su carrera, pues ya no puede mover las manos, de modo que viajará a Nepal donde será introducido en un extraño culto cuyos miembros, liderados por una siempre camaleónica Tilda Swinton, desarrollan una extraña habilidad para tener acceso a múltiples dimensiones sin leyes físicas en absoluto. Benedict Cumberbatch, con una interpretación bastante por encima de lo que se esperaba, carga sobre sus hombros, como prácticamente el único aspecto salvable, esta horrenda y pesadísima adaptación del conocido héroe de Marvel. Visualmente impresionante (sus efectos en realidad, los cuales recuerdan a los de la sugerente Origen de Christopher Nolan), y nada más, pues es un blockbuster que no trasciende lo más mínimo.
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