Sobre un escarpado peñón, cálidamente abrazada por un amplio meandro dibujado por el río Tajo, se levanta la ciudad de Toledo.
La tradición cuenta que Toledo había sido fundada por dos descendientes de los troyanos, Telemón y Bruto. De época romana no han quedado muchos restos, pero sí suficientes para considerar la importancia de la ciudad en esa etapa. El circo podía alojar a más de 13.000 espectadores, convirtiéndose en modelo para la construcción de edificios similares durante el siglo I. El puente de Alcántara tiene origen romano, pero ha sido muy reconstruido a lo largo de la historia.
Toledo adquiere especial importancia cuando Atanagildo establece aquí la capital del reino visigodo. La ciudad vivirá nada menos que 18 concilios, siendo de especial importancia aquel en el que Recaredo, y con él Hispania, se convierte al catolicismo.
La conquista musulmana en el año 711 supondrá la implantación del Islam y la creación de un buen número de mezquitas en el entramado urbano. De las existentes se conservan en la actualidad dos. La llamada de Bib Mardum tiene tres portadas, utilizando en cada una de ellas un arco diferente. Sobre éstos hallamos un friso de arcos entrelazados. La mezquita de Tornerías está situada en la segunda planta de un edificio, decorando su exterior con arquerías ciegas de herradura.
La importancia política de Toledo crece a lo largo de la Edad Media. Al tratarse de un importante centro estratégico, se rodea la ciudad de murallas, en las que se abren diversas puertas. La Vieja de Bisagra, de origen musulmán, o la del Cambrón, una de las más antiguas del recinto amurallado, son excelentes ejemplos. ...
Revista Cultura y Ocio
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