Me he encontrado con algunos comentarios que no sólo me hacen sentir bien por la confianza que tienen los lectores por compartir sus experiencias, sino que también me deja una valiosa lección: todos nosotros tenemos algo en común: la certeza de que estamos enfermos, de que necesitamos ayuda, pero también de que hay mucha gente que nos aprecia y que se preocupa por nosotros.
Apenas este sábado pasado, en la mañana, todavía ni me levantaba, mi esposa estaba todavía un poco dormida, y así sin decir agua va, me dijo que estaba loco. Sí, lo sé, estoy un poco enfermo de la cabeza. Hay veces en las que yo mismo no me aguanto y otras en las que la gente me parece una mala broma del destino, una plaga molesta a la que hay que soportar porque no se le puede exterminar.
Pero no por saberlo y hacerlo consciente me pareció menos doloroso. Sobre todo porque me lo dijo muy temprano por la mañana, cuando todavía no hay oportunidad de enojarse de nada como porque dejé otra vez los platos sucios o la tapa del baño levantada.Fue más bien una especie de reflexión, una declaración honesta que me dejó triste y pensativo.
Qué tan loco debo estar que a veces hasta me parecen comprensibles las más caras atrocidades que veo en las noticias a diario. No sé si es insensibilidad, falta de empatía, exceso de la misma o simple locura. Sólo sé que a menudo, sin quererlo, hiero profundamente a las personas que más amo en la vida, incluyendo, y en primera línea, a mi esposa.