
Un repartidor en bicicleta muere tras ser atropellado por un camión de la basura. El demoledor titular es de mayo de este mismo año. No hay nada que pueda superar a la vida misma en fuerza dramática y profundidad argumental. Las noticias relacionadas con las deplorables condiciones laborales de los falsos autónomos están a la orden del día y esa que leemos ahí arriba hiela la sangre y encoge el corazón. Sucede cada vez en un mayor número de sectores. Gente que soporta sobre sus hombros gravámenes de los que habrían de hacerse cargo sus empleadores, amén del estrés derivado de tener que encontrarse continuamente disponibles y la necesidad de trabajar lo más rápido posible para poder recibir más pedidos y así generar un nivel de ingresos que a duras penas pueda compensar la cuota de autónomos y los gastos derivados de la compra de un vehículo para poder realizar su cometido, con riesgo evidente para su integridad y su salud (tanto física como mental).
Lo que narra este excelso guion de Paul Laverty sucede en el Reino Unido y se basa en un caso real pero la globalidad de la economía hace que lo que vemos en pantalla nos suene tristemente cercano.

Un conductor de reparto de paquetería en una delicada situación económica y su mujer, trabajadora a domicilio para personas con dependencia, luchan para llegar a fin de mes en la Inglaterra actual. Conociendo a Ken Loach, la aparente simpleza de este planteamiento lleva implícitas un sinfín de derivaciones que enriquecen todo lo que aquí se nos va a contar.

El matrimonio se ve obligado a pasar muchas horas fuera de casa por sus respectivas ocupaciones y no se ven ni atienden a su hija y a su conflictivo hijo de la manera que les gustaría. Además surgen fricciones derivadas del hecho de tener que vender su coche, con el que ella atendía a sus usuarios, para hacerse cargo del préstamo para pagar la furgoneta que él ha de adquirir para llevar a cabo su labor, y de su cada vez más angustiosa situación en una empresa con una asfixiante y agresiva política con sus empleados y un leonino régimen de sanciones. ¿Cómo puede sobrevivir una familia a todo esto? La desesperación, la ansiedad y la depresión pueden llevar a cualquiera a cometer una insensatez.

Loach realiza su película más redonda en mucho tiempo. Su tono habitual de crítica social alcanza una hondura (la necesaria para desarrollar cada una de las aristas de un asunto tan complejo) que pone los pelos de punta. Fiel a su estilo, utiliza caras desconocidas para dar mayor verosimilitud a su alegato. Las interpretaciones de los impresionantes Kris Hitchen y Debbie Honeywood, a los que vemos como nuestros vecinos, provocan que el directo al estómago resulte más brutal si cabe y que la sensación de vacío nos rompa por dentro al finalizar. Aún así y a pesar del dolor que genera, se antoja absolutamente necesaria la denuncia de una realidad tan palmaria como escalofriante.

Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © Sixteen Films, BBC Films, Wild Bunch, Why Not Productions. Cortesía de Golem Distribución. Reservados todos los derechos.
Sorry we missed you
Dirección: Ken Loach
Guion: Paul Laverty
Intérpretes: Kris Hitchen, Debbie Honeywood, Rhys Stone
Música: George Fenton
Fotografía: Robbie Ryan
Montaje: Jonathan Morris
Duración: 101 min.
Reino Unido, Francia, Bélgica, 2019