Revista Cultura y Ocio

Domingo, 1 de febrero de 2015

Publicado el 01 febrero 2015 por Benjamín Recacha García @brecacha

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Hola, Toni.

Como sabes, ya he acabado el borrador de Con la vida a cuestas, mi segunda novela. La última parte la he escrito íntegramente en papel, de modo que tengo 150 páginas de libreta que volcar en el ordenador. Ya me he puesto a ello, y no creo que vaya a tardar mucho porque, aunque voy cambiando cosas (por ejemplo, he decidido cambiar el nombre de uno de los personajes más importantes) y ya tengo claro que hay que reescribir alguna parte, tecleo bastante rápido.

Los dos tercios anteriores ya los tenía pasados, aunque también tendré que retocar varias cosas. Total, que me he propuesto que el libro esté físicamente disponible para Sant Jordi. ¿Quiere decir eso que me voy a autopublicar de nuevo? Con casi total seguridad, sí. Dejo un ínfimo porcentaje a la remota posibilidad de que alguna editorial se vuelva loca y me haga una oferta que no pueda rechazar. Tengo claro que no voy a enviar el manuscrito a ningún sitio que no me lo pida.

Es curioso cómo he cambiado mi percepción sobre el mundo editorial respecto a cuando empecé. Es lógico, ahora conozco bastante mejor el negocio. Cuando acabé El viaje de Pau soñaba con que una gran editorial apostara por mi ópera prima, y si no era grande, pues también me servía. Ahora, en cambio, no me hace especial ilusión que mi segundo libro lleve el aval de un sello reconocible. Los beneficios para el autor son muy discutibles.

No voy a ahondar en ello porque ya hemos hablado del tema en varias ocasiones y en esta carta me apetece, sobre todo, explicarte cosas de Con la vida a cuestas, el título que me fue revelado hace sólo diez días, mientras me cepillaba los dientes. Las mejores ideas acostumbro a tenerlas en el cuarto de baño. Seguro que se le puede sacar alguna inquietante interpretación psicológica.

Antes de entrar en materia, y muy relacionado con la elección del camino por el que avanzar en el mercado editorial, quiero profundizar en una novedad muy ilusionante que avancé hace un par de días en mi página de Facebook: me han vuelto a invitar como ponente a un evento literario. Después de la valiosísima experiencia que viví en Liber, ahora formaré parte nada menos que de Kosmopolis, la VIII Fiesta de la Literatura Amplificada, que se celebra cada dos años en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). En esta ocasión, será del 18 al 22 de marzo. Concretamente, participaré en la mesa redonda Autores independientes versus sector tradicional editorial. Publicar por cuenta propia o cuenta ajena’, que moderará la excelente consultora editorial Mariana Eguaras en el marco del IV Bookcamp Kosmopolis. Bajo el lema ‘Los límites del libro’, el evento analizará en esta edición las profundas transformaciones que se están produciendo en el sector, no sólo a nivel comercial, sino también en la propia concepción del libro.

Como te puedes imaginar, conforme se vaya acercando la fecha volveré a escribir sobre el acontecimiento. El programa que están preparando es espectacular, así que tendré materia prima para crear varios artículos interesantes.

Me están pasando cosas buenas. Desde que dejé de preocuparme por lo que no depende de mí, desde que dejé de pensar en la literatura como una salida profesional que me fuera a dar dinero a corto plazo y decidí, por tanto, escribir porque es lo que más me gusta hacer y considero que es lo que hago mejor, sin metas, sin exigencias, sin presión, todo “fluye”. Repetiré por enésima vez que este blog tiene gran parte de culpa de que mi trabajo y mi nombre vayan sonando en ámbitos que nunca imaginé que llegaran a estar a mi alcance. Así que está bien escribir, es una pasada haber acabado una segunda novela, pero no es suficiente. Hay que complementarlo con algo que le diga al mundo que estoy aquí y que tengo cosas que decir que vale la pena leer.

No me preocupo por los números, ni por las técnicas de SEO, ni por todas esas cosas que cualquier experto en marketing y posicionamiento web diría que debo cuidar. Quizás podría ir más rápido; es posible. Pero no tengo prisa. Trabajando así siento que soy yo, que soy auténtico; y ser yo, ser auténtico, es lo que me ha llevado hasta donde estoy ahora; no muy lejos, es cierto, pero el camino sigue avanzando.

De caminos y de avanzar trata en buena parte Con la vida a cuestas. El proceso creativo lo he vivido de forma bastante diferente al de El viaje de Pau. Ya sabes que mi primera novela, por el tema que trata y, sobre todo, por los escenarios donde se sitúa, es muy especial para mí. Aunque sea ficción, la viví como algo muy personal. Podríamos decir que me salió del alma. Supongo que el ser la primera también le otorga un plus de emotividad.

En esta ocasión creo que he afrontado el proceso de forma más profesional. Ya te dije que básicamente se trata de una novela de personajes. Son ellos los que llevan todo el peso de la trama, así que de mi capacidad de hacerlos atractivos para el lector iba a depender la solidez del conjunto. Es decir, me planteé el reto de escribir una novela en la que los personajes convencieran al lector de que debía seguir pasando páginas.

Creo que lo he conseguido, pero, evidentemente, mi opinión es la más subjetiva de todas. Ya sé que en el gremio se lleva la falsa modestia y que hasta la vigésima corrección uno no debe decir que lo que ha creado podría llegar a resultar mínimamente potable, pero, qué leches, me gusta lo que he escrito, me gustan esos personajes. Cada uno de ellos tiene una personalidad muy identificable, son coherentes en su forma de actuar, aunque (creo que) no previsibles. Las personas a menudo lo somos, y no es malo, tampoco en literatura. Cuando digo que no son previsibles me refiero a que son capaces de tomar sus propias decisiones. Repito: sus propias decisiones.

Y aquí voy a parar a lo que te comenté en mi anterior carta que te quería explicar. Los personajes, no en pocas ocasiones, me han dicho qué tenía que escribir, por dónde tirar. Es un poco flipante, pero lo he sentido así. Ellos estaban ahí, viviendo sus vidas en mi mente, mientras yo escribía. En cierto momento yo podía pensar que Alberto (el protagonista) tenía que hacer esto o aquello, pero entonces el Alberto que se estaba comiendo un bocata a su bola en mi cerebro me decía: “No, eso no. Eso lo haría quizás el Alberto de hace cien páginas, pero ahora ya no. Ahora tienes que escribir esto”. Te prometo que no estoy loco, es una sensación genial.

También he pasado por fases, sobre todo al principio, en las que parecía que todos se habían ido de vacaciones y en mi mente no hablaba ni dios. Llegué a dudar de la viabilidad del proyecto, pero tengo bastante claro que fue por un problema mío, aquella fase de duda por la que atravesé cuando, entre otras cosas, empezaron a cerrar librerías, y porque tenía en la cabeza demasiadas cosas que me distraían de lo que debía hacer.

Tu última carta me encantó. Hablabas de temas muy interesantes, de la esencia de este camino que hemos escogido en base a ilusiones, deseos, necesidad de expresarnos…, sueños. Son necesarios. Hay que soñar para mantener encendida esa llamita que, contra todo pronóstico, nos dice que sigamos adelante, desafiando las leyes de la lógica.

Los personajes de Con la vida a cuestas, en general, hacen el camino contrario. Parten de situaciones personales terribles en muchos casos y lo que buscan es algo que les vuelva a encender la llama. Alberto comienza la historia en el hospital, recuperándose de un terrible accidente en el que muere su hijo, Eloy, y a raíz del cual su pareja, María, lo deja porque no tiene fuerzas para un nuevo comienzo junto a él.

La otra protagonista de la novela es Lorena, una mujer atrapada en una vida detestable que ha acabado anulando su personalidad. Su marido la ha abandonado y ella encuentra una vía de escape escribiendo en un blog donde cuenta sus penas.

Alberto y Lorena inician caminos paralelos en los que se irán encontrando con personas con sus propias historias vitales, que han acabado configurando lo que son, y que influirán en la redefinición de los protagonistas.

Aunque resulte difícil de creer, no es una novela triste (tiene pasajes que sí lo son), sino vital. No todos los personajes están machacados por la vida, pero todos tienen una vida con la que cargar a cuestas. Hay historias trágicas, otras simpáticas, enigmáticas, dolorosas, inspiradoras, indignantes, resignadas, emocionantes… El amor tiene un papel central, y hay incluso una trama policíaca con mafiosos rusos de por medio.

Por supuesto, no pueden faltar escenarios naturales preciosos. Esta vez he centrado buena parte de la acción en dos comarcas leonesas maravillosas: Babia y el Bierzo. Así que sí, Alberto, como Pau, también viaja, aunque por motivos muy diferentes. Pau lo hace para huir de una vida aburrida; Alberto para descubrir si la vida sigue teniendo sentido.

Me gustaría explicarte más cosas, pero prefiero que las descubras cuando la leas y me cuentes qué te ha parecido, si tengo motivos reales para estar tan contento con mi trabajo. Será pronto.

Sólo una cosa más, sobre el proceso creativo. Cuando llevaba una cuarta parte de la novela pensé que iba a tener que tomar muchas notas porque el ritmo de aparición de personajes amenazaba mi capacidad mental para recordar a cada uno de ellos. Sin embargo, la realidad es que he tomado muchas menos que con El viaje de Pau. Definitivamente, no soy un escritor metódico.

Bueno, amigo. Por hoy es suficiente. Habrás deducido que la foto que encabeza la carta corresponde, efectivamente, a mi lugar de trabajo. La mesa con el ordenador y las páginas manuscritas. Me he ahorrado la aparición de la lavadora y el lavadero, que quedan a la derecha. Detrás hay una puerta que da a la terraza. En cuanto a lo que se ve desde la ventana, en el estudio/cuarto de limpieza no hay, así que pongo una foto de lo que veo cada mañana al abrir la persiana del dormitorio. No es el Torcal, sino el Farell, pero tiene su encanto.

¡Un abrazo!

El Farell

Caldes de Montbui, con el Farell al fondo.


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