Revista Opinión

Domingo de venganza

Publicado el 03 abril 2011 por Carmentxu

Los domingos tienen algo de revancha, de ajuste de cuentas personal e intransferible contra las afrentas de la semana, contra la falta de sueño, de tiempo, la comida rápida, contra esas prisas de hormiguero en los días previos al invierno, los jefes y los retrasos, y contra esos zapatos recuperados del armario que ahora aprietan… Venganza contra todo lo que nos aleja de lo que somos en realidad y de dónde estamos, imprescindible para saber quiénes queremos ser y dónde queremos llegar y por dónde y con qué recursos contamos. Cualquier buscador virtual de direcciones precisa que indiquemos un punto de partida para hacer la búsqueda: el camino más corto, el más rápido, el más turístico… Pero nos es difícil aplicar esa premisa tan elemental a nosotros mismos.

Los domingos son también día de balance y de propósito de enmienda para la semana siguiente, de revuelta contra el tiempo y contra todo. Es una marcha verde, una primavera, una revuelta de claveles, Tahrir a escala 1:50.000, una oposición tranquila y con talante, un seguir el tic-tac del ritmo interior, una puesta a punto de las baterías de defensa antiaérea contra el despertador y el transporte público que nos harán falta al día siguiente. El domingo es un día de bicicletas, de libertad personal y de reenfoque, empezando por la mirada más allá de la pantalla en busca de otras que correspondan y que no se crucen por las calles, con la ausencia del autómata, perdidas en quehaceres pendientes. Domingo, un día para quemar las naves y pasar 24 horas recorriendo el perímetro de una isla imaginaria, aunque la nevera (sucedáneo eléctrico de la tierra que alimenta) nos recuerde carencias y debilidades y nos muestre lo que somos, apenas una réplica hueca de una sacudida ya muy lejana, un susto apenas, con fecha de caducidad.


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