BREVE SINOPSISUna mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla. Si no tuviese las manos atadas a la espalda, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras faenaba. Pero el océano nunca ha necesitado amarras para matar. Sin testigos ni rastro de le embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumergirá en el ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se decidan a hablar, apuntarán en una dirección demasiado insólita. Un asunto inoportuno para Caldas, que atraviesa días difíciles: Alba ha vuelto a dar señales de vida, el único hermano de su padre está gravemente enfermo y su colaboración en el programa de radio se está volviendo insoportable.

Pág. 32Cruzaron La Alameda pisando un manto de hojas caídas y se adentraron en la calle del Arenal caminando frente a sus elegantes edificios de piedra. Las galerías de hierro forjado de las fachadas, asomadas desde hacía algunas décadas a los contenedores del puerto de mercancías, aún parecían preguntarse dónde estarían escondidos la playa y el mar.
Alameda (Vigo)El bar Puerto todavía estaba abarrotado.
Bar Puerto (c/ Areal 30, Vigo. Tfno: 986222044) Pág. 39
-Y dices que estaba en la playa de Panxón, ¿no?-Sí, pero no en la grande sino en la otra que hay detrás, entre el puerto y el monte ése que tiene un monumento en la cima.-Monteferro – apuntó Caldas.
Playa de Panxón
Pág. 61El inspector miró hacia arriba, y entre las gotas que se escurrían por la ventanilla, vio al hombre pez en lo alto de su pedestal, iluminado por las farolas. Éstevez tenía razón. Con la lluvia mojando las escamas de su cola, el sireno parecía sonreír a la ciudad.
Leo Caldas (…) empujó la puerta de la casa baja que encontró enfrente.Buenas tardes, Leo – dijeron a coro los catedráticos que ocupaban la mesa más próxima a la barra de la taberna Eligio.

Pág. 69Dejaron atrás la isla de Toralla, cuya torre guiaba a los marineros en la oscuridad como un farol más, y siguieron avanzando hasta que una montaña se dibujó sobre el mar. Detrás de la silueta negrísima de Monteferro aguardaba el puerto de Panxón, al final del trayecto.



Monteferro y las islas Estelas proporcionaban un abrigo natural al puerto de Panxón. Allí la playa estaba resguardada y apenas presentaba oleaje. En cambio, a medida que se alejaba del pueblo quedaba desguarnecida, tan abierta al Atlántico que los viejos marineros aseguraban que América era el primer obstáculo en la ruta si se navegaba en línea recta hacia el oeste. Por eso, al cruzar el riachuelo el arenal dejaba de llamarse Panxón y pasaba a ser Playa América.

Pág. 72Se acordó de la novela policíaca de una autora francesa que Alba le había regalado un par de años atrás. Hacía tiempo que había olvidado la trama, pero recordaba a Joss, uno de sus personajes. Era un marinero alejado del mar que se ganaba la vida como pregonero en una plaza de París. Leía en voz alta los mensajes que los vecinos le hacían llegar y, al final de cada pregón, narraba un naufragio.
Pág. 124Estaban de pie, apoyados en la barandilla de la playa de la Madorra, viendo las olas romper sobre la franja de algas que cubría la orilla.

Pág. 174En las primeras décadas del siglo XX, el párroco y los feligreses de Panxón decidieron demoler la iglesia antigua, que se había quedado pequeña, para construir una de mayor tamaño. Enterado de esas intenciones, el arquitecto Palacios viajó hasta el pueblo y convenció a los vecinos para que respetasen el arco visigótico que escondía la vieja capilla. A cambio, Palacios se comprometió a realizar los planos de un nuevo templo consagrado a la gente del mar.Se levantó en lo alto de una colina cercana al arco para que su silueta sirviese de guía a los marineros, con paredes de piedra tosca envolviendo una cúpula octogonal. Pegada a la torre de las campanas, de planta cuadrada y coronada por almenas, Palacios proyectó otra torre circular para que escondiese la escalera de acceso al campanario.







Se levantó después del café y caminó por la calle de la Palma junto a la concatedral.





Al norte se levantaban las islas Cíes con sus playas de Nácar, y más lejos la punta de Cabo Home, el extremo de la orilla norte de la ría de Vigo, como un animal recostado sobre el mar. El día era limpio y permitía ver aún más allá la silueta de la isla de Ons, frente a la ría siguiente, la de Pontevedra.


-Estas islas pequeñas, las más próximas, ¿cuáles son? – preguntó Estévez--Son las Estelas – dijo Caldas.-¿Y cómo no me había traído aquí antes?



Pág. 312(…) recorrieron la península del Barbanza hasta desembocar en Aguiño.Era un pueblo pequeño, unos centenares de casas construidas alrededor de la playa y el puerto.

Pág. 361(…) y atravesó la Alameda esquivando a los niños que correteaban vigilados de cerca por sus madres. Dos turistas de pelo blanco consultaban el plano de la ciudad cerca de la estatua de Méndez Núñez.

Como colofón y complemento de la lectura de la presente novela, una entrevista con su autor Domingo Villar

LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 31 agosto a las 16:50
Vaya! Parece que me has leído el pensamiento: justo buscaba todos esos escenarios y musicas del libro cuando los encontré todos junto a su fragmento correspondiente..Sencillamente delicioso, muchas gracias. He recorrido eso muchas veces, pero aun me ha servido como un paseo mas, y todo desde Madrid. Gracias otra vez.