Ayer viernes, desde las páginas de opinión del diario “Tiempo Argentino” (página 18), Alejandro Seta (titiritero, escritor y docente) nos recordaba un cuento de Laura Devetach llamado “la planta de Bartolo”. Trata la historia de un muchacho que hace un pozo en l tierra, coloca en el fondo un cuaderno y al tiempo crece un árbol cuyos frutos son limpios y vacíos cuadernos a rayas.
Aprovecha Alejandro para recordar que el año pasado todos los alumnos de las escuelas secundarias de la provincia de Buenos Aires deberían haber recibido los netbooks (ordenadores) que el gobierno de la república había entregado a todos los institutos. Sin embargo muchos muchachos no los recibieron y los aparatos electrónicos se quedaron durmiendo el sueño de los justos (en este caso injustos) en los armarios de las escuelas públicas. La razón, el director o la directora de algunos centros, decidieron unilateralmente no realizar el reparto.
Las excusas para no entregar fueron del tipo: “no son fondos legítimos”, “es una manera de ganar votos”; “es derrochar la plata del contribuyente”; “¿netbooks para estos chicos?: los van a romper, no los van a valorar, no los usan en clase”. Quienes dicen esto supuestamente eligieron ser profesores.
Cuenta Alejandro Seta que afortunadamente en su escuela de Domselaar, un pueblecido ubicado a 52 km al sur de Buenos Aires, hay una directora que gestiona y, en consecuencia, los chicos/as recibieron el material que les entregó el gobierno. También gestionó la directora la conexión a internet y solicitó cientos de libros que el Ministerio Argentino de Educación regala a las escuelas que los necesitan: "¡Qué lastima estos libros para estos chicos!"
Cuenta Alejandro Seta que “cuando llegaron las netbooks, los chicos descubrieron que había palabras subrayadas en rojo: eran las que tenían errores de ortografía; y esa fue “nuestra” primera tarea: clickear con el botón derecho sobre esa palabra para elegir la forma correcta de escribirla. O dejarla si pertenecía a alguna forma de nuestro dialecto. De allí, saltamos a buscar poetas contemporáneos por Internet, interesarnos por sus vidas, en las comparaciones que podían desprenderse de sus textos”.
Termina Alejandro Seta con una afirmación terrible que subrayo: “En el fondo está aquello de: “¿y por qué estos chicos van a tener algo gratuito que a mí me cuesta comprar?¿Dónde está mi exclusividad si yo soy el que tengo? (y tal vez soy lo que tengo)”.
En cierto modo y gracias a docentes con vocación y compromiso en Domselaar, un pueblito al sur del Conurbano, hay chicos que han visto crecer un árbol con cuadernos, en este caso electrónicos.
Me encantó el artículo: “Netbooks en la provincia de Buenos Aires”. (Tiempo Argentino, 17 de febrero de 2012".
Luis Cercós (LC-Architects)