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Revista Cine
Con la mitología imperial por bandera, característica del primer franquismo, era lógico que el cine de la época quisiera una adaptación de la obra inmortal de Cervantes, aprovechando que se celebraba el cuarto centenario del escritor. Considerada la película más fiel a la novela, sigue siendo una obra muy correcta a los ojos del espectador de hoy, aunque es inevitable que destile la amargura de un personaje con sueños de grandeza que se topa incesantemente con la dolorosa realidad. Algo parecido le pasaba a aquel Régimen, cuyos sueños imperiales debían esperar frente a una población hambrienta y con todo tipo de necesidades. Dotada de un gran despliegue de medios para el cine español de la época, la adaptación resulta muy entretenida, aunque algo teatral en algunas escenas. El espíritu de Gil parece ser arriesgar lo menos posible, no innovar, sino encomendarse al espíritu de Cervantes y recrear lo más exactamente posible las páginas del Quijote. Destaca también la gran interpretación de sus dos protagonistas, Rafael Rivelles y Juan Calvo, así como la presencia de una joven Sara Montiel y de Fernando Rey interpretando al bachiller Sansón Carrasco.