En La Odisea se cuenta la llegada de Ulises con sus compañeros a tierra de los comedores de loto, los lotófagos.
Dulzor y olvido son las cualidades que se pueden advertir en el alimento de los lotófagos recogido por el texto homérico.
Señala Emilio Lledó en El Surco del Tiempo que los viejos navegantes acostumbraban a distinguir los pueblos cuyas costas alcanzaban, no solo por su forma de guerrear, o por sus ritos, sino también por los alimentos que comían.
Se encuentran abundantes testimonios literarios de estas dietas como la de los elefantófagos que refiere Estrabón, o la de los iditiofagos y pitecófagos de Herodoto, que servían para decirnos de qué clase de gente se trataba.
Con esta perspectiva también podremos iniciar nosotros una lectura de El Quijote cervantino.
Efectivamente, recordemos que ya en el capítulo primero de la primera parte escribe Cervantes:
"En un lugar...vivía un hidalgo...Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos".
La personalidad y circunstancias de Don Quijote quedan perfiladas con la descripción de esta dieta para darle hasta sabor al relato. ¿No es también el sabor una característica peculiar del Quijote cervantino?
En el siguiente, segundo capítulo, se dice de un momento mezclado por la ilusión, que le servían a Don Quijote con música
"y que el abadejo eran truchas, el pan candeal"Más que una comida soñada, el pollo de Carpanta, encontramos aquí confirmada la figura de un loco soñador.
La imaginación tiene una entrada principal en la aventura de Don Quijote.
Y en el capítulo XI, también de esta primera parte, escribe Cervantes que "Sancho se fue tras el olor que despedían... tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estaban... los cabreros lo que quitaron del fuego y, tendiendo por el suelo unas pieles de ovejas, aderezaron con mucha priesa una rústica mesa y convidaron a los dos... Sentose Don Quijote, y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuerno...dijo Sancho...mucho mejor me sabe lo que como en mi rincón sin melindros ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde no sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene en gana...No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y caballeros andantes, y no hacían otra cosa que callar y comer... Acabado el servicio de carne tendieron sobre las zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso... No estaba, en esto, ocioso el cuerno, porque andaba a la redonda... Después que Don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano".
La relación que se establece entre olor, espacio y memoria figura al principio de este fragmento:
"Sancho se fue tras el olor que despedían..."En torno a esta comida comienza Don Quijote a discurrir sobre una edad paradisiaca en la que se ignoraba lo tuyo y lo mío, es decir la propiedad privada, sin olvidar una referencia a Creta y el laberinto. ¿Nos pasará desapercibida la referencia a la figura táurica del minotauro? Don Quijote nos deja claro en qué tradición ubica su relato.
Se describen trabajos, costumbres y personalidades que contrastan todas con la figura de Don Quijote vista como insigne reconocible por otros socialmente muy distintos, que lo admiten cordialmente en su exotismo y con el que saben dialogar. En este clima cálido que se desprende en torno a una dieta, la figura de Don Quijote queda muy dibujada. Don Quijote come y habla. Son los cabreros los que comen y callan. Pero todo comenzó cuando Sancho fue tras un olor que por el aire pasaba.
Un olor y un recuerdo. Es memoria y experiencia. También construcción de historia desenvuelta con múltiples planos. Historias y siempre arte. Juego con los elementos y los sentidos, con el cuerpo sin hambre al calor del fuego. Temperatura. Vida. Humanidad que se deshila en el relato.
En el capítulo, LXXIV:
"Cerró con esto el testamento... Andaba la casa alborotada, pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama y se regocijaba Sancho...."¿Sorprende que en las últimas líneas del Quijote figure una referencia a Homero?:
"...como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero"Y Homero ¿no es el primer nombre implícito al comenzar?
"En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..."Al terminar, ¿invita Cervantes a leer nuevamente su obra?
¿Morir puede ser un buen comienzo? Es una idea que recoge Ángel Mañas en conversaciones con Alejandro Sawa del número 71, Tinta Libre:
¿Quiso sugerirnos Cervantes en su Quijote que la espiral es también la dinámica forma que desarrolla nuestro conocimiento?
Recientemente, se publicó una noticia sobre cierta forma supuesta en la espiral de nuestra galaxia. Al parecer iniciaría una curvatura de su plano general.
Estos temas alborotaron algo mi imaginación, y me pregunté que si la forma en espiral de nuestra galaxia no habría dejado también su impronta en la forma de conocerla. Cuando conocemos la galaxia ¿podría ser la galaxia la que se conoce a sí misma? ¿Sería la espiral, como dinamismo, la forma general de nuestro conocimiento? ¿De todas las cosas?
Como acabo de abrir el Quijote su figura parece animarme a no contener mi fantasía. Así que no me detengo e imagino otra galaxía, todavía no vista, girando en otro sentido contrario a la nuestra. ¿Imposible? Los torbellinos del agua en nuestra tierra ¿no hacen cosas parecidas? Vuelvo a recordar a Tales de Mileto a propósito del agua.
Es lo malo que tiene leer libros de caballería. Es el mismo Quijote ya cuerdo el que nos lo advierte antes de morir, aunque astutamente nos anime a releer su Don Quijote, y no el de otro. ¿Otra espiral?
Acabo con un texto de Emilio Lledó en el Surco del Tiempo:
"... esa lectura lenta es... cierta esperanza de liberar la propia y férrea estructura de la recepción que, en parte nos han dado".