Los avances científicos han permitido concebir seres humanos sin cópula, con inseminación artificial, pero también han creado nuevos problemas, como el del estadounidense que le donó su semen a una pareja de lesbianas, y que ahora tiene que pagar la manutención del niño.
William Marotta respondió compasivo a la angustiada petición de ambas en una página de internet en Topeka, la capital de Kansas, y entregó su esperma en una clínica sin tener relación con ellas.
Desconocía que su nombre quedaría en un archivo que se abrió a demanda de la mujer que se embarazó, Jennifer Schreiner, tras romper con su pareja, Angela Bauer.
A partir de ahí, y de acuerdo con una sentencia de la juez María Mattivi, el semental –es el nombre correcto-- deberá pagar los gastos del niño, empezando con 6.000 dólares (4.387 euros) por deudas sanitarias.
El hecho debe hacer reflexionar a los donantes de semen sin contacto físico para embarazar mujeres, lesbianas o no.
Quizás algún día se cruzarán los ADN de la gente y se sabrá quién es hijo de quién, y se verá sobre todo la aparición de herederos inesperados en muchas familias.
Ahora, Marotta estará atado toda su vida al niño de Schreiner o, al menos, hasta que sea adulto autónomo; mientras, la expareja de la madre carece de responsabilidades porque no entregó su ADN.
Pero podemos imaginar ahora otra posibilidad: que cualquier pareja similar rompe antes del nacimiento del niño y la embarazada decide abortar porque ha desaparecido el motivo que la llevó a prohijar.
En este caso el hombre no tendría derecho alguno sobre el producto de su semen, y su mensaje genético desaparecerá, pese a que merecería una indemnización, incluso parte de los ingresos de la gestante: sería la otra cara del espejo, ¿no?
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SALAS