Revista En Femenino

Donde caben 2 no siempre caben 3

Por Mamaenalemania
Un niño te cambia la vida, está claro. Pero no sólo te la cambia por dentro, sino que te la cambia también por fuera.
El despliegue organizativo (y económico) que supone tener un hijo no tiene parangón: Que si cuna (y colchón, sábanas…etc.), ropa, cochecito y/o mochila, sillita para el coche (y la bici), bañera (y cremas, tijeritas para las uñas, sacamocos…), juguetes, hamaca… etc. Depende de cada persona, sus circunstancias y sus preferencias, pero siempre siempre siempre hay que reorganizarse completamente.
Además, luego nacen y resulta que esto que habías comprado (por un pastón, pero querías lo mejor, claro) resulta que no es nada útil, o que ahora aquello que te parecía una tontería te resulta indispensable. Nadie consigue hacerse una idea exacta de lo que es tener un hijo hasta que se tiene y, por mucho que tu madre/prima/amiga te haya recomendado esta cosa que es “practiquísima”, al final tu hijo es tu hijo, tú eres tú y acabas aprendiendo sobre la marcha. Sería mucho más práctico organizar según necesidad, pero un poco kamikaze llegar del hospital sin nada preparado y ponerse a mirar, probar y montar recién parida (además, el síndrome del nido acabaría con nuestros nervios si no pudiésemos aplacarlo con un poco de trajín preparativo).
Según crecen, sus necesidades cambian (la silla, la cama…), pero al tenerlo allí y no ser de golpe, parece que tendemos menos a acumular trastos.
Con el segundo nos creemos más preparadas (¡JA!): Nos hemos deshecho de muchas cosas inútiles y tendemos a ser más prácticas (No necesitamos 24 bodies y 9 faldones, nos basta con 7 u ocho y de los segundos ninguno). Luego el niño llega y te descoloca otra vez, porque no tiene absolutamente nada que ver con su hermano mayor: ni come igual, ni duerme igual, ni caga igual ni nada igual. Resulta que aquel trasto insufrible que ayer mismo regalaste para siempre se convierte en la Solución definitiva de un día para otro (pero eres tan lista que ya no lo tienes).
Aún así, se aprovechan un montón de cosas: la cuna (porque el otro ya duerme en cama), la sillita del coche (porque el otro ya va con alza), el cochecito (porque el otro ya anda perfectamente)…
Y eres tan tan lista que te quedas embarazada otra vez enseguida. La prisa te la puedes dar por varias razones: Para que se lleven poco y jueguen juntos, para que se solapen los años que te obligan a quedarte en casa (mi caso), porque sigues en pleno huracán natal y tu cerebro no ha vuelto a funcionar del todo (y piensas que tendrías 10 más, que son taaaaan monos, huelen taaaaaan bien, se te saltan las lágrimas cuando les miras…).
El caso es que cuando me quedé embarazada del tercero, con mi vida ya patas arriba por 2, pensé que, total, donde caben 2 caben 3 ¿no? Pues no señor, no caben ni de coña. Al ser tan seguidos los dos últimos, la reestructuración organizativa que tenemos por delante (y que apremia, que hasta Noviembre no queda tanto) es igual de estresante que con el primero:
- La cuna. Como se van a llevar 14 meses, al mediano no le puedo pasar a una cama cuando nazca el bebé. Como la cuna que tiene es de mi suegra, pensé en dejarle ahí hasta sus 2 añitos y comprar una nueva para el siguiente (de esas de barrotes normales que se van haciendo cama según crecen, que la que tenemos es retro y en esa época no eran tan prácticos). Mi estupenda cuñada (irónico), que acaba de tener un bebé me la ha reclamado (y de muy malas maneras, pero claro, después de haberse enfadado al saber que estaba embarazada otra vez, porque ella ya no va a ser la prota absoluta este año, pues no me esperaba otra cosa), así que ahora estoy un poco perdida… Me parece demasiado comprar 2 cunas, sobre todo si una es sólo para 10 meses.
- El cochecito. Tengo el Jané Carrera de mi primer hijo. Muy práctico, la verdad. Fácil de llevar, de plegar, va creciendo con el niño (tiene cuco, huevo, sillita…). Pero resulta que no me vale, porque el mediano, al ser tan pequeño todavía, no puede ir andando todo el rato (suponiendo que ya ande cuando nazca el bebé). Un carrito gemelar supondría la solución perfecta, pero viendo los precios (y que sólo serían unos meses), los más factibles son los tipo “paraguas”… ¿cómo se supone que metes a un recién nacido en un cochecito-silla? Pues no se supone, porque no se puede. Los primeros meses irá en su cuco, como tiene que ser, así que resulta que para cuando el bebé se pueda sentar, ya no necesitaré carrito gemelar, porque el otro andará perfectamente (y no querrá ir sentado ni de coña). Igual alguien conoce algún remedio hormonal o implante seguro (y estéticamente aceptable) para poder tener 4 manos y llevar un cuco y una silla al mismo tiempo (y ya que estamos, igual 6 no me vienen mal, para sujetar al mayor que no le tiene miedo a nada).
- El coche. Este es el problema más caro. Tenemos un Volvo Combi (retro, como no podía ser de otra manera, que a mi marido lo nuevo le produce urticaria… Manías profesionales). Dos niños caben estupendamente. Incluso 3 cabrían si 2 de ellos fuesen en alza. Pero como los 2 pequeños son muy pequeños y necesitan sillitas de esas aerodinámicas-encapsulantes (a 200 euros la silla, que aquí hay que tener cuidado con las carreteras del campo y los tractores voladores), no caben ni de coña. Ya lo hemos probado, pero no hay manera. Así que necesitamos un coche nuevo. Uno de esos familiares. Como es un gasto importante y además mis padres para algunas cosas lo del retro no lo toleran, nos han ofrecido una ayuda con la condición de que el coche sea nuevo-nuevo y tenga airbags hasta en los altavoces. La ayuda es considerable, pero el precio del coche lo es más, así que ahí andamos, mirando, probando y sin atrevernos a comprar… Entre otras cosas porque a los pocos meses de nacer el bebé, el mediano podría pasar a un alza perfectamente y cabrían. Y eso da una rabia... (ahora me estoy mordiendo el labio inferior)
Y así con todos los productos de “primera necesidad”…
Yo antes era racional. Digo antes, porque muchos piensan que me volví loca en algún momento no definido hace unos años, cuando me enamoré de un alemán, me quedé embarazada sin apenas conocernos, renuncié a mi carrera profesional sin pestañear para apoyar la suya y cuidar de los niños y me vine de una ciudad grande y con posibilidades a un mierdapueblo retrógrado y muy muy aburrido en el que la reacción habitual a mis estudios es “¿y ezo pá que sirve?” (cosa que me pregunto yo también ahora, que más me valdría haber hecho carpintería o jardinería u ordeñamiento profesional de vacas).
Ahora yo también pienso que me he vuelto loca. Pero no hace unos años, sino hace unos meses, cuando quedarme embarazada enseguida me parecía lo más práctico y razonable y ahora veo que, si me hubiese esperado unos meses, igual mi vida no sería un sudoku a contrarreloj. También tengo mis momentos de “lucidez”, conste, en los que pienso que si hubiese esperado no me habría atrevido y seguiríamos siendo siempre par.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog