Os lo digo de verdad: tres años se pasan muy rápido. Y os lo digo porque todavía no me creo que hayan pasado tres años desde aquella noche en la que decidí que mi experiencia en la universidad había que contarla en un blog, que había que darle un toque de importancia a la (casi) inexistente orientación de esta carrera y que había que llegar hasta el final. Y ahora que la cosa se está acabando, sí, admito que se me ha hecho demasiado corto.
¿Quién me iba a decir a mí que este diario, en el que cuento mis experiencias y plasmo las cosas que creo que pueden interesar, iba a durar tantísimo tiempo? ¿Quién me iba a decir a mí, aquel 15 de diciembre de 2010 —que, por cierto, parece ayer—, que iba a aprender tantísimo gracias a este pequeño trozo de mi persona? ¿Quién me iba a decir a mí que un pequeño trozo de internet me iba a ofrecer tanto, sobre todo en el terreno personal �—he ganado muchos amigos, y de los buenos—?
Supongo que por eso me da pena decir que este será el último año en el que pueda escribir el aniversario de Diario de un futuro traductor. Supongo que no debería ponerme triste, pero resulta que he vivido muchísimas cosas (tanto buenas como no tan buenas) que al final le he cogido muchísimo apego a estas páginas. Supongo que no debería ponerme triste porque todavía quedan muchas sorpresas.
Agradezco a todos los lectores, tanto actuales como pasados, que hayan estado conmigo en este viaje. Que este solo sea el comienzo.