Según el Guinness de los Récords Agatha Christie es la escritora que más libros ha vendido de la historia, solo las obras de William Shakespeare y la Biblia se sitúan por encima. Se trata, además, de la literata más versionada. Sus 154 adaptaciones al cine y la televisión, sin llegar a las más de mil del autor de Hamlet, el más prolífico en este apartado, suponen una cifra considerable.
La industria cinematográfica estadounidense y británica es muy dada a producir según modas o en aras de rentabilizar el éxito de un trabajo concreto en cintas similares. Ahora parece tocarle el turno a la reina del misterio. La buena acogida en taquilla de la (fallida) revisión de Kenneth Branagh de Asesinato en el Orient Express ha provocado que se prepare una nueva entrega de Muerte en el Nilo, a lo que hay que sumar un proyecto en torno a Testigo de cargo con Ben Affleck al mando.
La llegada de La casa torcida a las carteleras españolas responde tanto a las notables recaudaciones del largometraje de Branagh como a la fama de la fuente de la que bebe el guión. No hay más que echar un vistazo a las campañas publicitarias. ¿Cuál es el nombre que figura encima del título?
La trama se centra en un joven sabueso implicado en la investigación del envenenamiento de un magnate. Tendrá que interrogar a la numerosa y variopinta parentela del finado que habita una mansión victoriana llena de recovecos y oscuros rincones. Un cluedo desarrollado en un único escenario requeriría grandes dosis de ingenio para aportar dinamismo a la realización y atrapar así la atención del espectador durante las casi dos horas de duración, algo solo a la altura de un genio como Joseph Leo Mankiewicz y su absolutamente epatante La Huella o de la descacharrante cima de la parodia detectivesca que es Un cadáver a los postres.
Desgraciadamente nos encontramos ante un filme que aunque no llega a aburrir no termina de enganchar. Por más que cuente con un ganador del Óscar en las tareas de escritura se echa de menos mayor agilidad en el desarrollo de la acción y más valentía en el uso de las tijeras por parte de un director cuya labor en lo visual se reduce a una planificación funcional que no consigue conectar con la audiencia. De haber concretado el metraje en los canónicos noventa minutos el resultado final habría sido algo más aseado que con los excesivos ciento quince actuales.
Un cineasta con el colmillo retorcido como el inicialmente previsto Neil LaBute podría haber aprovechado mejor el material de partida para darle una vuelta de tuerca al guión y hurgar con bastante más mala baba en la sordidez de esta tenebrosa familia. La ausencia de carisma de su protagonista, Max Irons, con un bisoño personaje en las antípodas del mítico Poirot, tampoco ayuda, hasta el punto en que todo esto degenera en una alarmante falta de tensión, seña de identidad del género, que nos deja una película tan correcta como insípida.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
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La casa torcida
Dirección: Gilles Paquet-Brenner
Guión: Julian Fellowes, Gilles Paquet-Brenner y Tim Rose Price según la novela homónima de Agatha Christie
Intérpretes: Max Irons, Stephanie Martini, Glenn Close
Música: Hugo de Chaire
Fotografía: Sebastian Winterø
Duración: 115 min.
Reino Unido, 2017
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