LA HABANA, Cuba. — Han pasado 20 años del hundimiento del remolcador 13 de marzo. En la bahía de La Habana ningún monumento recuerda la tragedia. Tampoco nadie sabe dónde se esconden los asesinos de las 41 personas que perdieron la vida en el naufragio, entre ellas mujeres y niños.
¿Dónde están los asesinos?
Proa y cabina del remolcador 13 de marzo
Cuando en ambas orillas de la bahía de La Habana uno pregunta por el hundimiento del remolcador 13 de marzo obtiene muy pocas respuestas. Pero cuando pregunta por los tripulante de las embarcaciones que lo hundieron nadie sabe nada. Pareciera que se los ha tragado la tierra.
“¿La tripulación? Imagínate tú. Si los familiares de los muertos los atrapan los linchan”, respondió una anciana negra, que se dedica a tirar las cartas a los turistas al lado de la iglesia de la Virgen de regla.“A los remolcadores del problema se los llevaron para el puerto de Santiago. La tripulación sí que no sé”, afirmó otro anciano próximo a ella.Ningún funcionario del puerto está disponible para contestar una pregunta tan sensible, de la que quizás no sepa nada.
La certeza de que el paradero de los asesinos sería un secreto bien guardado vino con las palabras de Fidel Castro al justificar el crimen: “El comportamiento de los obreros fue ejemplar, no se puede decir que no, porque trataron que no les robaran su barco. ¿Qué le vamos a decir ahora, dejen que les roben los barcos, sus medios de trabajo? ¿Qué vamos a hacer con esos trabajadores que no querían que les robaran su barco, que hicieron un esfuerzo verdaderamente patriótico, pudiéramos decir, para que no les robaran el barco? ¿Qué les vamos a decir?”
¿Accidental o premeditado?
El nombre de Jesús Martínez González, capitán del remolcador Polargo5 y responsable de embestir por la popa al remolcador 13 de marzo, no le dice nada a Reginaldo Sarría, un médico de 48 años. Cree que el hundimiento del remolcador no fue intencional, como afirmó el gobierno días después del naufragio.
Él nunca ha leído las declaraciones de los supervivientes, como María Victoria García Suárez, quien perdió a su esposo, a su hijo de 10 años, a su hermano, a tres tíos y a dos primos. En su momento María declaró: “…en eso vemos que vienen dos remolcadores de bombero atrás de nosotros. Se pegan a los lados y entonces empiezan a tirarnos agua -agua a presión-. Entonces seguimos y les decíamos que no nos hicieran daño, que llevábamos niños allí y les enseñamos los niños y ellos seguían tirando agua…”.
¿Qué vamos a hacer con esos trabajadores que no querían que les robaran su barco, que hicieron un esfuerzo verdaderamente patriótico, pudiéramos decir, para que no les robaran el barco? ¿Qué les vamos a decir?”
Otra sobreviviente, Jeanette Hernández Gutiérrez, relataba: “…Ellos nos dejaron salir, pero después empiezan los chorros de las mangueras de agua, eran constantes, los chorros no nos los quitaban sabiendo que iban niños (…) se nos pone un remolcador por detrás, el más grande (…) se nos sube en popa y nos parte la mitad del barco…”.
Tampoco Reginaldo ha oído hablar de Jorge A. García, un hombre que no abordó el 13 de marzo, pero perdió ese día a 14 miembros de su familia. Si Reginaldo tuviera conexión a Internet hubiera podido leer la historia de Jorge:
“Jorge perdió a su hijo de 20 años, Joel García Suárez, a su nieto de 10 años, Juan Mario Gutiérrez García, a su yerno, a cinco sobrinos, a tres cuñados y a tres primos. Su hija sobrevivió el hundimiento, pero perdió a su hijo y a su esposo”.
“Todos los años mientras Jorge, su esposa y su hija residieron en Cuba conmemoraron la fecha del 13 de Julio, día de esta horrenda masacre. Su hija y familiares caminaban tres millas desde su casa rodeados por agentes de Seguridad del Estado. La hija de Jorge entraba al mar en el lugar de donde había partido el remolcador 13 de Marzo. Su hija lloraba mientras recordaba el asesinato de su marido y pequeño hijo y entonces echaba caramelos al mar”.
Las víctimas yacen siete millas mar afuera, sus familias partieron al exilio, y los asesinos todavía se esconden como ratas en la sombra protectora del gobierno.
FOTO DEL ASESINO EN MASACRE DEL REMOLCADOR 13 DE MARZO
Uno de los mas activos asesinos en la Masacre del Remolcador 13 de Marzo:
Jesus Martinez Gonzalez
Calle Frey Alonso No. 362
Entre Apodaca y H
Guanabacoa, Ciudad Habana
Cuba
Casa de Jesus Martinez Gonzalez
Fuente de las Fotos: Net for Cuba
En un dia como hoy 13 de Julio justamente se recuerdan y se rinde tributo a las victimas y sobrevivientes de la masacre del gobierno cubano contra el Remolcador 13 de Marzo pero tomemos un momento de tristeza necesario para tambien recordar a los victimarios.
Nunca olvidemos ni a los autores de la arbitrariedad ni a las victimas del atropello porque solo mediante la memoria historica podremos como nación sanar las heridas, hacer justicia y seguir adelante para no estar condenados a repetir los errores del pasado.
Saludos cordiales,
El Compañero.
Fuente: Testimonio de Arturo Cobo Fundador del Hogar del Balsero en Programa de Maria Elvira Live del Lunes, 13 de Julio del 2009. En el programa se puso la foto de este asesino.
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Encuentro con el malvado
” El que ha cometido un asesinato
no parará hasta caer en la tumba:
¡que nadie intente detenerlo!”
( Proverbio 28-17 )
Los muchachos corretean sudorosos, de aquí para allá y de un lado hacia otro, por toda la cuadra de Fray Alonso a la vera de la Loma del Chipre.
De repente asoma por la calle H un jeep ruso; cachivache de los que abundan y gasta gasolina como un trastornado. El vehículo dobla a la izquierda y se estaciona justo al portón de la vivienda marcada con el número 362. En la puerta del carro un rótulo pone al desnudo su procedencia: Servicios Marítimos.
Tres hombres bajan del coche, incluso, el conductor. Uno de ellos, el más flaco, cuyo bigote tiende a unirse con la melena, va delante para trepar unos pocos peldaños en la escalera que lo lleva hasta donde vive. Los otros permanecen abajo.
Los muchachos han tenido que irse del sitio. En la boca del pasillo contiguo, el viejo Santiago parece contemplarlos; pero mira y no ve. Está ensimismado en sus pensamientos, como buscando aliento para encontrar su niño; el nieto desaparecido días atrás.
Son las dos y tantas de la tarde del jueves 21 de julio de 1994.
Casa de Jesús – Presione sobre la foto para ampliarla / Foto: Cortesia de Jorge A. GarciaEl melenudo no demora, y baja en compañía de su hermano; ambos se acercan al viejo vestidos del mismo uniforme color beige con trabillas en los hombros. El primero con voz entrecortada le dice:
—Quiero hablar contigo.
Todos en fila india caminan por el pasillo hasta donde vive Santiago en el fondo. Entran al comedor y se sientan a conversar a la mesa. Apenas habían intercambiado palabra alguna cuando el melenudo se pone de pie; alza su camisa por encima de la cintura y se tuerce de lado rotando en ambos sentidos y dice:
—Mira estoy desarmado -apaga su voz un instante como para tragar en seco y agrega:
—Vengo a que me mates.
El viejo Santiago, un tanto perplejo por la inesperada conducta, lleva su mano a la cabeza, tal vez buscando despejarla de malos presagios y le responde:
—Siéntate Jesucito… siéntate. A ver, ¿qué es lo que hay?
El hombre de treinta y no sé cuántos años le tiemblan las manos y se ha orinado en los pantalones.
—Por ahí están diciendo… una mujer por Radio Martí dijo que yo hundí el barco. Jesucito hace una pausa breve y prosigue: Yo no tuve que ver en eso; la culpa no es mía. Yo cumplía órdenes, cumplía órdenes. Te lo juro. La frase queda aleteando en el aire.
—Pero mi hijo Tinguino me dijo que tú estabas temprano aquí ese día, inclusive, que te había visto como a las siete de la mañana… ¿Puede ser? indaga Santiago.
—Sí, porque me trajeron casi amaneciendo responde Jesucito mientras pela de uñas sus largos dedos con los dientes. Esa noche yo no pensaba ir a trabajar, pero me llamaron del trabajo diciendo que, sin falta, tenía que estar allí a las nueve, porque había un Operativo. Entonces me fui. -Termina diciendo.
—Pero ven acá muchacho. Tú conoces muy bien a mi niño. Y mi niño iba atrás en la popa con su madre. No me vengas a decir que no los viste, con esos reflectores que ponían la noche como el día. ¡Coño chico!. No pudiste… no sé, encerrarlos, cogerlos presos, en vez de hacer lo que hiciste —reclama Santiago en tono más severo que al principio.
—La gente dice que yo hundí el trece con mi barco y no es así. Déjame explicarte: Yo estaba anclado de Guardia y de pronto me avisan, Jesús dale que se te va el trece. Yo salí les prendí las luces, y les pasé adelante por la garita. Hice señas con las luces para que pararan, pero no eché agua. Me atravesé delante y el capitán del trece me chocó. Dije: ¡eh! este tipo está loco y me despegué. A mi me echan la culpa, pero yo me mantuve todo el tiempo delante. -Asegura Jesucito.
—Oye viejo… por qué no los detuviste en El Morro si tú tenías una máquina más potente. Y no eras tú solo habían otros más. ¿Por qué no los detuvieron? Insiste Santiago, como buscando una respuesta de alivio a su dolor.
—Yo no podía detenerlos Santiago. Iba en contra de las leyes. Corría el riesgo de perder mi salario… mi trabajo de patrón de Polargo. Con eso voy escapando. Yo soy un bisnero como otro cualquiera; no soy revolucionario ni nada de eso. Además, yo tengo un hijo grande que está loco por irse del país. ¡A mí me mandaron a hacer eso! Afirma Jesucito.
Parece que todo está a punto de finalizar. Santiago se levanta, camina lento a la cocina, abre la gaveta del estante y saca un cuchillo grande; el mismo que usa a menudo para matar puercos. Lo toma con su mano asido con los dedos por la parte del mango y lo sacude enfilándolo hacia el techo.
—Esto que ves aquí se lo dejamos al tiempo —exclama Santiago a manera de promesa.
Jesucito palidece y con voz tartamudeante trata de sofocar el agitado instante.
—Les… tiré salvavidas a setenta metros. Tenía miedo que me abordaran el barco.
—¿Tú sabes lo que son setenta metros?. Parece que tú no sabes lo que son setenta metros. Sentencia Santiago.
Martha, la mujer de Santiago llega inesperadamente. Se ve indignada, y algo descompuesta se dirige a los presentes:
—Bueno, bueno… ya esto se acabó y más nada. Arriba, arriba. Ella temía que su hijo Leonardo; un mulo de violento, entrara en esos momentos y convirtiera aquel comedor en escenario de cruenta batalla; donde, naturalmente, a Jesucito le habría correspondido lo peor.
Aquellos hombres se levantaron sin objetar nada y caminaron dando tumbos hasta la sala. No hubo despedidas; el silencio se apropió de todos. Cuando salieron un fuerte tirón cerró la puerta como para sellar de un portazo aquel encuentro con el malvado.
A Jesús Martínez, alias el héroe, patrón del Polargo 5 se le atribuye la máxima responsabilidad del hundimiento del remolcador 13 de marzo donde treinta y siete personas perecieran ahogadas; niños una buena parte.
Santiago Gutiérrez, protagonista principal de este encuentro es abuelo de Juan Mario Gutiérrez García, niño de diez años desaparecido en el suceso.
“No es de cubano vivir como el chacal en la jaula dándole vueltas al odio.”
José Martí