Revista Ciencia

Donde quiera que estés, gracias, Asimov

Publicado el 08 diciembre 2010 por Francissco

Recordando a uno de los grandes de la ciencia ficción.

Isaac Asimov,  el nombre que mejor  habla  de espacio y de futuro, de estrellas y de viajes colosales. Recuerdo que era un adolescente y la imaginación mía ya  volaba demasiado alto como para contentarme con un solo mundo y con la literatura convencional. Y por ello lo busqué y lo conocí. Y conocí y amé la ciencia ficción, que desde entonces fue como el oxígeno para mí, importándome un rábano algunos denuestos académicos hacia este género.

Y buscándole, allí estaba el, para mostrarme nada más y nada menos que todo un Imperio Galáctico. No era el que mejor escribía dentro del género que más amo, pero, ay, como se entregaba a su historia, con que honestidad y concentración hacía discurrir las tramas…

Bueno, pues hace mucho tiempo, existía un inmenso imperio que abarcaba toda la galaxia conocida y dominaba todos los estrellas que en ella habían. La nave y el sol, el sol y la nave. Esas eran las enseñas que dominaban en cada rincón, en cada asteroide, en cada planeta y en cada luna.

Pero sus días de gloria ya habían pasado. La decadencia era inevitable, empezaba a corroerlo como una plaga y nadie se daba cuenta. Nadie excepto Hari Seldon, un sabio y su grupo de matemáticos.  Eran los conocedores de la Psicohistoria, ciencia predictiva de muy altos vuelos y de funestos presagios.
Esta decía que todo, absolutamente todo, sucumbiría al declive. Todo excepto las Fundaciones, ocultas en extremos opuestos de la galaxia. Y alrededor de ellas, las turbulencias y las intrigas desatadas, conspirando para destruirlas. Una epopeya inspirada, según dijo el, en La caída y decadencia del Imperio Romano de Gibbon, otra lectura imprescindible.

Confieso que nunca he vuelto a releerlo, por temor a que el reencuentro me supiera a poco. Pero aquellas conspiraciones dejaron una marca imborrable en mi mente juvenil y una sensación de evasión e infinitud como pocas veces. Y dentro de mí quedó, instalado para siempre, el País de la Imaginación. Y hasta ahora sigue abierto…

Gracias, Isaac, que vacío dejáis los que son como tú.  Sé que esta película venidera no te hará justicia, que más da. Y gracias, Itagua, por dejármelo coger de tu “muro”.

Un saludo galáctico.



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