Revista Cine
Director: John Ford
Luego de cinco años dedicándose en exclusiva al western, y con excelentes resultados por lo demás, Ford vuelve a la polinesia francesa a hacer de las suyas, que esta vez no contempla destruir una isla entera con un aterrador huracán y sus amigas las temibles olas gigantes, precisamente lo que hizo allá por el año 1937 con "The hurricane". "Donovan's Reef" es otra desenfadada y liberada comedia de Ford en donde básicamente nada importa salvo divertirse con una buena historia, buenos personajes, buena dirección y, sobre todo, mucha buena onda. Porque a veces sólo hay que lanzarse al agua y disfrutar, así sin más...
En una isla de la polinesia francesa viven varios ex soldados estadounidenses que encontraron en tan paradisíaco paisaje una vida llena de belleza y alocada tranquilidad. Allá llegará una mujer de Boston que debe solucionar líos personales, y mientras lo hace, también comienza a disfrutar de las bondades del lugar y las simpatías de los lugareños, contagiándose de la energía que la rodea.
En pocas palabras, "Donovan's Reef" trata sobre disfrutar la vida sin complicarse la misma por estupideces morales, sociales, etc. Una oda a la buena vida más auténtica y honesta posible; al placer de los pequeños detalles; a la sana y transparente convivencia en donde chinos, nativos, europeos y estadounidenses coinciden en tabernas, playas y celebraciones (¡y peleas, claro que sí!) sin mala vibra alguna. El argumento, sobre esta mujer de Boston que llega a la isla para analizar el estilo de vida de su padre (que nunca ha visto) y hablar con él sobre herencias y asuntos formales, da pie para que la película entera sea un ameno y entretenido paseo por los hermosos rincones de la isla y uno que otro culebrón (dicho con cariño) en donde entran en juego el amor, el dinero y muchos, muchos alborotos. Más allá de que la historia esté bien contada, me ha gustado un montón el componente humano, algo que Ford siempre ha desarrollado en sus películas (más que homenajes a instituciones y cosas así, porque su foco son las personas, está claro), y el cultural, naturalmente sin tener la misma función que un documental antropológico, pero sumergiéndonos en la cultura local y la cotidianidad de los habitantes al fin y al cabo. Ni el guión ni la dirección de Ford (ni la labor de los actores, por lo demás) se imponen autolimitaciones ni nada por el estilo, por el contrario, sólo dejan que la sencillez y la honestidad de la escena se adueñe del fotograma y lo aproveche en su máximo esplendor. ¿Y a qué se apela? A que no se necesita más que la compañía de amigos y aire puro para ser feliz. Qué importa la falta de seriedad o solemnidad, si hacen que una misa de navidad sea tan pero tan entretenida (con hilarantes detalles como la procesión que incluye a Lee Marvin y el otro guardia haciendo), sin mencionar las antológicas peleas de bar (a un inglés lo lanzan por la ventana con una brutalidad de aquellas, ¡pero nos estamos divirtiendo!). Y para que no digan que ésta es una película ligerita o lo que sea, el desarrollo argumental va tratando apropiadamente temas como la tolerancia, la autenticidad de los afectos y la armonía con el medio ambiente (¿?), sin mencionar la calidad con que están construidos (e interpretados) los personajes, de carne y hueso ya sean simples o complejos, por ejemplo la mujer de Boston (una Elizabeth Allen muy bonita y que además demuestra sus dotes para la natación, ganándole a John Wayne nada menos, que igual perdió porque la calidad de sus brazadas dejaba bastante que desear, no como Allen, cuyo cuerpo fluía a la perfección con el agua), que llega toda seria y altiva pero termina humilde y liberada; o John Wayne, que se encuentra como pez en el agua haciendo el loco una vez más. También aparece Lee Marvin haciendo el lado simpático y buena gente de Liberty Valance (¿ah?), armando peleas y destruyendo cosas, pero sin mala intención, vamos... Oh, y los niños son un verdadero encanto.
En fin... No hay mucho sobre lo que extenderse con esta película, pues "Donovan's Reef" no necesita explicación, simplemente el deseo de dejarse llevar con su amigable propuesta, sin complejos ni pretensiones vanas. Al final, es una de esas disfrutables y geniales películas que solo Ford sabía hacer, y van a estar casi dos horas gozando de lo lindo, quedan avisados.