Ya hemos hablado muchas veces de lo que nos gustan los muebles y objetos decorativos con historia. Una de nosotras recuerda cómo, trabajando de administrativa en una compañía de seguros, atendió a una jovencita que entró en las oficinas con una enorme carpeta bajo el brazo. "¿Os gustaría echarle un vistazo a mis oleos?", nos dijo a las cuatro compañeras que estábamos en ese momento. "Uff, es que pueden bajar los jefes y reñirnos, con razón". "Será sólo un momentito..., y si os dicen algo, diré que he insistido. Me estoy pagando la carrera con lo que voy vendiendo y, la verdad, el mercado está cortito". "Venga, una cosa rápida", dijimos mirando por el rabillo del ojo a la escalera que dirigía a la "zona noble". Y sí..., la chavalilla vendió... La única que le compró un precioso lienzo de rosas fue esa de nosotras..., esa que no sabe decir no, esa que, aparte de su gusto por las compras (como a la otra mitad de esta pareja bloguera), prefiere ver una sonrisa de alegría por una venta necesaria. La chica terminaría o no su carrera de Bellas Artes, pero su tela, ya enmarcada, luce espléndida desde entonces en el dormitorio de la que lo adquirió.
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Pues después de muchos años, ahí sigue nuestro cuadro. No deja de seducir, ¿no creéis? Al menos a una de nosotras... Ahora sirve de apoyo para el regalo de Quique por el reciente día de la madre, jeje.