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Dos buenas noticias

Publicado el 22 noviembre 2014 por Eduardomoga
La primera fue el pasado lunes. Teresa Garbí, responsable de Uno y Cero Ediciones, editorial de libros electrónicos, me invitó a participar en las "Firmas invitadas" de su página web. Lo hice con mucho gusto: en esa sección han colaborado ya varios buenos amigos, como José Luis Cancho, Sergio Gaspar o Juan Manuel Macías, y otro puñado de buenos escritores. Además, siento simpatía por Uno y Cero, que está recuperando, en formato digital, algunos libros fundamentales del catálogo de DVD, que ya son inencontrables, salvo en, ay, librerías de viejo, como Nembrot, de José Luis Pérez Álvarez; Estancia, del propio Sergio Gaspar; Historia del invierno, de Javier Sebastián; o Sounscape, de Carlos Fernández López -que incluye y amplía el último título publicado en la colección de poesía de DVD, Vitral de voz-. Habiendo leído y disfrutado de todos ellos, siento una especial admiración por Nembrot, que considero la mejor novela publicada en España en los últimos quince años; y no es hipérbole: soy muy consciente de lo que digo. Con ella, además, me pasó algo curioso: yo había leído, del mismo autor, Un montón de años tristes, una novela detectivesca aparecida también en DVD, pero no me había fascinado. Era un texto correcto, aunque, a mi juicio, sin particulares prendas. Por eso acudí a Nembrot, urgido por los elogios de Sergio, con alguna reticencia. Sin embargo, este sí era fascinante, y desde la primera página. Lo leí casi de corrido, maravillado por la sutileza de la trama, la hondura psicológica de los personajes, el hechizo de la atmósfera, y la precisión y naturalidad del estilo. Lo que suele pasarme es que abordo con ganas textos de los que he tenido noticias fabulosas, y esos textos me decepcionan. Con Nembrot me sucedió lo contrario: que un libro del que desconfiaba, me deslumbrara; y eso es lo raro. José María Pérez Álvarez había conseguido una obra casi perfecta, o perfecta. Yo la admiré al leerla, y sigo admirándola ahora, al recordarla. Y celebro que Uno y Cero la haya recuperado y permita a los lectores disfrutar de ella otra vez, o de nuevo. En cuanto a mi colaboración en "Firmas invitadas", aporté cuatro poemas: el "Elogio del jabalí", de Insumisión; un largo fragmento inicial de Dices; y dos décimas, de Décimas de fiebre. Para quien tenga interés en echarle un vistazo, este es el enlace: http://unoyceroediciones.com/eduardo-moga-2/.La segunda buena noticia fue la aparición ayer, en la sección de cultura de El País, de un largo artículo de Winston Manrique Sabogal dedicado a la aparición de mi traducción de Hojas de hierba, de Walt Whitman, en Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. En realidad, la buena noticia es que la traducción se haya publicado, tras dos años y medio de trabajo, pero uno está tan acostumbrado a que los medios de comunicación se hagan tan escaso eco de lo que uno hace -y, en general, de lo que se hace en poesía- que el artículo de Manrique, de más de una página de extensión, constituye una espléndida novedad. Venía presidido por una gran foto central del Whitman anciano, con la melena y las barbas blancas desparramándosele por la pechera, y lo acompañaban sendos despieces de Antonio Gamoneda y Juan Antonio González Iglesias. Observé que, en el artículo, una de las erratas afectaba a mi apellido: Manrique había escrito "Mogan". Estoy acostumbrado a las deturpaciones de mi nombre: he sufrido algunas inverosímiles, otras trágicas, y siempre me ha sorprendido que la gente fueran tan proclive a equivocarse en una palabra tan corta y sencilla ortográficamente: no quiero ni imaginarme los desaguisados que deben perpetrase con apellidos como Garaikoetxeaeguiguren o MacDonowitzky. De todas las erratas que he sufrido, rescato una muy divertida: en una lectura que hice en algún sitio, fui anunciado como "Eduardo Murga". No es extraño que apenas viniera nadie. En la del artículo de ayer, "Mogan" no me pareció del todo mal: me homologa, al menos fonéticamente -algo es algo-, con Whitman, y le da una rítmica sinuosidad a un sintagma por el que quisiera ser recordado: "el Whitman de Mogan". Por otra parte, Gamoneda me trataba en su nota con el cariño que acostumbra, y que yo le agradezco como amigo y discípulo suyo que soy, pero decía algo con lo que no estoy de acuerdo (o, como diría él, con lo que no voy de acuerdo): que todos los libros con pretensiones universales posteriores a Hojas de hierba, como el Canto general de Pablo Neruda, han fracasado. No sé yo dónde sitúa Antonio el fracaso del Canto general; a mí me parece una de las cumbres de la literatura en español del siglo XX. Ya quisieran tantísimos hacedores de versos (muchos de los cuales, además, tienen la desfachatez de menospreciar a Neruda) acercarse al más endeble de los versos de ese libro prodigioso. Para conocer la opinión el maestro y el trabajo de Winston Manrique, este es el enlace: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/20/actualidad/1416511469_945725.html.

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