Israel se defiende al golpear selectivamente a los yihadistas de Hamas que le disparan misiles desde áreas pobladas de Gaza, y la opinión pública occidental protesta contra el que llama genocidio al ver niños muertos por esas respuestas.
Mientras, otros yihadistas similares a los de Gaza arrasan grandes áreas de Irak y Siria, y exterminan poblaciones enteras con niños y adultos en un genocidio indiscriminado y general.
Situémonos sobre el Oriente cercano: en Gaza gobiernan los fanáticos religiosos de Hamas, que le impiden a la población bajo su dominio que huya de donde ellos disparan contra Israel, que responde atacando las bases que sitúan intencionadamente incluso en iglesias cristianas como San Porfirio, como denunció el arzobispo ortodoxo Alexis que había dado allí refugio a numerosos palestinos.
En Irak los sádicos religiosos del Estado Islámico, rama de los Hermanos Musulmanes hermana de Hamas, asesinan selectivamente a quien no es de su secta, como Hitler a los judíos.
Se ensañan con los cristianos, que llevan allí dos milenios y catorce siglos desde la invasión musulmana, y con los azeríes, pueblo poco religioso.
Hamas y Estado Islámico luchan contra quienes no se someten a Alá. Islam significa sumisión.
Los yihadistas de Gaza son buenos publicistas. Planifican una propaganda eficaz que le muestra a los emotivos occidentales niños muertos, realmente víctimas del “pogromo” organizado científicamente por los mismos yihadistas que lanzan misiles hacia Israel.
Hamas dirige un genocidio contra sus propios niños, y el Estado Islámico avanza con su inhumano Califato, destruyendo todo y exterminando masivamente poblaciones por no pertenecer a su secta.
Al defender a Hamas y menospreciar el genocidio emprendido por sus allegados de la Hermandad Musulmana demostramos nuestra vocación de mártires islámicos: le pedimos la yihad a quienes esperan ser nuestros verdugos.
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SALAS