Revista Cultura y Ocio

Dos invitaciones a la discusión política

Publicado el 22 abril 2018 por María Bertoni

Entre los largometrajes que participaron de la competencia oficial argentina del 20° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, Las hijas del fuego y Esto no es un golpe suscitaron discusiones acaloradas, acaso porque cada uno sostiene a su modo una postura política explícita: la ficción porno de Albertina Carri en tanto vehemente manifiesto feminista; el documental de Sergio Wolf, a partir de la reconstrucción minuciosa del levantamiento carapintada que el entonces teniente coronel Aldo Rico lideró contra el gobierno de Raúl Alfonsín en la Semana Santa de 1987.

La obra de Carri cosechó dos títulos en la edición que termina esta noche: Mejor Película, acordado por el jurado de la mencionada sección y Mejor Sonido, acordado a Mercedes Gaviria Jaramillo por la Asociación Argentina de Sonidistas Audiovisuales. La de Wolf obtuvo el premio al Mejor Montaje, que la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales y la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales le entregaron a Lautaro Colace.

Dos invitaciones a la discusión política
De Albertina Carri.

♠ Una porno con intención revolucionaria
En Tierra del Fuego arranca la ficción de Albertina Carri, que se titula como el libro de cuentos y poemas que Gérard de Nerval publicó a mediados del siglo XIX. De aquella obra del escritor francés, la autora de Los rubios, La rabia, Géminis, Cuatreros también retoma la idea de contar un viaje cuyas escalas están determinadas por el (re)encuentro con distintas mujeres.

Por otra parte, la película de Carri se titula (casi) igual que el documental más reciente de Stéphane Breton. En Filles du feu, el realizador –también parisino– retrata a un grupo de jóvenes kurdas que tomaron las armas en Siria para combatir a tres enemigos feroces: el Estado Islámico, el ejército turco y las tropas de Bachar Al-Assad.

Acaso inspirada en Nerval, Carri le rinde homenaje al poder redentor de las mujeres. Probablemente sin proponérselo, coincide con Breton en retratar a guerreras en lucha: las de esta road movie enfrentan el patriarcado y sus imposiciones culturales, narrativas, estéticas.

La realizadora toma distancia de Nerval y Breton a la hora de interpelar al público. Lejos de las cartas y poemas melancólicos que escribió el primero y del trabajo de campo que realizó el segundo, la también directora del Festival Internacional de Cine LGBTIQ Asterisco busca sacudir, acaso escandalizar, a partir de una fábula pornográfica coral.

La película resulta interesante al principio, cuando Carri y su alter ego en la ficción (una cineasta que tiene en mente “filmar una porno”) se preguntan sobre las características de este género y sobre las maneras de subvertirlo. En cambio, a medida que avanza, el film reemplaza preguntas e hipótesis por lugares comunes: por ejemplo la escala donde las protagonistas liberan a la esposa sometida a cargo de Érica Rivas para representar sororidad, el simulacro de sacrificio sexual en una iglesia (que podría disgustar a Madonna, chicanearon Los Jóvenes Viejos) para desafiar la moral y buenas costumbres que dictan los voceros retrógrados de la religión católica; las múltiples escenas de sexo grupal para reivindicar el poliamor; la participación actoral de mujeres obesas, delgadas, butchs, una de piel oscura ¿y transgénero? para expresar diversidad.

La discusión que Las hijas del fuego provocó en el BAFICI giró en torno a la atinada o fallida conversión del género pornográfico en manifiesto revolucionario. Quienes vimos –y disfrutamos de– Los decentes preferimos la película que Lukas Valenta Rinner filmó a caballo de un barrio privado y de un club nudista, cuyos socios también suscriben al poliamor. Ante la comparación, resulta todavía más impostada, artificiosa, solemne la premiada diatriba anti-patriarcal de Carri.

Dos invitaciones a la discusión política
De Sergio Wolf.

♠ Otro homenaje a Raúl Alfonsín
Como en Yo no sé qué me han hecho tus ojos y en El color que cayó del cielo, en Esto no es un golpe Sergio Wolf también expone una investigación meticulosa y cautivante. El hallazgo de material de archivo que parecía perdido, la atención acordada a detalles tan mínimos como significativos, la capacidad para convocar a las fuentes más pertinentes, la decisión de asumir un protagonismo secundario pero con abierta intención editorial vuelven a conformar el sello autoral de este realizador que –corresponde recordar, dada la ocasión– fue programador del BAFICI de 2005 a 2007 y su director artístico de 2008 a 2012.

A diferencia de los documentalistas e historiadores que se declaran objetivos, Wolf visibiliza la perspectiva desde donde recrea los entretelones del motín que resignificó el tradicional deseo de “Felices Pascuas” en nuestro país. Para escándalo de esos mismos estudiosos neutros, este enfoque da cuenta del cambio de punto de vista que el realizador experimentó tras haber repasado aquel primer levantamiento carapintada, reconsiderado su desenlace, analizado el discurso que el entonces Presidente Alfonsín pronunció desde Casa Rosada a la ciudadanía convocada en Plaza de Mayo, y que terminó con la expresión “La casa está en orden”.


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