Últimamente nos cuesta sacar a mi hijo del único juego que le tiene absorto, que es hacer peleas con sus dinosaurios y otros animales y recrear con ellos escenas que ha visto en algunos dibujos o en los libros. Es un juego creativo e imaginativo excelente, pero queremos proponerle también otros para que desarrolle otras habilidades, como la lógica, la orientación espacial y la concentración.
Sin obligarle, pero animándole a que a veces cambie de registro cuando estamos en casa. ¿A alguien más le pasa que sus hijos estén en esa fase en la que sólo quieran jugar a una cosa en el mundo?
Por eso, cuando me propusieron desde Noé Didácticos que probara alguno de sus juegos, lo tuve claro. Me fui directa hacia los juegos de construcción para aprovechar la ocasión y encontrar algo que le gustara al mayor, de cuatro años. Después de descartar algunos juegos de lógica a los que le tengo muchas ganas, porque no son adecuados todavía a su edad, me decidí por el juego tradicional de las construcciones, pero magnético.
Quería también encontrar un puzzle que le gustara (porque los odia) y di con un clásico que nunca falla, el de los pinchitos.
Jugar con elementos magnéticos es muy divertido y casi mágico. Estas piezas de Miniland (una marca que me gusta mucho) son grandes y perfectas para el agarre de manos pequeñas, por eso recomiendo el juego a partir de los 3 años o incluso antes, según el interés del niño. Vienen esferas fuertemente imantadas y tubos de distintos tamaños que sólo encajan de un lado imantado (del otro se repele), así que el juego obliga constantemente a experimentar por ensayo y error.
Es divertido y tiene muchas posibilidades, porque permite hacer figuras en tres dimensiones interesantes, aunque de momento mi hijo no ha pasado de las de dos dimensiones (cuadrados, triángulos).
El segundo juego es el de los pinchitos, un tipo de puzzle que nunca va a pasar de moda. Es un juego con el que recuerdo haber pasado horas cuando era pequeña: primero haciendo los dibujos que se proponen y después inventando otros (sobre todo cuando había perdido ya los papeles de guía). Todavía me acuerdo de cómo se complicaba todo con los pinchitos de diferentes tamaños y cómo había que calcular en qué agujero cabían para que todo encajara.
En cuanto vi que estaba ese juego disponible, que además es uno de los más económicos, lo encargué. Mi hijo lo reconoció, así que imagino que habrán jugado con ello en clase o lo ha visto en algún lado, y fue directo hacia él. El nuestro es muy sencillo, con todos los pinchos del mismo tamaño y de únicamente cuatro colores, pero en cuanto se aficione buscaré uno más complicado para seguir evolucionando en el juego.
Es perfecto para la coordinación ojo-mano, para la clasificación por colores y tamaños, para desarrollar la creatividad con los dibujos de mosaicos y para la orientación espacial. Eso sí, es un juego que no me gusta para cuando está la enana cerca, porque está ciega a coger los pinchitos y a comérselos todos 🙁
Lo curioso de este experimento es que, de los dos juegos, al mayor le ha gustado mucho más el de los pinchitos, a pesar de ser más sencillo. Los hemos dejado en el salón, para que los tenga a mano y en un escenario diferente al de su habitación. A veces el hecho de sacarle de su espacio puede hacer que cambie de juego. ¡Veremos si funciona!
(Post en colaboración con Noé Didácticos)