Revista Ciencia
DOS PALABRAS
Publicado en Levante 6 de junio de 2012
Fue un torero –todo el mundo sabe quién es- el que manifestó, ante una pregunta, que su experiencia se podía resumir en dos palabras:
impre-sionante. Esa salida tan insólita, hizo reír con una sonrisa franca, abierta, desbordante y sobre todo, cálida, a medio país, enfrascado como siempre en los líos de unos y otros.
Hoy, se me ocurren otras palabras que se están olvidando y que son, esta vez sí, doblemente impresionantes: por favor y lo siento. El por favor, es el respeto que el otro nos merece. No hay que olvidar que la comunicación comienza por la escucha, y ésta por prestar oídos al otro que, cuando nos lo pide por favor, es distinto, y mucho, a si no lo hace. Incluso en el ámbito familiar. No digamos en el laboral. Porque estamos acostumbrados a ir a nuestra bola, y a que lo que nos digan nos entre por un oído y nos salga por el otro. Un por favor, bien dicho, a tiempo, predispone a la escucha. Si además, está expresado no como algo debido, sino como algo rogado, susurrado, entonces todavía incluso mejor.
Lo siento. Digamos que si escuchar es importante, pedir disculpas es también un buen comienzo de diálogo. No sólo porque el que mucho habla mucho yerra, sino simplemente porque nos hace más cercanos: equivocarse, dice el dicho, es de humanos; rectificar, de sabios.
Si escuchar es importante, saber callar lo es aún más, porque supone apertura mental. Escuchar es no interrumpir. Se escucha con el corazón: porque las cosas importantes sólo se entienden con el corazón. Alguien me hizo observar cómo dos personas iban por la calle hablando a la vez. Y se preguntaba ¿cómo se podrán entender? Aunque no siempre escuchar y callar suponga otorgar, estar de acuerdo, sí supone, en cambio, un esfuerzo por tratar de “comprender”. No pocas veces se oye la expresión: “Si me escucharas, me entenderías”.
Recientemente se ha cesado a un director general por una expresión inconveniente, aunque el mismo interesado manifestó que el término utilizado era desafortunado. No le ha valido, quizá porque no era valido de la Consellera correspondiente. Una forma de quitarse de encima a alguien al que posiblemente no se le consideraba de confianza. Podía haber sido de otra forma, siempre hay modos mejores de hacerlo, y no aprovechando un lapsus verbal en público, aún cuando quisiera explicar algo que, en el fondo, tuviera una parte de razón.
Pero la percepción de la realidad es, en última instancia, lo importante. No basta con tener razón si no eres capaz de transmitirlo. Porque como bien dicen los que entienden de esto, comunicación no es lo que dices, sino lo que percibe el receptor. Y ¡hay tantos malentendidos en el mundo! Precisamente por eso, hay que hacer ese esfuerzo por tratar de captar no sólo la parte de la realidad que me interesa, sino la realidad total, también aquella que importa a los demás, aunque a uno mismo le dé igual e incluso esté en franco desacuerdo. Sólo de esta manera nos hacemos sujetos también a la consideración: a que nos digan por favor y lo siento.