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Dos poderosas razones

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Terelu, en su enésima entrevista más sincera, confiesa que no se siente a gusto con su cuerpo. Vaya por Dios. Y eso, amigos, es portada de revista. Pero independientemente del calado intelectual y biografías trepidantes de los famosillos que nos han tocado en suerte, las declaraciones de la hija de María Teresa Campos le dieron qué pensar.

No conoce ni a una sola mujer –adolescente, adulta o similar- que esté reconciliada con su cuerpo. La mayoría, entre los 35 y 40, van –vamos- de mujeres resueltas, vividas y de mundo, que han resuelto sus complejos. Y aunque en la mayoría de los casos es cierto y no nos cambiamos por las desnortadas veinteañeras del metro, siempre hay algo que está de más. O de menos.

Dos poderosas razones

Foto: Cortesía de Hola

Eso se sabe en la intimidad del dormitorio con un nuevo amante o la tarde gloriosa en la que una sale pronto del curro y se escapa al gym. Y cuando se mira al espejo, los ojos se clavan en lugares que quizá otras miradas no reparan. Porque los complejos no los curan los médicos.

Todo radica en lo mismo: toleramos mal la evaluación ajena. A nadie le gusta ser juzgado. Todo el mundo quiere encajar. Y las mujeres, más. No importa el éxito profesional, los hijos, la familia, los amigos. La perfección debe imperar en todo. O no ser.

Pero en la belleza hay un componente psicológico que no debería pasarse por alto. La belleza, además, de un canon inamovible es fundamentalmente un estado de ánimo, una actitud. La autoaceptación es clave para aquello que proyectamos. Y una imagen de una persona que se gusta a sí misma es una persona que se relaciona bien con los demás.

En una sociedad en la que prima la imagen sobre otras tantas cosas, la simetría y el culto al físico -también en los hombres- se debería dotar a los adolescentes de otras poderosas razones para salir al mundo.


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