Si bien no tengo mucho tiempo para ver todas las series que me gustaría, cuando me engancho a alguna soy extremadamente fiel a ellas, y cuando terminan siento una punzada que tarda en desaparecer. El año pasado me pasó con “Breaking Bad”, y este año la acusé en gran medida tras el final de “Mad Men” y mi añorado Don Draper.
Esta semana volví a sentir lo mismo tras ver el último capítulo de “Downton Abbey”, aunque me quede el consuelo del capítulo especial de Navidad para digerir mejor la pérdida. Han sido 55 capítulos y seis especiales navideños a lo largo de seis temporadas que han relatado las vivencias de la familia Crawley, condes de Grantham entre 1912 y 1925, años que significaron grandes cambios dentro del la tradicional y rígida sociedad británica.
La serie es un folletín de los de toda la vida, centrándose en las vidas de los numerosos personajes que componen la aristocráticafamilia y su servidumbre (como ya lo había hecho la misma televisión británica ITV en los años setenta con la mítica “Arriba y abajo”),y sobre todo en los grandes cambios que se vislumbran en lasprimeras décadas del siglo XX. El creador y guionista de todos los episodios es Julian Fellowes, ganador del óscar por el guión de “Gosford Park” en 2002, película que anticipa en gran medida a “Downton Abbey”.
Sobra decir que la ambientación, dirección artística y fotografía son sobresalientes, como en todo serie británica de calidad que se precie, recordándonos a menudo a la espléndida “Retorno a Brideshead”. Llama la atención lo bien engarzadas y montadas que están todas las historias que aparecen en cada episodios, con escenas bastante breves que aportan un ritmo muy alegre a cada uno de ellos (al contrario de lo que sucede en
nuestro icono “Juego de Tronos”,con escenas mucho más largas, e historias más compartimentadas). Los problemas se suceden en cada episodio y se resuelven con la misma agilidad.Las seis temporadas son muy entretenidas y no decaen en ningún momento, con idas, venidas y apariciones de nuevos personajes que mantienen nuestro interés. La única historia que se hace cansina son las tribulaciones de Anna y el Señor Bates, haciéndose interminable su historial de desgracias, problemas con la justicia, de salud... que nos llegan a desesperar, faltando sólo que aparezca un hombre de color yles sodomice, cosa que por cierto no le vendría mal a la frívola de Lady Mary, que a lo largo de toda la serie mantiene en vilo con sus dimes y diretes en cuanto a amoríos, a todo el personal masculino del condado de Yorkshire y sus alrededores.El reparto por supuesto es impecable y soberbio (imprescindible apreciar el impecable inglés en versión original)con intérpretes de gran calidad, destacandola americana Elizabeth McGovern (inolvidable en “Érase una vez en América”) como la entrañable Cora Crawley, Michelle Dockery como la comentada Lady Mary, y en especial la impresionante Maggie Smith (“Una habitación con vistas”, “Gosford ParK”) como la Condesa viuda, el mejor y más cuidado personaje de la serie, afilado como un bisturí. En la servidumbre destaca por encima de todos el soberbio Jim Carter (impresionante voz) como Míster Carson, mayordomo y guardián de las tradiciones de Downton Abbey.Destacan también lasaparicionespuntuales de actores consagrados en jugosos papeles, como Shirley MacLaine en el papel de abuela materna de los Crawley, dando contrapunto a Maggie Smith, nuestro admirado Ian Glenn (Sir Jorah de “Juego de Tronos”)como pretendiente de Lady Mary, el gran Paul Giamatti, y el solvente Mathew Goode (“The Good Wife”, “Match Point”).La última temporada de Downton Abbey ha estado a la altura, con entretenidas tramas, excepto posiblemente la de la contienda del hospital, carente de cierto interés. Resulta impresionante la recuperación milagrosa de Robert Crawley de su úlcera sangrante (sin haber perdido un solo kilogramo de su oronda figura tras una gastrectomía de urgencia), así como que la mojigata Lady Edith haya encontrado por fin su media naranja, ya que estoy seguro que en el capítulo especial de Navidad sellen su amor en el happy end final.
Esperemos que nuevas series vayan rellenando los huecos que nos van dejado series inolvidables que nos acompañarán toda la vida.