Revista Cine
Me gustan los vampiros pero, sobre todo, Drácula. Soy fan de Drácula, y del vampirismo en general, desde que era una niña y siempre que se estrena una película de este tema, acabo pasando por caja para verla. Reconozco que cuando me enteré de que la Universal preparaba nuevo proyecto y encima centrándose en los orígenes de este personaje, se me pusieron los dientes largos porque creía que iba a salir algo decente. Pobre de mí.
En Drácula, la leyenda jamás contada conoceremos los orígenes de Vlad Tepes(Luke Evans) y como por amor a su patria y a su familia acabaría convirtiéndose en Drácula, el vampiro más famoso de todos los tiempos.
Drácula, la leyenda jamás contada es una película de aventuras llena de efectos especiales que usa el mito de vampiro como tema vehicular para darle más empaque a una cinta de lo más mediocre. No puedo decir que sea una película terrible porque, a nivel visual, está muy bien trabajada, tiene unos efectos especiales espectaculares y su banda sonora es remarcable. Lamentablemente, lo demás es de lo más flojo. A nivel actoral es penosa, básicamente porque los actores no tienen tiempo de darle forma a sus papeles ya que únicamente esbozan los personajes tirando de topicazos (el héroe inquebrantable, su sufrida esposa, el malo malísimo…) y lo demás se suple con efectos digitales. Tampoco hay mucho que destacar de la historia, no me funciona ni como biopic de Vlad Tepes ni como nueva aportación a la mitología vampírica pero lo peor es que esta película venga de la mano de la Universal, la productora que llevó la figura Dráculaa lo más alto.
Dejando de lado lo que me molesta, a nivel personal, que hayan tratado de esta manera a mi personaje de ficción favorito lo que me parece imperdonable es lo aburrida que es esta película. Una película de aventuras épicas de tan sólo 90 minutos de duración que se haga pesada y lenta es lo peor que te puede pasar porque, sino te atrae el tema y los efectos especiales no te llaman la atención (como era mi caso) se te va a hacer eterna. Es más, es tan sumamente aburrida y aporta tan poco, que hacer una crítica medianamente extensa de esta película es una ardua tarea, casi tanto como ver esta Drácula, la leyenda jamás contada.
Como veis aún no me he referido ni una sola vez al vampirismo y eso es porque, excepto un par de escenas, este tema brilla por su ausencia. El hecho de que una película sobre el origen del vampiro más famoso toque de pasada el tema del vampirismo para mí ya es razón suficiente como para considerar esta película como una de las peores que han tratado este tema nunca. Ni de lejos es la peor película de vampiros que he visto porque, como sabéis, soy muy dada a ver todo tipo de bodrios y subproductos de serie B pero lo que no tiene nombre es que una película llamada Drácula, la leyenda jamás contada trate el vampirismo como un aspecto casi irrelevante en el desarrollo del personaje.
No hace falta que os diga que ni me ha gustado ni la recomiendo pero, por desgracia, creo que lo peor está por llegar. Todos sabemos que Hollywoodfunciona a base de dólares pero duele ver como la Universal defenestra de tal manera el que ha sido uno de sus personajes estrella. Y lo peor es que esta no va a ser la última vez que lo hagan, primero, porque no me extrañaría que esta película tuviera una continuación, y, segundo, porque la propia Universal ha confirmado hace poco que trabaja en un ambicioso proyecto en el que pretenden hacer películas protagonizadas por los denominados monstruos clásicos (Drácula, Frankenstein, la momia, etc.) además de una película en la que aparezcan todos juntos, siguiendo la estela de Los Vengadores. Después de ver este atentado cultural hacia la figura del vampiro más grande, permitidme que me deje llevar por el pánico que me provocan los futuros movimientos de la Universal.
Mi conclusión sobre Drácula, la leyenda jamás contada es muy sencilla: debería llamarse Drácula, la película que nunca debió ser rodada.
PD: Luke Evans es un señor de lo más atractivo pero por mucho que le pongan una armadura inspirada en la que lucía Gary Oldman en Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992) no le va a llegar ni a la suela de los zapatos. He dicho.