Revista Cine

Dragonslayer, EE.UU. 2011

Publicado el 26 junio 2013 por Cineinvisible @cineinvisib

Absolutamente fascinado por este retrato, de rabiosa actualidad, sobre un sector de la juventud. El azar de los estrenos logra unir dos películas con el mismo tema, unos jóvenes que flirtean con el delito, de un mismo espacio geográfico, el estado americano por excelencia del lujo y la decadencia, al mismo tiempo, California. Un fondo idéntico para un tratamiento y resultado radicalmente distinto: Dragonslayer de Tristan Patterson y The Bling Ring de Sofia Coppola. D1El cineasta de esta película, premiada con los galardones del jurado al mejor documental y fotografía en el Festival South by Southwest® de Austin (que, al tiempo que avanzan sus ediciones, se confirma como el Rotterdam americano, por su exquisitos descubrimientos del mejor cine indie) o en Festival canadiense de documentales Hot Docs, narra en una cuenta atrás, del más optimista 10 al más desesperado 0, captando a la vez, la vida de un medio famoso skater adolescente californiano, Josh ‘Skreech’ Sandoval, con la frescura y la inteligencia de las mejores ficciones.D2Adolescentes, skate y piscinas se han convertido en la marca de cineastas, como Larry Clark, uno de sus padrinos, y casi en un subgénero con sus fieles seguidores. Como Ícaro, intentando despegarse del suelo, el protagonista va desgranando retazos de su vida. Sus momentos de intimidad con Leslie -su nueva novia-, sus inquietudes (en lo que respecta a su hijo), sus sueños más inconfesables, sus miserias para sobrevivir en la América que no sale en los blockbusters y sus momentos de éxtasis (provocados por sustancias no muy recomendables). D3Con una fotografía de verdadero lujo (ya quisieran para ellas, las petardas de la banda Bling Ring de Coppola estar fotografiadas por esa arrogante luz que ha sabido captar el director, pero de éstas ya hablaremos próximamente), unos espacios alucinantemente cinematográficos y la evolución de la piscina como mito (las de las grandes estrellas de la época dorada de Hollywood, pasando por la crisis de la modernidad en The Swimmer (1968) de Frank Perry, encarnado en Burt Lancaster, para llegar a las de hoy, al abandono, y ocupadas por unos críos que no pueden hacer nada más barato que patinar en sus skates durante días y días, 365 veces al año).D4El resultado no puede ser más consecuente y lógico, además de hipnótico y cautivador. Con momentos sublimes como las camisetas como cronologías de una existencia, surrealistas como el de uno de sus compis divagando sobre la metafísica de Spinoza o tiernos en el momento que intenta desplegar el cochecito de bebé; o réplicas como la sublime “yo no sé tanto para ofenderme o no puedo dejar que me vaya bien”. Los compañeros de la distribuidora de cineastas independientes, Cine Binario, vuelven a acertar con su sólido y cuidadoso catálogo.  D9La mejor radiografía de una juventud que ha abandonado un sistema que se encuentra en plena explosión. En una escena mientras la pareja protagonista mira hacia ambos lados, cegados por un sol radiante, se escucha, casi en un susurro, en algún momento hemos girado por donde no debíamos, (un breve silencio de un par de segundos), nos hemos perdido. En ese preciso instante tuve que reprimir unas inmensas ganas de llorar.


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