De los creadores de la burbuja inmobiliaria, la burbuja de las cervecerías La Sureña y la burbuja de las pizzas en porciones para llevar llega... la burbuja de los pastelitos.
Madrid está llena de cafeterías y pastelerías cuquis que han desterrado para siempre los croissants bañados en almíbar industrial y las palmeritas Codan duras como adoquines. Ahora los escaparates parecen obras de arte llenos de delicados macarons, exquisitos pasteles de fruta o tartas de zanahoria a las que dan ganas de pedir en matrimonio.
Los pasteles de Fonty están hechos con harina, huevo, azúcar, esencia de querubín y lágrimas de unicornio.
La competencia en el género de la gastronomía bonita es feroz y más cuando los clientes pueden opinar lo que les salga del toto en ese gran invento que es Trip Advisor. Ahora los restaurantes de tortilla congelada y paella recalentada de la Plaza Mayor no tienen escapatoria. No pueden confiar en engañar a los turistas que están de paso con la seguridad de que nunca más van a volver... porque esos turistas consultan el Trip Advisor y ya saben de qué restaurantes hay que huir como de la pólvora.
Para aquellos que usan internet sólo para consultar su correo y ya (que alguno habrá) os cuento que Trip Advisor es una página donde el usuario puede opinar y poner nota a hoteles, restaurantes, museos, atracciones varias... en definitiva a todo lo que uno hace cuando viaja (comer, beber, dormir, ver sitios interesantes). A más opiniones positivas más alto aparece el lugar en cuestión en el ránking y así el usuario que consulta la página puede decidir en qué hotel dormirá o en qué restaurante comerá basándose en las críticas ajenas. Para opinar uno simplemente tiene que darse de alta y elegir un nombre de usuario y una contraseña. ¿Y eso qué significa?, ¿que es todo súper democrático? ¡No! Que deja la puerta abierta para que la competencia te ponga a caldo.
Y así acaba desatándose el drama en Trip Advisor, con dueños obsesionados dispuestos a rebatir cualquier opinión adversa para defender así su privilegiada buena posición en el ranking de Trip Advisor.
Así está el dueño de Fonty, una pastelería muy cuqui de Retiro, obsesionado con Trip Advisor y contestando, personalmente, a todas las opiniones. Con las buenas gasta un par de líneas y muchos agradecimientos. Con las malas derrocha ingenio y mala baba.
El dueño de Fonty tiene una cruzada personal contra los clientes con niños pequeños, a los que pretenden cambiar de pañal ahí, en medio de las tartaletas y cuyos cochecitos no dejan pasar a los demás:
Cuando un cliente se queja porque considera que el menú del día es escaso, el dueño de Fonty (al que a estas alturas ya imaginamos tecleando con rabia, mientras masculla cosas ininteligibles para sí mismo) le suelta que es una pena que no le guste el menú y que vaya mejor a otros sitios como Alkalde donde se podrá tomar "un vaso de agua por 12 euros".
Cuando un cliente critica la mala educación de los camareros, el dueño de Fonty contesta que "la hostelería es un arte y no un servicio de guardería" y que vaya a "otras opciones, muy buenas, el McDonald's es la mejor para usted".
Cuando un cliente se queja por todo (un bollo chicloso, niños ruidosos, demasiada gente) nuestro hombre enfadado le dice "sentimos que el ruido te aturda, que haya tanto lío, tanta gente, tantos perros feos, tantos niños malos, sentimos que todo te haya realmente hecho sufrir tanto".
En este debate que ni "Sálvame diario", también opinan antiguos trabajadores de Fonty, que se hacen pasar por otras personas para dar una mala crítica pero... ¡ja! eso no engaña al dueño, que los caza al vuelo y los acusa de preferir trabajar en negro en discotecas.
Y vosotros, ¿pensáis que el dueño de Fonty ha perdido el norte y un día de estos saldrá en las noticias por haber lanzado pastelitos contra una clienta y su bebé al que ha osado cambiar ahí en medio del salón?, ¿o simplemente es alguien que ama tanto lo que hace que se siente profundamente ofendido ante cualquier crítica?, ¿cuándo vamos a Fonty?