En el año 1697, el holandés Nicolás Hartsocker decía que dentro de un espermatozoide había un hombre pequeñísimo, microscópico. Los "Animálculos". Cuando este ser preformado ingresaba al óvulo comenzaba a desarrollarse y a crecer, hasta que nueve meses después ¡voilá! Un niño más llegaba al mundo. Hoy se sabe que el espermatozoide es una célula haploide que constituye el gameto masculino, lleva la información genética necesaria para definir el sexo de la nueva vida. Nicolás fue uno de los precursores en la invención de los microscopios, un científico más que reconocido en su época. Sin embargo, cuentan que a veces se dejaba llevar por su imaginación y sus investigaciones a veces se empapaban de ésta. También dicen que era muy bondadoso, al punto que algunos abusaban de dicha bondad. Inútilmente busqué en internet un retrato suyo. Me hubiese gustado ver una aproximación de su rostro; lo imagino cachetón, pero tirando a escuálido. Con ojos grandes, con un poco de cara de loco. Imagino su laboratorio y su afán por explicar los misterios del cuerpo humano, y digo misterios porque en aquel entonces no se contaba con los recursos del presente.
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