Eclipse
Cuenta la leyenda que la Luna estaba enamorada en secreto del Sol. Le encantaba su fuerza y su capacidad de emanar calor. Era pura energía y la contagiaba, irradiaba vida. Era único, tenía luz propia. Y hacía tiempo que la Luna se había dado cuenta de que la luz del Sol a ella le hacía brillar.
Pero suponía un amor imposible. Él era mayor que ella (¡400 veces!) y estaba tan lejos… Además, era una estrella, le llamaban “el astro rey” y ocho planetas giraban a su alrededor; la Luna, sin embargo, un mero satélite. Jamás se fijaría en ella.
Cuenta la leyenda que el Sol andaba enamorado en secreto de la Luna. Le parecía preciosa, elegante. Era increíble cómo -con tan poco helio- conseguía relucir con aquella intensidad, iluminar las noches de los amantes e inspirar canciones y poemas. Cómo, aún siendo menuda, lograba transformar las mareas. Cómo se mostraba de 28 formas distintas (le gustaban todas). Era maravillosa.
Pero estaban a una gran distancia y eran muy distintos. Para colmo, temía hacerle daño si se acercaba. Ella nunca se fijaría en él.
Se le ocurrió entonces al Sol una idea brillante (como no podía ser de otra manera): se colocaría exactamente 400 veces más alejado de la Tierra que la Luna. ¡Qué astuto!, desde allí se verían ambos del mismo diámetro.
Así lo hizo y, periódicamente, coincidían de manera perfecta. Un encuentro que para todos los demás (incluida la propia Luna) era totalmente casual. Un encuentro que duraba apenas unos segundos, pero que ellos dos recibían como un ansiado abrazo infinito.
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* En otras ocasiones la Tierra se ponía en medio, pero eso ya es otra historia…