Revista Ciencia

Economía con Hombres de maíz

Publicado el 22 febrero 2014 por José Luis Ferreira

Economía con Hombres de maíz
Miguel Ángel Asturias, en su novela Hombres de maíz, escribe la historia de Goyo Yic y Mingo Revolorio, quienes compran aguardiente en un pueblo para venderlo en trago a trago en las festividades de Santa Cruz. Hasta allá tienen que andar, cargando por turnos la garrafa llena de veinte botellas de aguardiente. El cansancio y el frío les lleva a protagonizar la siguiente historia, que me recuerda a cómo muchos hacen sus cuentas cuando intentan hablar de Economía:

   -¡Compadre! -no se aguantó más-, ¡compadre Mingo, yo le compro el trago! -traía en la bolsa, por todo traer, los seis pesos que le quedaron al pagar el garrafón, las veinte botellas y la guía.
   -Si es pagado, no hay inconveniente.
   -Y anticipado para que no desconfíe.
   -No le permito, compadre, que me llame desconfiado con usté que es mi socio en este negocio. Lo que pasa es que gratis yo no podía darle el trago. Era pasar sobre el convenio.

.... (pasa el tiempo y ahora es Mingo quien necesita el licor)

   -Compadre... -le dijo, con la mano en el pecho, no se le notaba lo pálido, porque era blanco-, me estoy alcanzando, ya no respiro...
   -¡Trago quería usté, compadre!

... (siguen andando y siguen comprándose tragos por turnos)

   -Trato es trato y a mí me toca cargar ahora.
Mingo Revolorio, con los brazos tunquitos que movía a lo muñeco, le quitó la carga entre risas y manoseos.
   -Bueno, compadre, pero allá si le hace mal, y espere tantito, no se apresure, que antes que se eche el garrafón a la espalda, voy a querer mi trago.
   -¿Vendido?
   -Seis pesos que aquí tiene. Toda la venta al contado, compadre, porque si no nos ruineamos.

....

   -Quizás no le moleste, compadre, apear un poco y venderme un trago. Me se alcanza el corazón, la palpitación la tengo dispareja.
   -No, compadre, no es molestia, es bien para los dos, porque usté se beneficia tomándose el trago si se siente malo, y los dos ganamos, porque la venta es al contado. Lo malo sería que usté y yo fuéramos trago y trago de puro obsequio.

...

El garrafón, cada vez más exhausto, pasaba de las manos de un compadre a las manos del otro compadre, y los seis pesos -la venta era al riguroso contado- cambiaban también de mano.

... (después de mucho andar de noche, mucho platicar y no menos aguardiente se encuentran con la garrafa vacía)

   -¡Ruindad del guaro cabrón -se quejó Tatacuatzín- que nos tiene aquibotado el negocio!...Ne...gocio...¿qué ne, ne negocio vamos a poder hacer así? ¡Ricos nos hubiéramos hecho, verdá, compadre Revolorio?...Pero ái está que...¿qué?...decí....decididamente, qué es lo que está...porque el guaro no está...no está el guaro, pero está el importe y está la ganancia, porque se ha vendido sólo al contado...de seis pesos en seis pesos se ajuntó mucho y mi compadre Mingo lo tiene ái guardado en las bolsas... ái me lo va a contar cuando lo saque, hagamos cuentas y me dé mi parte, por cuanto soy su socio...
   Revolorio roncaba.
   -¿Dó...dó...dónnn...de está el pisto, compadre? -siguió Tatacuatzín-; la venta jue al contado y debemos tener algo más de lo que pusimos usté y yo, de los o...o... ochenta que pusimos usté y yo. ¡Doscientos pongamos que hay!...

Termina la historia con el auxilio municipal, que les cayó encima por escandalizar en despoblado, sospechosos, además de vender licor de alguna destilería ilegal. Como la garrafa estaba vacía y no tenían más que seis pesos no pudieron demostrar el delito. Los compadres acabaron aceptando que habían extraviado el dinero para salvarse de la acusación, pero dudando cada uno del otro, si había perdido efectivamente la ganancia o si ésta había desaparecido por arte de magia.

 


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