Revista Opinión

Economía estrellada

Publicado el 29 enero 2013 por Carmentxu

¿Crisis? ¿Qué crisis, cuando el dinero corre a espuertas y desborda las calles hasta desaparecer por la rejilla de las cloacas? Como nuevos ricos, nos permitimos el lujo de tirarlo por los sumideros sin que nadie lo impida ni parezca escandalizarse. Pero no solo corre vertiginoso por las calles. El dinero, el invertido en educación, cultura, salud,…, también vuela y lo hace en low cost hacia otros países de Europa, Sudamérica, Estados Unidos,… a una universidad de prestigio donde se asienta, llama a más dinero y crea riqueza; a un centro de investigación o, por qué no, a un pequeño hotel a las afueras de Edimburgo donde alguien alcanzará un nivel de inglés impensable de haberse quedado en España. Allí los conocimientos empaparán como fina lluvia que irá calando hasta los huesos y, entonces, en alguno de esos lugares donde se inventa, empezará a surgir algún brote verde. Pero será lejos. Y, paradójicamente, cuanto más se recorta, que en esas estamos aquí, más dinero se despilfarra por las cloacas. Y con él se va también un futuro  solo apto para aventureros o para quienes nada tienen que perder ni nada dejan detrás. Y sin futuro no hay esperanza.

¿Alguien sabe de qué es capaz un pueblo desesperado sin nada que perder? Quienes nos gobiernan sí. Por eso no están por la labor de atajar el problema y es que hacerlo supondría reconocer que existe y dar pie. Son así. Lo fácil es optar por la táctica del avestruz y esconder la cabeza bajo tierra. También sirven los cristales ahumados de un coche oficial o de un ministerio. Y parapetados tras las defensas, confundir la realidad con una ilusión óptica y negar así el problema achacándolo a los efectos de alguna seta alucinógena que alguien confundió con un brote verde. Sin esperanza sería muy fácil lanzarse a la aventura (la islandesa podría ser un buen principio), armarse de valentía y romper los trastos superfluos para mudarse solo con lo esencial. Y ellos, renunciar, si fuera preciso, a la comodidad del hotel los días de sesión, a los viajes en clase business, al coche oficial, al poder y a esa insultante sensación de impunidad que solo gozan los poderosos que se saben privilegiados.

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Por eso siguen con la murga de la esperanza y anuncian un cambio de tendencia en un futuro inconcreto: ni muy lejano para mantener la tensión ni muy cerca para que no se desaparezca el espejismo. Como la luz de las estrellas que nos llega miles de años después de ser emitida. Mirándolas en una noche despejada, sin contaminación, nos sentimos pequeños, relativos, pero es sólo un reflejo del pasado. Ahora podríamos ser muy grandes, solo con un poco de valor.


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