Soy la pesadilla de cualquier de cualquier profesor de economía, y de muchos vendedores también. Compro poco, pero antes de cualquier inversión me hago muchas preguntas. Recorro la ciudad para conseguir papel higiénico reciclado, porque el supermercado del barrio no lo ofrece, gasto una fortuna en la estructura de la nueva cama con tal de asegurarme de que sea de madera sostenible (sello FSC) y hecho en España… Y por todo eso, soy incompatible con la idea de que para salvar la economía hay que promover el consumo.
Esta idea de que saldremos de la crisis gracias a un aumento del consumo ha estado presente desde el inicio. Muchas de las acciones de los gobiernos se destinaban a aumentar el poder adquisitivo de los ciudadanos, ya sea con pagas extras o reducción de impuestos. La teoría es que cuando la gente tiene más dinero, gasta más en compras, por lo tanto hay que producir más lo cual genera empleo y como por arte de magia nos hace volver a una economía de crecimiento. Eso “en teoría”…
La realidad no es tan simple, por (como mínimo) dos razones:
- Cuando las cosas van mal, la gente tiende a ahorrar, aunque dispongan de más dinero. Nunca se sabe cuando volverá a ir mal.
- Para que el consumo se traduzca en empleo dentro del país, los productos comprados tienen que ser de este país. Si los consumidores aumentan las compras de productos de China, el empleo se generará en China.
Quizás la solución no depende de cuanto dinero (más o menos) se pueda distribuir entre los consumidores. Quizás tenemos que plantearnos una economía que no se base en el consumo constante, sino en la felicidad y satisfacción de cada uno. Si todos gastamos menos dinero, se requieren menos productos y servicios. Todos podríamos trabajar menos, ya que necesitaríamos menos ingresos y el tiempo extra lo podríamos invertir en la familia, el voluntariado, nuestro hobby preferido…
Pero claro, eso significa que la economía dejaría de crecer. Significa que algunas personas perderían mucho dinero. Significa que ya no podríamos concentrarnos en el sin fin de tareas para no pensar en qué era lo que queríamos de verdad.
¿Será que es más fácil simplemente seguir quejándote del status quo?
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Imagen: el mundo de laura / flickr