Publicado por José Javier Vidal
Los amigos de la La Cloaca me invitan a que escriba en su blog sobre la materia de la que el Estado acredita, eso dice el título que tengo colgado en una pared de mi casa, que sé algo: Economía.
La idea me gustó, acepté entusiasmado la invitación y me puse ante el papel en blanco, mejor dicho, ante la pantalla con el documento de Word en blanco, y ahí me quedé…No por falta de ideas, sino todo lo contrario. La importancia de la economía en nuestras vidas, tanto en la de nuestras sociedades como en las nuestras propias como individuos, es innegable. Y los medios de comunicación se hacen eco de esto dedicando buena parte de su espacio a la información económica. Cada día, cuando consulto las noticias en Internet, echo mi rato de tweets o, los domingos, leo detenidamente la edición física del periódico – en eso soy muy clásico, me gusta sentir el tacto del papel en mis manos mientras me demoro con delectación en el desayuno – son muchos los artículos de economía que encuentro de interés. De tanto interés que pienso que son dignos de ser difundidos para que lleguen a lectores preocupados por conocer la sociedad en la que viven, entender el mundo que les rodea, lectores bien preparados intelectualmente pero a los que la “ciencia triste”, como la denominó el historiador Thomas Carlyle, les impone mucho respeto y que, por una razón u otra, jamás se adentrarían en los suplementos color salmón de ningún diario.
Y no se trata de algún artículo o noticia aislada, ocasional, sino de todo un torrente informativo al que, si se quiere hacer una labor divulgativa medio decente, hay que enfrentarse con una idea clara de la línea que se piensa seguir. Eso era, esa línea a seguir, lo que me faltaba. Mientras no la tuviese no me atrevería a empezar una labor que, por otra parte, me motivaba y me motiva enormemente. Me gusta la economía, me gusta escribir, tengo la oportunidad de llegar a lectores. ¿Por qué no hacerlo?.
Pero, como en el relato de Poe, muchas veces no somos capaces de ver justamente lo que tenemos delante de los ojos. A mí, creo, me estaba pasando algo parecido. ¿Qué mejor hilo de conductor que explicar los conceptos básicos de la economía?. ¿Cuáles son las leyes que rigen el comportamiento económico?. Más todavía, ¿Existen ese tipo de leyes, como las de la física o la química, en economía?. ¿Cuáles son los instrumentos de política económica?. ¿Hasta qué punto y cómo pueden influir los Estados en la economía?. ¿Dónde acaba la economía como ciencia y continúa como ideología disfrazada de ciencia o técnica?. Todas esas son las cuestiones que pretendo, no responder – soy modesto y plenamente consciente de que eso está fuera de mi alcance – pero sí exponer con la mayor claridad posible cual es el estado actual del conocimiento y del pensamiento sobre la materia.
Por supuesto que en esta serie de artículos sobre los conceptos y las leyes básicas de la economía, sobre, digámoslo así, las piezas que componen ese motor para poder entender mejor cómo funciona, también habrá lugar para comentar noticias de actualidad, para hablar y discutir de cuestiones candentes. Para acercar, en suma, la realidad económica a todos los lectores de este blog.
Y para empezar, lo mejor es hacerlo por el principio. Así que hoy comenzamos explicando qué es la economía. De las muchas definiciones que se han dado, la que creo más acertada es, sin duda, la del economista Lionel Robbins: “La economía es la ciencia que estudia la satisfacción de las necesidades humanas mediante bienes que, siendo escasos, tienen usos alternativos entre los cuales hay que optar”.
Piensen los lectores: Los seres humanos tenemos necesidades – alimentación, vestido, vivienda, educación, salir de copas con los amigos o fardar de coche último modelo…- y los bienes de los que disponemos para satisfacerlas son escasos, es decir, por grande que pueda ser la cantidad en que existan, ésta no es infinita – las materias primas no son inagotables; el suelo existente en el planeta tiene un límite; por más que nos empeñemos, el día tiene sólo 24 horas…-, bienes que, además, son susceptibles de usos alternativos entre los que tenemos que optar – una determinada cantidad de hierro, por ejemplo, podemos emplearla en fabricar un carro de combate, un arado o en construir una fantástica línea de AVE entre dos pequeñas capitales de provincia de la meseta española en la que viajarán 35 viajeros al día…-
Esta última cuestión se ha explicado tradicionalmente en los manuales como “el dilema entre cañones y mantequilla”. Suponiendo que una sociedad dada sólo pueda producir dos bienes – cañones y mantequilla -, tendrá que decidir si dedica todos sus recursos a fabricar únicamente cañones, a producir exclusivamente mantequilla o a una combinación de ambos bienes. Todas las opciones son materialmente posibles, elegir entre una u otra es una cuestión de prioridades y preferencias de esa sociedad en un determinado momento. Esto nos lleva a una distinción clave en la economía: Las leyes de la producción y las leyes de la distribución. Las primeras son para muchos economistas tan inmutables y objetivas como las leyes naturales, de hecho para ellos son leyes naturales. Las segundas, en cambio, no tienen nada de inmutables, dependen de la escala de valores, de los presupuestos éticos del grupo humano dentro del cual se realiza la distribución.
La distinción anterior está estrechamente relacionada con otra también básica en esta disciplina. Me refiero a la que distingue entre economía positiva, es decir, la que realmente existe, independientemente de que nos guste o no, y la economía normativa, esto es, la que consideramos que sería la ideal. Ésta, nuevamente, dependerá de los valores y principios aceptados y compartidos por una sociedad.
Por último, concluyendo este artículo inicial de la serie, conviene aclarar dos conceptos fundamentales que usan los economistas para manejar sus teorías e intentar entender con más claridad la realidad económica, conceptos que frecuentemente se transmiten, y se entienden, incorrectamente: Microeconomía y macroeconomía. La primera estudia el comportamiento individual de los agentes económicos – empresas, individuos como productores o como consumidores, etc. – y pretende explicar cómo se forman los precios de cada bien y servicio y sus relaciones, el nivel de salarios, el margen de beneficios y las variaciones de las rentas. La segunda, en cambio, estudia las variables agregadas de la economía, es decir, el nivel general de precios, no el precio de un bien individual en concreto, por ejemplo. Y lo mismo con la producción total de un país, el empleo, las transacciones con el exterior, la inflación, etc.
Esto es la economía, éstos son los problemas de los que se ocupa, éstos son los aspectos de la vida humana que intenta solucionar, éstas son sus herramientas conceptuales. De manera objetiva, claro – se pretende que la economía es una ciencia – pero, cuidado, bajo esa “objetividad científica” se esconden muchas veces lo que no son más que meras justificaciones ideológicas, o intentos de legitimación, de relaciones de poder. Intentaremos tratar todo esto en los siguientes artículos.