Revista Cine

“Eden Lake” -bajad la música chicos-

Publicado el 07 mayo 2011 por Cinefagos
“Eden Lake” -bajad la música chicos- 

“¡Solo son niños!”

-Abi (Tara Ellis).

Es una pena ver lo poco que se reconoce que un género, como es el terror, hasta hace poco estancadísimo en sus formas, esta resurgiendo poco a poco gracias a los nuevos enfants terribles procedentes del viejo continente, si, aquí, en Europa. Buena prueba de ello lo encontramos en el cine francés con las intensas -aunque algo efectistas- “Martyrs” o “A l’interieur”. Y hay buena prueba de ello también en ese sub-género que esta cobrando vida llamado “torture-porn”, representado mundialmente por sagas como “Hostel” o “Saw” -de una más que dudosa calidad- o con películas mucho más interesantes como la australiana “Wolf Creek”. Bueno, entre todo este circo de sangre y visceras, de vez en cuando nos encontramos con cosas crudas pero con sentido, cosas filmadas con seriedad, pulso y un firme propósito, cosas como “Eden Lake (2007).

Conceptualmente se podría considerar a Eden Lake la evolución lógica -o la traducción a nuestros días, salvando las distancias- de los conceptos planteados en películas como “Perros de Paja” (Sam Peckinpah, 1970) o “¿Quien puede matar a un niño?” (Narciso Ibáñez Serrador, 1976) con la diferencia de que ésta utiliza unos cuantos artificios más propios de hoy en día. La ópera prima del inglés James Watkins nos narra la historia de una feliz pareja de urbanitas, Jenny (la preciosa, a falta de otras palabras, Kelly Reilly) y Steve (Michael Fassbender) que emprenden un fin de semana rural, a un plácido lago llamado Eden. La cosa va bien hasta que aparecen un grupo de jóvenes púberes que no tienen otra cosa que hacer que molestar al personal con su música, gritos y demás. Lo que empieza siendo una estúpida riña acaba mucho peor de lo esperado.

Lo que más define la lograda estructura de esta película es su crescendo. Watkins filma con pulso firme una película que podría fácilmente convertirse en otro producto hiperbolizado tan propio de nuestros días, pero consciente de la manía por parte del espectador en adelantarse a los hechos, juega con el ritmo interno de la película y nos va mostrando pequeñas dosis de lo que poco a poco, definirá el tono de esta impresionante “tour de force” (seguramente a los espectadores ávidos por el morbo y lo precoz se verán algo desilusionados por el tiempo que se toma Watkins en acontecer los hechos). Así pues, en los primeros minutos ya somos testigos de una pequeña dosis de “jarabe de palo” tan propio de educaciones subdesarrolladas, pero a la vez tan reales y cercanas. Porque si algo aprendemos de esta película es que la violencia solo genera más violencia, y es un mensaje que irá tomando una brutal relevancia en el último, y espectacular, tramo de la película.

“Eden Lake” -bajad la música chicos-

Pero vayamos por partes, Watkins conoce perfectamente el terreno, y nos regala unas bucólicas imágenes al principio de la película retratando aquella imagen del bosque romántico, incluso familiar, para paulatinamente irnos atrapando en un inhóspito laberinto de árboles. Uno no deja de sentir a través de toda la violencia contenida en la primera mitad del film, una cierta alegoría con la naturaleza, sus relaciones de poder, de sumisión, el macho alfa, los roles sociales -muy interesante esto en el grupo de jóvenes-, presentes a lo largo del film (y que nos remiten irremediablemente al comportamiento de los pueblerinos en “Perros de Paja”) y de lo frágil que es este equilibrio de las buenas formas. Y aquí podríamos destacar el abismo moral, la carencia de afecto personalizada que representa Brett, el macho alfa del grupo de jóvenes (un Jack O’Connell en estado de gracia) frente al atlético, correcto, atractivo y en muchos sentidos perfecto Steve, que es su viva Némesis; y en el sexo opuesto, la batalla por la dominación del macho entre la bella y educada Jenny  y la pueblerina y no demasiado agraciada Paige (una convincente Finn Atkins). Toda esta contención estalla de forma irremediable y la violencia se materializa, muy crudamente, como mandan los cánones de hoy día, siguiendo a ratos la estela del “torture-porn” pero sin perder el norte. Jugamos al gato y al ratón durante buena parte de la película, aunque en este caso, los gatos sean unos cuantos.

Los otros “gatos” que acompañan a Brett y Paige en su particular cruzada son igualmente importantes, pues manifiestan con pequeñas pinceladas los distintos matices de una personalidad en desarrollo, en plena transformación, con sus dudas, luchas internas y miedos. Lo único que les diferencia es como se enfrentan a ellos, y aquí podríamos destacar la labor de Jon (Thomas Turgoose, al que ya pudiéramos ver debutando en “This is England” (2006)) como el personaje que se antoja más cercano, más humano, pero que se ve atrapado en una espiral de violencia de la que no puede y no sabe como escapar, porque es lo único que ha conocido, y al retardado Adam (James Gandhi) que representa otro estereotipo de victima, el más cercano a lo que hoy conoceríamos como bully. Todos ellos victimas, ¿pero de quién?, al finalizar esta película uno no se atreve a señalar con el dedo.

 

En fin, toda película no es redonda sin un buen final, y aquí es donde entra el plato fuerte de la película. Watkins despliega aquí su inusitada artillería pesada, volvemos a la violencia contenida del principio multiplicada por mil, con una narración y una puesta en escena vibrante, con la introducción de unos personajes que paradójicamente le darán sentido a todo, y el espectador, aturdido, incapaz de apartar la mirada ante la la visceralidad de los acontecimientos, no es consciente de lo que se le viene encima. En sus últimos momentos, en un último aliento, la película expresa su razón de ser, a través de un mensaje que adquiere una notoriedad inusual, escrita sangre, implacable, brutal, sin concesiones. Así es Eden Lake.

 “Eden Lake” -bajad la música chicos-

Fdo: Moutache “Eden Lake” -bajad la música chicos-


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