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EDITORIAL ¿Se ha cometido una injusticia contra Lula da Silva?

Publicado el 09 abril 2018 por Tomarlapalabra

EDITORIAL ¿Se ha cometido una injusticia contra Lula da Silva?Tomado de ReporteMundial.com

El juez Sérgio Moro condenó al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, de 73 años, a 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero. También ordenó su inmediata entrada a la prisión donde debe cumplir su sentencia.

La izquierda internacional dice que ‘todo no es más que una operación de venganza de la derecha y que toda la causa tiene un trasfondo político, que en realidad se trata de sepultar al conocido líder sindical para evitar que llegue a la presidencia otra vez y de tocar de muerte a la izquierda continental’.

Desde varios países, sobre todo del continente, llueven las muestras de solidaridad para con Lula da Silva, a quien consideran ‘inocente’ de todos los cargos por los que se le juzgó. Para muchos, Lula es prácticamente un ‘mártir’.

Pero, ¿es cierto que se ha cometido una injusticia contra Lula?

Más allá de preferencia política alguna sería bueno analizar con objetividad este asunto.

Romper lanzas a favor de alguien solo porque su color político es similar al de uno bien pudiera ser un ejercicio de irresponsabilidad. Y todos conocemos lo que el fanatismo ha traído al mundo sin importar la ideología que lo sustente.

 No está demás decir que la corrupción, el clientelismo ideológico y la impunidad están tan extendidos en Latinoamérica que en el subconsciente colectivo de esa parte del mundo casi nadie duda que la mayoría de los que acceden al poder terminarán su mandato mucho más ricos que cuando llegaron. Y lo anterior sin importar partido político alguno salvo muy honrosas excepciones.

Pero volvamos al caso que nos ocupa.

Lula fue encontrado culpable de recibir sobornos por 1.1 millones de dólares procedentes de la constructora OAS, una empresa metida hasta las cejas en el sonado caso Petrobras.

Lula no recibió el dinero en metálico, sino que lo adquirió por la vía de reformas y amueblado de un apartamento de lujo de 3 pisos situado en la zona costera de Guarujá, estado de Sao Paulo.

“Casualmente” Lula era el encargado de nombrar a los directivos de esa importante empresa brasileña. Aunque dicho apartamento aparece a nombre de OAS el juez Moro concluyó, vistas las pruebas periciales, que el inmueble pertenecía al expresidente.

Cuando en una simple gasolinera estalló el escándalo “Lava Jato”, en 2014, se descubrió que además de la bomba de combustible y un minimercado también había un sórdida operación de lavado de dinero en la casa de cambio que allí estaba.

Comenzó así un proceso de delaciones de varios implicados a cambio de rebajas penales. Como una bola de nieve fue creciendo el número de acusados y varios empresarios y autoridades fueron salpicados por el terremoto de corrupción que investigaba la policía federal de ese país.

Los fiscales denunciaron que las principales empresas constructoras de Brasil, incluidas gigantes como Odebrecht o Camargo Corrêa, habían formado un cártel para repartirse contratos multimillonarios de Petrobras.

A cambio pagaban sobornos a directores de la petrolera y a medio centenar de políticos de diferentes agrupaciones, incluido el gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y aliados según se informó.

Fue así que Lula se vió envuelto en la trama y juzgado por ella.

Y si todo lo anterior resultara insuficiente uno de los hijos de Lula da Silva, Claudio Luis lula da Silva, pasó de ser empleado de un zoológico a comprarse una hacienda situada en el municipio Valparaíso, estado de Sao Paulo, por valor de 24 millones de dólares. ¿Cómo obtuvo ese dinero?

Lula no es el primer político de la historia que se corrompe. Para alguien que comenzó su carrera siendo un noble y notable defensor de los trabajadores de su país los ‘vapores embriagantes del poder’ le han resultado letales.

Lula da Silva olvidó la de veces que durante toda su vida criticó la corrupción de las clases pudientes en contra de los más desposeídos.

Y en ese olvido, ya en el Palacio de Planalto, comenzó un camino que lo ha llevado a una celda en la sede de la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba, una edificación que irónicamente él mismo mandó construir en 2007 para ‘luchar contra la corrupción y el lavado de dinero’.


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