Una tarde de domingo de este verano se emitió una entrevista, junto a otros dos compañeros–en este caso, compañeras–desde una emisora catalana http://www.catradio.cat/audio/751821/Qu%C3%A8-shan-de-dir-tres-generacions-de-pediatres. Tres pediatras de diferentes edades; una residente, una jefe de servicio y este editor, hablando de la profesión.
Me llamó la atención que la propia entrevistadora sacó a relucir el problema que plantea la falta de educación sanitaria de la población y lo rápidamente que concurrieron en ello mis dos compañeras.
Que los padres no tienen educación sanitaria y eso pone en riesgo la salud de sus hijos y dificulta la tarea de los médicos.
Pues nada más lejos de la realidad. Es uno de esos mitos, o leyenda urbana o deformación socio-cultural en el que muchos profesionales, enfrentados a diario con las dificultades de la práctica asistencial, caen con facilidad y que sirve de comodín para muchas cosas.
Veamos; la gente, los padres, los pacientes en general, tienen los conocimientos que tienen. Y esos conocimientos son los que les hemos trasmitido los médicos, los entendidos. O los que hayan adquirido a través de los medios habituales a través de los que se adquiren los conocimientos. Es decir:
Lo que aprendes en casa, de tus padres y familiares
Lo que te enseñan en la escuela
Lo que aprendes en la “calle”
Lo que aprendes a través de los medios de comunicación de masas (radio, TV, Internet…)
Lo que aprendes en tus experiencias sanitarias yendo al médico o escuchando en la sala de espera,o preguntando al boticario del barrio
Todo junto puede o no estar adecuadamente estructurado y, rara vez, actualizado. Pero eso es lo que hay. La gente sabe de la salud, propia o ajena, lo que sabe del reglamento de tráfico, de las opciones políticas o del funcionamiento de la banca. No podemos pretender que nuestros pacientes sean expertos ni que hayan accedido a estudios superiores de biomedicina antes de venir a la consulta.
Es más, resentimos si un paciente nos anuncia que ha leido algo en la Internet y procedemos a deslegitimarlo inmediatamente.
En suma, que parece que no nos gustan ni los pacientes ignorantes ni los “enteraos”. A ver si es que no os gustan los pacientes…
Los conocimientos de los pacientes, es decir, de la población en general son los que propociona nuestra cultura. Y eso más vale que lo tengamos en cuenta y que nuestros esfuerzos se encaminen a adaptarnos a ello y no exigir quimeras de que la gente se adapte a nosotros los profesionales.
X. Allué (Editor)