Revista Cultura y Ocio

Educación práctica

Publicado el 09 agosto 2013 por Culturestblog

Últimamente he estado pensando en un asunto y recordando cómo me sentía y los comentarios de mis compañeros cuando estudiaba. Recuerdo muy bien cómo todos nos referíamos a determinadas materias como inútiles en función de si éstas nos gustaban o no y de la vida que cada uno se planteaba. En mi caso y en el de la mayoría de mis compañeros el plan de vida que nos planteábamos era ponernos a trabajar lo antes posible (estudiábamos F.P., rama de Automoción) y pasar a formar parte de la misma masa obrera de la que procedían nuestros padres y con suerte y mucho esfuerzo entrar a trabajar en alguna empresa potente o en la administración pública para garantizarnos un buen sueldo, poder hacer horas extras y esperar a la jubilación echando barriga en los pocos ratos libres que nos quedaran. Los más osados pensaban en hacerse una ingeniería industrial una vez terminada la F.P., para poder ser los jefes de los que echarían la barriga y las horas extras ¡No veas lo que ha cambiado la película!

Durante los años de la E.G.B. nos llenaron la cabeza de datos, fechas, lugares, fórmulas y en algunos casos de chichones mientras desde nuestro entorno nos llegaba el mensaje de que “el que se mueve no sale en la foto”, es decir, este es tu camino, se prudente y no te salgas de él. En mi barrio un triunfador era todo aquel que se pasaba la vida en la obra o en la fábrica y en su casa no faltaba para comer y vestir. Aunque entendieras que estudiando y formándote podrías aspirar a algo diferente, y con diferente quiero decir mejor, el otro mensaje lo teníamos interiorizado hasta tal punto que resultaba muy difícil ignorarlo. Recuerdo muy bien que cuando estaba terminando el colegio, y tenía que empezar a escoger qué camino seguir, tenía descartada de antemano la formación universitaria porque eso retrasaba mi entrada en el mercado laboral. Yo estudiaría Formación Profesional. Tenía varias opciones y la que más me atraía era la de Química, pero en el barrio casi todos los chicos optaban por Automoción, para colocarse en un taller o adquirir desde jovencitos conocimientos en el uso de las máquinas y herramientas, lo que te hacía más “colocable” (en mi caso y en el de muchos compañeros fue así), ¿cómo iba yo, pobre de mí a seguir mi instinto?, ¿acaso era yo mejor que los demás? Yo quería salir en la foto y para eso no te podías mover.

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   Citando esta parte de mi vida tampoco quiero justificarme ni culpar a los demás de cómo me han ido las cosas, porque mirando por el retrovisor no considero que me haya ido mal ni mucho menos ni considero que yo le haya dado más al mundo de lo que he recibido. Además, no todos deciden ser sumisos y resignarse a vivir la vida que les viene predeterminada por su entorno, al final cada uno elige el camino que quiere tomar, y superar o no los obstáculos que van apareciendo en dicho camino suele ser también una cuestión de elección entre hacer los esfuerzos que haya que hacer o decidir que no te merece la pena. Ambas opciones son válidas, siempre que se sea consecuente con el resultado, claro.

No se trata de justificarse, pero es bien cierto que en la mayoría de los casos ni en el sistema educativo ni en las familias nos dotaron de ciertas herramientas que nos habrían sido muy útiles para dejar atrás las etiquetas que nos fueron colocando a lo largo de la infancia. Estas herramientas nos las proporciona la Inteligencia Emocional, término que se ha puesto bastante de moda en los últimos años gracias a la difusión que de el mismo se hace en programas de televisión como “Redes” o a la facilidad con la que se difunden las nuevas ideas a través de Internet.

Como no soy un experto en la materia no me quiero meter en profundidades acerca de ello, y hay tema para profundizar, pero sí que me gustaría destacar lo útil que sería aplicar la Inteligencia Emocional en la enseñanza para dotar a los niños desde bien pequeños de las herramientas necesarias para una gestión adecuada de sus emociones, lo que les convertirá en personas sanas desde el punto de vista emocional y por tanto más felices, que a fin de cuentas es de lo que se trata. Con las herramientas de que disponemos hoy día no es necesario llenar la cabeza de los estudiantes de datos que deban memorizar, sin despreciar el uso de la memoria y de los métodos tradicionales de enseñanza, claro, sino más bien dotarles de conocimiento práctico en materias como resolución de conflictos, asertividad, respeto por los demás, autoconocimento. También es muy útil, que aprendan a utilizar sus emociones como una guía interna que les va a ser muy práctica a la hora de tomar decisiones y de desarrollar características como la intuición o la creatividad, ambas muy importantes a la hora de movernos por la vida ya que son determinantes en el momento de tomar una decisión difícil. Es trabajando con los niños ahora como se puede construir una sociedad mejor para el futuro.

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   He escuchado últimamente en una emisora de radio local el anuncio de unas guarderías que promueven sus métodos para “convertir a sus hijos en los mejores profesionales del mañana”. Sin menospreciar el hecho de formarse para ser un buen profesional, creo que el mejor profesional es aquel que elige su profesión teniendo en cuenta sus aptitudes, capacidades y, sobre todo, sus gustos. Todos conocemos casos de jóvenes que emprendieron sus carreras para satisfacer a sus padres o pensando en la colocabilidad (las salidas) de la materia que se ponían a estudiar sin tener en cuenta sus inclinaciones y sus gustos. A la larga el que trabaja en lo que le gusta es mejor profesional que el que solo piensa en tener mayores ingresos y, sobre todo, es una persona más feliz. Si desde pequeños no se enseña a los niños a conocerse a sí mismos y se les sigue inculcando el beneficio económico como objetivo vital, difícilmente sabrán escoger el camino que más les guste. Si desde niños se nos estimulara a conocer nuestros gustos e inclinaciones sería más fácil que durante la adolescencia y al llegar a la edad adulta supiéramos, o al menos tuviéramos una ligera idea de si queremos ser ingenieros, médicos, mecánicos, deportistas, músicos. De la misma manera que un manzano debe dar manzanas y una encina bellotas (o como dice el refrán: “no se le pueden pedir peras al olmo”) no se debe exigir a un chico con inclinaciones hacia el arte, por ejemplo, que sea un excelente deportista. Puede llegar a lograrlo, pero siempre existirá la fricción propia de dos piezas de un engranaje que no están bien ajustadas.

Disponemos del conocimiento y de las herramientas para conseguir formar a las nuevas generaciones de manera que caminemos hacia una sociedad mejor, y en algunos centros de enseñanza ya se aplican estos conocimientos. Tan solo sería necesario que las autoridades competentes en la materia se dieran cuenta de que en gran medida depende de ellos que demos un salto evolutivo como sociedad. Para ello tienen que darse cuenta de que no somos un mercado con productores y consumidores que aspiramos a crecer y producir riqueza, tan injustamente repartida, sino una sociedad con ciudadanos que a lo que aspiramos es a ser felices. Ya hemos empezado a recorrer ese camino y es inevitable que antes o después lo consigamos.

 


Archivado en: El Rincón de Pensar Tagged: coaching, educación, educación práctica, Inteligencia emocional, opinión, Punset, redes, rincón de pensar
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