EDUCACIÓN V: La evaluación
La estrategia de educación define el modelo de sociedad que queremos ser. Para saber si lo estamos haciendo bien, es importante tener un buen modelo de evaluación. También los docentes pasan por estos mecanismos de evaluación para entrar en el sistema. Manuel de León habla de ello en la siguiente entrada, afirmando que “antes de lanzarse a evaluar individualmente a cada uno de nuestros educadores, deberíamos hacer un análisis global del sistema”.
En los últimos meses ha habido bastante debate público sobre la evaluación del profesorado de Enseñanza Secundaria. En efecto, el pasado 24 de Noviembre, El País se hacía eco de la siguiente noticia:
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha reprochado a España la falta de evaluaciones a los docentes. El organismo incide en que el único control se establece en los exámenes de acceso a la profesión en centros públicos, y destaca que “otras formas de evaluación del profesorado no están legisladas”, entre las que cita los exámenes regulares, pruebas para promocionar e incentivos asociados a resultados.
La noticia recogía el informe Panorama de la Educación, un estudio comparativo muy completo y que incluía resultados sobre fracaso escolar, o el gasto por estudiante.
Más allá de lo sugerido por la OCDE, la evaluación de un sistema educativo debe comprender no solo a los profesores. Estos acceden a la profesión al cumplir una serie de requisitos, pero es verdad que debe velarse para que esas condiciones se mantengan a lo largo de toda su vida profesional, y que, además, se premie el buen desempeño y se penalice cuando no sea así. Esa es la propuesta que contiene el ya famoso Libro Blanco encargado por el gobierno actual a José Antonio Marina.
Pero la evaluación del profesorado no es un asunto lineal. Antes de lanzarse a evaluar individualmente a cada uno de nuestros educadores, deberíamos hacer un análisis global del sistema, que no puede hacerse solo desde el Ministerio de Educación, ya que todas las competencias educativas están transferidas a las Comunidades Autónomas.
Debemos analizar los recursos dedicados a la educación, la formación inicial con la que el profesor llega al aula, el tipo de formación continua que estamos proporcionando (escasa o nula), las condiciones de las aulas y los recursos disponibles en cada colegio, el número de alumnos por aula, el entorno social en el que un determinado colegio puede encontrarse,… En fin, no es tarea fácil, y es más difícil si añadimos los contenidos que deben impartirse, y que generan siemprec polémicas con cada reforma educativa.
Repetimos muchos y muchas veces que España enfrenta un serio problema educativo, es inevitable (y no deberíamos retrasar) ese análisis global. Antes de lanzar una ley, es preciso saber como está el sistema, para poder precisamente incidir en los puntos débiles y apoyarse en los fuertes.
Una vez hecho todo esto es cuando deberíamos poner en marcha una ley que contemple una evaluación individual pero que siempre debe ir acompañada de la colectiva del centro educativo en cuestión. En las universidades ya hay sistemas de evaluación del profesorado (los famosos quinquenios o tramos docentes, las encuestas en las clases), pero son simplemente trámites para cobrar unos complementos, y solo en ocasiones muy particulares una mala evaluación tiene consecuencias. No repitamos estos errores en la enseñanza secundaria.
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Manuel de León (CSIC, Real Academia de Ciencias, Academia Canaria de Ciencias) es Profesor de Investigación en el ICMAT y miembro del Comité Ejecutivo de ICSU.
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