Posted on 24 enero, 2012 by juanmartorano Sofia Flores
EDUCANDO PARA EL FUTURO
La educación siempre ha promovido la participación activa de los padres de familia en el desempeño escolar de sus hijos, sin embargo esta iniciativa se ha volcado en una sobreprotección y competencia entre los mayores en especial las madres, quienes han tomado este rol como un reto entre ellas dejando a los hijos como simples observadores, despojándolos del empeño, tenacidad y satisfacción por sus logros personales.
Desde muy temprana edad los profesores exigen la ayuda de los padres en las tareas de sus hijos como cooperación con el avance de su educación, con esta disyuntiva dejan un sinnúmero de tareas para el hogar, confiando con la colaboración de los padres, en muchos casos dada nuestra realidad donde ambos cónyuges trabajan y/o problemas familiares , es generalizado el hecho de recurrir a terceras personas o hacer los mismos padres las tareas, desligándose de estas responsabilidades ya sea por tiempo o también porque desconocen como orientar académicamente a sus hijos, en este sentido los padres de familia toman el camino más corto para no quedarse atrás en la competencia a ser mejores padres así como demostrar que sus hijos son mejores que otros, en el apuro de satisfacer estas necesidades los más perjudicados son los hijos porque van acostumbrándose a que otros solucionen sus problemas.
Tenemos así a padres y/o madres o también terceras personas que hacen los ejercicios, trabajos, dibujan, cortan, pegan, buscan temas en internet, hasta elaboran las conclusiones para después ser aprendidas de memoria por los alumnos, muchas veces estos mismos alumnos se tornan más avezados no pidiendo una colaboración sino exigiendo, colocándose en un sitial de autómatas e inútiles.
Un cuadro patético pude vislumbrar en un colegio privado cuando la profesora de ciencias del segundo año de secundaria pidió a sus alumnos la elaboración de maquetas con temas de su creatividad, un gran porcentaje de estos trabajos no fueron efectuados por los hijos sino por sus padres en su afán de sobresalir o enaltecer su orgullo, muchas veces exigiendo por demás a sus hijos presionándolos convirtiéndolos en el trofeo de su egolatría en lugar de enaltecer la estima del esfuerzo personal de sus hijos aun cuando no logren los resultados esperados, por el contrario los hijos se van formando con el estigma de no ser lo que sus padres quisieran, obstaculizando en el futuro su fortaleza y estima para superar los encomios de la vida.
Una educación realista y objetiva acorde con nuestras limitaciones debería contemplar estas dificultades, el profesor desde la niñez debe ser el guía y orientador académico de los alumnos, con este propósito incentivar el trabajo y esfuerzo personal de ellos, sin la intervención de los padres de familia, promover en ellos el orgullo interno de conseguir sus metas, premiando , valorando cada aspecto del esfuerzo individual, dejando a los padres de familia con su rol de vigilar el avance escolar de sus hijos , dándoles ,seguridad , confianza y una protección basadas en el respeto a su identidad.
Si bien es cierto los profesores no pueden ser los observadores de la crianza en el hogar de sus alumnos ni pueden controlar los ímpetus de los padres de familia, es posible estructurar los programas académicos con miras a una mayor participación directa de los alumnos, equilibrando calidad con cantidad de tareas, dando un mayor valor a la resolución de tareas en clase, a las evaluaciones y/o practicas , así como en la presentación de sus trabajos donde debe prevalecer su criterio y desenvolvimiento, formando principios y responsabilidades en ellos, tratando de controlar con inteligencia cualquier intromisión de terceras personas .
Esto podría ser un avance pero aún hay mucho por hacer, en nuestra lucha por dar nuestras generaciones una educación competitiva en donde se aproveche el potencial y talento de todos sin discriminación.
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