Revista Salud y Bienestar
La posible relación entre el consumo de determinados colorantes alimentarios artificiales presentes en postres, refrescos o bollería industrial y comportamientos hiperactivos y de déficit de atención en niños es una cuestión no resuelta que periódicamente reaparece en el debate científico. Esta controversia ha vuelto a la actualidad después de que ayer hiciera público que la agencia estadounidense del medicamento (FDA, en sus siglas inglesas) haya decidido revisar los estudios existentes y se plantee obligar a incluir advertencias en los envases de alimentos que usen estas sustancias. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) hacía algún tiempo que ya había tomado la delantera. La Comisión aprobó el año pasado un programa para reevaluar los aditivos alimentarios antes de 2009, y se dio prioridad a los colorantes. Sectores de la medicina cuestionan estos vínculos y defienden las fuertes raíces genéticas del trastorno de la hiperactividad y el déficit de atención. "No existe ninguna evidencia científica sobre la relación entre el consumo de estos productos y la hiperactividad", sostiene Fernando Muelas, jefe de servicio de Neuropediatría del hospital La Fe de Valencia. "Es un tema muy revisado y no hay datos concluyentes". Este especialista destaca que se han descubierto "cinco genes cuyas alteraciones están ligadas a este trastorno, que tiene un origen genético en un 80% de los casos", apunta este especialista. "En el 20% restante tiene que ver con comportamientos de riesgo en el embarazo, como el consumo de alcohol y tabaco", añade. La FDA, en el equilibrio que mantiene entre los sectores del activismo ambiental y los intereses de la industria alimentaria, defendió los últimos años la inocuidad de los colorantes artificiales hasta que, recientemente, se ha replanteado su postura. El diario The New York Times informó ayer de que esta entidad ha encargado a un panel de expertos la revisión de los estudios existentes sobre los efectos en el comportamiento de estos aditivos en determinados niños con trastornos de conducta a quienes el consumo de los colorantes podría agudizar su problema. Entre las medidas que se plantean está la posibilidad de que las golosinas, bebidas, cereales infantiles y demás productos que usan estas sustancias en su elaboración incluyan en el envase mensajes que adviertan de la posibilidad de que su consumo puede empeorar el comportamiento de niños hiperactivos. A raíz de un estudio publicado en The Lancet en 2007, la autoridad alimentaria europea -adelantándose a la revisión general acordada en 2009- examinó los umbrales de seguridad del consumo diario del amarillo de quinoleína (E104), amarillo anaranjado (E110) y rojo cochinilla 4R (E124). También de la tartrazina (E102), azorrubina/carmoisina (E122) y rojo allura AC (E129). El artículo de la revista médica británica indicaba que el consumo de estas seis sustancias o sus combinaciones (frecuentes en productos de confitería, postres, panadería o refrescos) podría haber sido la causa del aumento de la hiperactividad en los niños estudiados. La AESA solo detectó que la tartrazina podía causar reacciones de intolerancia, como irritaciones cutáneas, y en un pequeño porcentaje de población. La agencia europea continúa en su examen a los aditivos. **Publicado en "El Pais"
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