Los métodos indirectos se basan en obtener datos sobre el comportamiento de la población durante catástrofes naturales o apagones duraderos. Intuitivamente se puede pensar que los traumas detectados responden a la pérdida de bienes o personas. Sin embargo, al comparar distintos casos, los expertos concluyen que el origen del trauma responde más a una situación en la que no hay ayuda ni se ven esfuerzos por recuperar el statu quo, que a la pérdida inmediata de bienes o a la carencia de suministros.
El apagón de Auckland de 1998 duró cinco semanas y afectó directamente a un millón de personas. El agua corriente y las líneas de teléfono continuaron funcionando, todos los recursos del país se dedicaron a la restauración del sistema eléctrico dañado, apenas se vieron casos de comportamiento antisocial, crímenes o traumas psicológicos. Los huracanes Hugo (1989) y Andrew (1992), dejaron a cientos de miles de personas sin hogar y a millones sin luz durante menos tiempo que en Auckland. Cuatro meses después se realizaron evaluaciones psiquiátricas de una muestra de la población afectada. Resultó que un tercio de la población reunía indicios de trastorno de estrés post-traumático.
Apagón de Nueva York en 2003.
Existe una enorme diferencia en los efectos sobre la salud mental de la población de un lugar preparado y con una respuesta rápida a uno en que la ayuda tarde en llegar y que a mayores se encuentre a la población desprotegida y no preparada. En las inundaciones de 1993 en el Medio-oeste, las pérdidas materiales fueron escandalosamente altas, pero las pérdidas humanas y los efectos psicológicos fueron limitados. A diferencia de lo ocurrido en Florida con el huracán Andrew, las pequeñas comunidades del Medio-oeste se organizaron para minimizar los daños y antes de que llegara la respuesta federal, poblaciones de áreas vecinas no afectadas se volcaron aportando suministros y vehículos para la evacuación.Sin embargo, un EMP natural vendría provocado por una tormenta solar y ya sabemos que su alcance es limitado, luego un EMP que afecte de forma decisiva a los instrumentos electrónicos sólo podría venir de la mano del hombre. Así, el campo de estudio de los efectos sobre la salud mental de un EMP se abre para analizar los efectos mentales de atentados terroristas. Los grandes atentados de nuestra era —11S, 11M, 7J— fueron testigos de actos de heroísmo individual y anónimo más allá de lo esperado, así como de una rápida respuesta por parte de las autoridades sanitarias y policiales con el fin inmediato de tratar a las víctimas y hacer ver una respuesta organizada para mantener el orden social.
Terremoto de Lorca en 2011.
Volviendo al EPM, de las lecciones aprendidas se puede inferir que una parte de la población será incapaz de recomponerse y superar el estado de shock. Dado que el pulso afectaría a la capacidad de las autoridades para proporcionar ayuda, el estado de shock y el estrés de la población se verían agravados. En otras palabras, es un problema añadido que la gente espere que venga ayuda y que la ayuda no aparezca. El desorden sería limitado si la población tuviera constancia de que se está haciendo algo por resolver la situación. También, entre los factores que agudizan el estrés se cuentan: falta de explicación del fenómeno, falta de contacto con seres queridos, falta de información sobre el alcance del fenómeno. En resumen: falta de información sobre lo que está pasando.A diferencia de un EMP, un desastre natural o un atentado terrorista como los mencionados tienen un alcance geográfico limitado. Es decir, desde fuera puede llegar información y la gente sabría que otra gente no está afectada, eso hace que aumente la resiliencia. Por contra, un ataque de EMP puede tener un alcance geográfico muy amplio, cubriendo países o continentes enteros, limitando por tanto la resiliencia de la población afectada. Hay que decir que no existe literatura científica al respecto, sin embargo, en el último informe de la comisión encargada de evaluar la amenaza de un ataque de EMP a los Estados Unidos, se recomienda que lo inmediato sea la creación de un sistema de comunicaciones que no dependa de los sistemas electrónicos destruidos (por ejemplo: sistemas apantallados, sistemas no electrónicos, sistemas protegidos contra picos de tensión...). Yo, que en principio no me fío de ningún gobierno, puedo pensar que en este caso tener un único canal de información oficial puede ser usado no sólo para aumentar la resiliencia de la población, sino también con otros fines menos aceptables desde una perspectiva ética.
Más:
- Kendra, James, y Tricia Wachtendorf. Elements of Resilience in the World Trade Center Attack. Disaster Research Center, 2001.
- EMP Commission
- Medina Amor, José Luis. Trastorno por estrés postraumático en víctimas del terrorismo: evaluación clínica, psicofisiológica y pericial. Universidad Complutense de Madrid. 2004.