Por Francisco Alcaide Hernández
José Medina, Presidente para España y Portugal de la firma de head–hunting Odgers Berndtson, es una de las personalidades de referencia del panorama español en cuanto a selección de directivos se refiere. Lleva toda una vida en el sector. Podéis seguirle en su blog Ítaca cuyo título rinde homenaje al personaje de Ulises y donde escribe a menudo sobre el mundo del talento.
Todos nos preguntamos qué distingue a los mejores directivos y qué distingue a los peores ejecutivos. Sabemos que una organización es el reflejo de lo que son sus cabezas directivas que son los que acaban conformando la cultura organizativa que esculpe las actitudes y comportamientos de las personas.
Por ello, qué distingue a los mejores y peores directivos se lo pregunté hace tiempo a Pepe durante una charla para Executive Excellence. Aquí van las pistas. Y me quedo con: "No fracases en tus fisuras a pesar de las grandes cualidades que tienes". Cuidado con los egos.
Primero. ¿Cuáles son los directivos menos recomendables en una organización?
Respuesta. No hay nada más peligroso para una organización que un líder con altas necesidades de autoafirmación y de reconocimiento.
A menudo van envueltas en una carcasa de arrogancia y prepotencia. Son síntomas de baja autoestima, manifestaciones externas de inseguridad interna y de una estructura de personalidad débil. Pueden tener otras muchas cualidades, pero este tipo de líderes, más que servir al puesto, se sirven del puesto.
Siempre me ha fascinado no el fracaso obvio del mediano, sino el del brillante e inteligente. La persona ambiciosa que es un pozo sin fondo de necesidades de afecto, de dinero, de reconocimiento... no tiene saciedad de nada y su vida es un desasosiego continuo. Son gente que ignora o trivializa sus fisuras y puntos flacos. No los asumen ni los vigilan, y por estas grietas penetra el fracaso.
Como en el fondo nunca están satisfechos consigo mismos, necesitan absorber cariño, sangre y energía emocional de los demás para subsistir. Es un síndrome neurótico. Probablemente lo que más caracteriza a un neurótico es su incapacidad para ayudar a los demás. Bastante trabajo tiene con absorber energía ajena para sobrevivir. El vampirismo no sólo se da en Transilvania, sino también en muchas organizaciones.
Es bueno y posible tener ambiciones y estar a gusto con uno mismo sin que esto implique estar estancado ni acomodado. La clave está en aprovechar al máximo los puntos fuertes y en asumir y vigilar los puntos débiles. Diría: "No fracases en tus fisuras a pesar de las grandes cualidades que tienes".
Segundo. ¿Qué distingue a los directivos ejemplares?
Respuesta. Fundamentalmente: anticipar realidades y oportunidades donde otros no las ven; compartir su visión creando un gran equipo; gran capacidad adaptativa; curiosidad y aprendizaje continuo; optimismo, y, finalmente, neotenia o elixir de la eterna juventud y del liderazgo.
Uno de los últimos libros de Warren Bennis, Geeks and Geezers, aporta algunas pistas. Es un estudio que analiza los factores comunes entre los jóvenes líderes y los viejos rockeros. Más que lo que hacen, el verdadero liderazgo tiene que ver con lo que son. Es un liderazgo exquisito, que se aprende libremente, no se enseña ni se pretende predicar con el ejemplo. Se practica y se disfruta durante décadas, y reside más en valores humanos que en competencias gerenciales.
El proceso de hacerse líder es como el de hacerse persona. Tanto los jóvenes líderes como los viejos rockeros son gente activa, tienen ingenuidad, son capaces de sorprenderse, no creen que lo saben todo... Además, sin buscarlo, son gente a los que la vida les ha puesto en situaciones difíciles y de las encrucijadas han salido fortalecidos. Donde hay gente que se diluye, ellos se crecen.
jueves 13 de enero de 2011
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Fuente: Francisco Alcaide Hernández
Imagen: Executives