Revista Arte

El 15-m o las desventuras de los seres nada en la sociedad aberrante

Por Peterpank @castguer

luces

En el segundo aniversario del “gran acontecimiento” que, según los profesionales del activismo irracional y socialdemócrata, iba a hacer que ya nada fuera “como antes” hay muy poco que celebrar. Del aparatoso espectáculo callejero, fácil y simplón, apenas quedan activos escasos y dispersos fragmentos. La montaña no ha parido un ratón sino algo aun más minúsculo, una pulga anémica…

Es el momento de la reflexión dirigida a aprender, de hacerse responsables de lo sucedido, de practicar aunque sólo sea un poco el arte del balance y la autocrítica. Pero es seguro que quienes tanto vociferaron hace dos años, prometiendo maravillas y prodigios desde lo que era más apariencia, montaje y entretenimiento que sustancia, permanecerán ahora callados, pues tales “líderes” jamás se equivocan, por tanto, nunca se hacen responsables de nada.

El 15-M, si algo ha mostrado a las personas que deseen usar su propia cabeza, y que eviten frivolizarlo y juguetizarlo todo, es la patética incapacidad intelectiva, oratoria, relacional, volitiva, ética, erótica y estética del sujeto de nuestra sociedad, él y ella. En particular, el activista y la activista de los movimientos y del reformismo han manifestado ser ineptos e inhábiles para hacer algo que sea serio, efectivo, constructivo, duradero, transformador y con altura de miras, por no decir revolucionario.

Tantos años de servir a la política socialdemócrata, de ir a la zaga del PSOE, de prosternarse ante esa horripilancia que son las religiones políticas de la progresía, la izquierda y el anarcoestatismo, de hacer del Estado el “remedio” a todos los males y de practicar un “anticapitalismo” de pega ha terminado por detonar el cerebro de estas gentes. Eso ha hecho de ellas tristes caricaturas de seres humanos, incompetentes e inútiles para todo lo que no sea pasear pancartas y vociferar consignas socialdemócratas, impuestas desde el poder, justamente los lemas que han destruido nuestra sociedad y nos han destruido como seres humanos.

Lo que ha dejado tras de sí el 15-M, en tanto que proyecto abortivo o gran espectáculo-nada realizado por el muy degradado individuo propio de la sociedad actual, el ser nada, ha sido decepción y frustración, tirria al asamblearismo, resignación, pasividad, desmovilización y una mentalidad aún más individualista y egotista, que se manifiesta en el ahora “remedio” universal a la crisis general de las sociedades europeas, el “sálvese quien pueda”.

No menos inofensivas y anodinas han sido las diversas “huelgas generales”, los 25-S (2), 23-F y similares que vendrán, el arrastrar pancartas con consignas socialdemócratas y las movilizaciones corporativistas por dinero. Eso es menos que nada, menos que cero, enamorarse de la propia impotencia e incompetencia. El sistema de dominación ya no puede otorgar limosnas, como hace años, y los reformistas de toda laya tienen en el presente muy poco espacio para sus demagogias.

Quienes lo esperan todo de tales prácticas están ahora en su peor momento, reducidos a grupos ínfimos, desmoralizados y en evidencia, aislados de la sociedad, sin conexión con la realidad, convertidos en un güeto que tiende a encogerse y disminuir. Su liquidación, de hecho definitiva,  puede durar más o menos pero es segura. Los y las que sigan aferrándose a todo eso de buena fe han de saber que se están precipitando en la nada. La situación de la sociedad ha cambiado radicalmente en los últimos años pero los devotos del movimentismo socialdemócrata pro-sistema no han cambiado en nada…

Hay que buscar nuevas vías a la transformación social y personal, alejadas de las tabarras socialdemócratas, las parodias de asamblearismo, las mentes vaciadas de todo contenido y toda reflexión, la ciega fijación en los “remedios” estatales, el activismo que hace a las personas envilecidos autómatas que se agitan convulsivamente, el “olvido” de que la calidad del sujeto es decisiva, el no abordar los pavorosos problemas convivenciales, el desprecio por las necesidades espirituales, la demonización de la ética, la prosternación ante las religiones políticas y la fijación maniática en lo económico, lo reivindicativo, lo monetario y lo “práctico”. Es todo eso lo que ha fracasado, en buena hora.

Y ha fracasado cuando las sociedades europeas se deslizan hacia un futuro cada vez más difícil y tenso, en un proceso irreversible. Al mismo tiempo los instrumentos políticos, sindicales, ideológicos, culturales, académicos, pseudo-estéticos y mediáticos de que se ha servido el sistema de dominación hasta ahora se están paso a paso desintegrando, lo que es un acontecimiento de una notable potencia emancipadora.

La crisis actual es muchísimo más que una disfunción de la economía, es el hundimiento de un modo de vida, un modelo de sociedad, una escala de disvalores y un tipo de sujeto (o infra-sujeto), el ser nada de la última modernidad.

Estamos, pues, ante una situación doblemente positiva y esperanzadora, por lo que el 15-M ha mostrado y enseñado, y por la evolución general de nuestras sociedades. No es para gritar ¡albricias! pero casi…

Ahora las luchas, tareas y estructuras reivindicativas o parciales han de ser lo secundario, y la organización estratégica de la revolución lo principal. Necesitamos poner en pie un movimiento articulado para la regeneración y refundación universal de la sociedad y de la persona.

Lo reivindicativo sólo es positivo si es secundario, si está en el marco de un programa revolucionario, si nos ocupa un tiempo limitado. En caso contrario es negativo. El 15-M fue potente mientras se presentó como un movimiento para la regeneración total de la sociedad y se destruyó cuando degeneró en montaje reivindicativo, una especie de nuevo sindicato ocupado en “lo concreto”.

Quienes siguen venerando las pequeñas cuestiones, los asuntos más ínfimos y los proyectos carentes de grandeza y universalidad se están haciendo marginales por propia elección. Hoy la gran crisis general en desarrollo de las sociedades europeas exige pensar en el todo, arriesgarse por el todo y entregarse a la totalidad finita de los grandes problemas.

Aquellas y aquellos que desean lo fácil, lo agradable, lo pequeño, lo insustancial, no se dan cuenta de que la historia ha cambiado de etapa, de que vivimos en otro momento, muy diferente al de, por ejemplo, hace sólo cinco años. En efecto, una sociedad que se está desplomando como todo requiere una respuesta como todo.

Quienes desean volver al bienestar fisiológico y al consumo enloquecido y ecocida anterior a 2008 son ahora los peores reaccionarios. Hay que decir no a la utopía atroz de un capitalismo que “funcione”, hay que mirar con ilusión hacia adelante, hacia una sociedad libre, autogobernada y autogestionada, sin trabajo asalariado y sin capitalismo, por tanto, sin ente estatal.

Necesitamos hacer un programa mínimamente desarrollado de la revolución integral, cuyo fundamento ha de ser la idea misma de revolución, como gran transformación a realizar en un dilatado proceso histórico, que modificará de raíz la sociedad, el individuo, el sistema de creencias y el modo de ser y existir de la persona.

Dada la descomposición inducida desde arriba del sujeto y la general caotización e hiper-degradación de la vida social promovida desde las instituciones, la asamblea, durante un tiempo, no podrá ser la forma principal de organización, como se ha manifestado en los hechos, lo que no significa, por supuesto, que no deba usarse en muchas condiciones y lugares. Lo son los colectivos de acción y reflexión, formados por un reducido número de personas auto-seleccionadas por su compromiso y capacidad personal, manifestados en actos individuales. Ahora es tiempo de minorías conscientes. Tales colectivos deben conectarse entre sí.

El primer paso es comprender nuestra época, examinar la realidad y formular una estrategia general. Sin estrategia sólo puede haber estériles palos de ciego. Una estrategia lleva a un plan de acción. El plan realiza la revolución, acontecimiento que no es puntual, debido a que ha de ocupar todo un dilatado espacio histórico. Previamente, la estrategia se formula desde la más rigurosa y objetiva observación pensante de la situación existente.

La verdad dimana de la realidad aprehendida, no de las teorías, las escuelas de pensamiento y los dogmatismos. Hay que realizar la autogestión del saber y el conocimiento, para lograr grados razonables de libertad de conciencia, autonomía colectiva e individual y ejercicio soberano del libre albedrío.

Necesitamos ideas (verdaderas) e ideales (sublimes) que den respuesta revolucionaria a los grandes problemas de la sociedad y el ser humano, y necesitamos además librar con ellos una muy larga y porfiada batalla de las ideas. Son las ideas-ideales los que mueven a las sociedades, construyen a las personas y hacen las revoluciones, no los intereses materiales, menos aun las luchas reivindicativas, mitificadas por quienes se llaman “anticapitalistas” pero son más burgueses que los propios burgueses.

Los seres humanos, mientras lo sigamos siendo, nos movemos por el cerebro y el corazón, y sólo secundariamente por el estómago. Son la burguesía y sus agentes quienes ponen en primer lugar a éste para destruirnos como personas y hacernos esclavos.

Formular las ideas e ideales es la fase previa a crear opinión pública con ellas, a realizar un gran debate en toda la sociedad que permita culminar un proceso de acumulación de fuerzas y de autoorganización de las y los más conscientes. Tenemos que crear grandes ideas y decisivos ideales, libres de academicismo, de pedanterías, de cualquier mentalidad libresca, como algo vivo, genuino, popular y auténtico, que conecte con lo más esencial de nuestro tiempo y de sus gentes, que llegue al entendimiento y al corazón de las personas, que persuada, emocione y mueva a la acción al mismo tiempo.

Cuando todo está siendo puesto en cuestión por el derrumbe múltiple de las sociedades europeas, que se va a seguir dando durante decenios y decenios, hemos de esforzarnos en ofrecer un enfoque revolucionario de todos y cada uno de los más primordiales problemas de nuestro tiempo, realizado desde lo experiencial, el sentido común trascendente, la voluntad de sublimidad, la reflexión estratégica y la grandeza del ánimo, sin doctrinarismos ni dogmatismos ni fanatismos.

Quienes en la situación actual se queden en las pequeñas cuestiones, en las demandas monetarias, reivindicativas y cotidianas, sin saberse elevar a lo decisivo, universal y trascendente, se condenan a la marginalidad y a la nada porque nuestro tiempo exige un gran giro civilizador que afirme y reafirme lo humano durante los próximos siglos.

Sin abordar de manera práctica la autoconstrucción de la persona hoy no es posible hacer apenas nada. La responsabilidad individual es decisiva, y el victimismo resulta muy dañino. Si algo ha mostrado el 15-M es que la ínfima calidad del individuo medio hoy hace imposible toda acción colectiva transformadora que vaya más allá de mendigar dinero, lloriquear para que el Estado nos “salve” y plantear mezquinas exigencias corporativas. Hoy el capital, cuya tasa de beneficio está en declive, y el Estado, semi-arruinado, no pueden atender la inmensa mayoría de las demandas populares, ni siquiera las más modestas.

Por eso la construcción prepolítica del sujeto es ahora una tarea imprescindible. Tenemos que mirar lejos, hacer planes a largo plazo, con sentido del devenir histórico, sin dejarnos ganar por el ansia de logros inmediatos, hoy imposibles además, incluso para el reformismo más ramplón.

Porque estamos en una sociedad aberrante en todos los sentidos, y con un sujeto destruido intencionadamente por el poder, necesitamos avanzar por medio de procedimientos muy complejos e innovadores. Quienes deseen seguir caminos fáciles terminarán como el 15-M, en la nada. Los viejos modos, miles de veces fracasados, ya no valen, como prueban los hechos.

Cuando casi todo se está derrumbando a nuestro alrededor hemos de crear un polo atractor de la acción y el pensamiento, de la esperanza y la formación de las personas, de la honradez y la voluntad ética, con un proyecto y programa revolucionario que reconstruya lo humano y al ser humano. Nuestra meta es “vencer por virtud”.

Las ideas y los ideales son los que mueven a los seres humanos, no los intereses. Una revolución realizada desde los intereses por eso mismo no es revolución, porque le falta la universalidad, el desprendimiento, el sentido de la justicia y la grandeza del ánimo que tal acontecimiento demanda.

Las y los activistas socialdemócratas no logran comprender la importancia crucial de las ideas, y de su aplicación a la totalidad de lo humano, los ideales, por lo que son incapaces de poner manos a la obra en la tarea más urgente y decisiva ahora: crear y difundir ideas e ideales.

Los valores, la ética en principios y actos, son fundamentales. Sin una revolución axiológica, o en los valores, no puede haber revolución. Sin sujetos autoconstruidos desde la autoexigencia y voluntad de servicio no se puede avanzar. “Vencerse para vencer” es un principio de enorme significación ahora.

Los cambios necesarios no nos los va a regalar nadie, ni un partido, ni un político, ni un pensador, ni un movimiento, ni nada que no sea cada una y cada uno de nosotros, solos y asociados. Tenemos que adquirir un compromiso íntimo y personal, realizando una elección y una volición, con inteligencia, visión estratégica, voluntad de llegar a toda la sociedad, creatividad, audacia y afán de pluralismo.

Cada una y cada uno de quienes han participado en el 15-M tiene que hacer su propio balance, evitando esa trampa mortal que es el victimismo (culpar a los otros y exculparse a uno mismo haciéndose irresponsable e hipercrítico con los demás), admitiendo los errores y defectos personales con agudeza y valentía, para fijar su propio plan personal de reflexión, acción, compromiso y expiación.

Son las minorías dotadas de calidad autoconstruida las que pueden aportar hoy algo útil a la gran tragedia (que a la vez es una gran oportunidad) de la desintegración de las sociedades europeas. Los populismos de pega, el delegar en la asamblea y el igualitarismo simplón ya han fracasado en el 15-M. Se trata de minorías, por supuesto, operando dentro del pueblo y vinculadas a él pero no atrapadas y anuladas por las luchas de supervivencia ni por las movilizaciones en pos de metas parciales, ni tampoco degradadas por el afán de situarse al mismo nivel de las masas. La sociedad del adoctrinamiento y el amaestramiento domina y deshumaniza a éstas, haciéndolas reaccionarias. Las masas hoy son un apéndice del sistema de dominación y arrodillarse ante ellas es hacerlo ante el statu quo.

En la epopeya de crear una nueva sociedad, un nuevo ser humano y un nuevo sistema de convicciones y valores las mujeres han de ocupar los puestos de avanzada. Sin su participación no puede haber revolución. Ellas son del todo decisivas.

Vamos a crear un colectivo organizado y articulado, al ser una suma de grupos y personas, que se base en lo más sustantivo del ser humano, los imperecederos ideales de verdad, libertad (de conciencia, política y civil), virtud cívica, bien moral, entrega desinteresada, convivencia afectuosa, espíritu de sacrificio, amor al amor, restauración espiritual, renuncia a la codicia, a la voluntad de poder y la vida muelle, fusión con la naturaleza, valentía y diligencia.

Una tarea posterior será elaborar un proyecto, programa y reglamento.

Las ideas e ideales son el factor consciente que las clases populares necesitan para elevarse a revolucionarias.

Lo colectivo es importante pero no siempre es imprescindible y a veces no es lo mejor. La acción individual alcanza a proporcionar logros formidables. Sola o solo puedes hacer grandes cosas, pues a veces el número entorpece, embaraza y frena. No te dejes chantajear mentalmente por la retórica colectivista y hazte tu propio plan de acción, no esperes a que otros se decidan, comienza tú, a solas si hace falta.

Vendrán nuevos movimientos populares similares al 15-M, se desencadenarán nuevas y más formidables movilizaciones. Lo importante es que cuando advengan estemos preparados, o que incluso seamos nosotras y nosotros quienes los promovamos.

No deseamos construir un güeto, ni una secta. Vamos a estar con la gente pero no a disolvernos en ella. Tenemos voluntad de originar un movimiento popular plural, que llegue al conjunto de las clases populares. Lo vamos a hacer por pasos, fases o etapas. Primero construir las ideas e ideales, el programa, el proyecto y su base organizativa. Segundo popularizarlo. Tercero, ir edificando una fuerza social que esté a la altura de los grandes retos del siglo XXI.

Ya somos cientos de personas compartiendo unas ideas e ideales comunes, todavía poco desarrollados pero sólidos, buenos y razonablemente verdaderos. Por tanto, podemos y debemos agruparnos, organizarnos, obrar colectiva e individualmente en las condiciones que se fijen. Si el 15-M ha fracasado nosotras y nosotros podemos lograrlo, pero no para mañana, no fácilmente, no sin esfuerzo, tensión y sacrificio. Recordemos: los caminos fáciles no llevan lejos.

Nuestro proyecto, conviene repetirlo, no busca resultados a corto plazo, hoy imposibles en cualquier actividad por lo demás, no desea ser parte de la sociedad del espectáculo (como lo ha sido el 15-M), no hace promesas demagógicas, no ofrece nada sino que invita a la entrega y al esfuerzo desinteresado, y no está abierto a cualquiera. Ha de ser la organización consciente de quienes deseen servir al bien público, con virtud cívica, virtud personal y olvido de sí.

La grandeza y extrema dificultad de nuestras metas y propósitos garantiza nuestra autoconstrucción como seres humanos de calidad. Es tiempo de la épica y la trascendencia, de la acción auto-disciplinada y del espíritu de esfuerzo y servicio. Vamos a hacer la historia y no sólo a contemplarla y padecerla.

   Ha llegado el momento.

       30 de marzo de 2013

Félix Rodrigo Mora


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