No os podéis ni imaginar la de cantidad de números que hay. Pero ni vosotros ni nadie, hay infinitos. Pero solo unos pocos son grandes, solo ciertos números merecen la pena ser recordados. Por ejemplo, si os digo: 56.325.128 lo leeréis (algunos ni eso) y a los 10 segundos que tenemos de memoria a corto plazo se os habrá olvidado. ¿Por qué? Pues porque no es un número especial, no nos dice nada; no merece la pena acordarse de él, no es un gran número.
Otros, sin embargo, sí que los recordamos. Generalmente son número pequeños pero esconden grandes cosas tras ellos. Sin ir más lejos tenemos el dieciocho: 18. Es un número rebelde que en más de una lengua (no en la nuestra) da problemas. ¿Nunca os ha pasado de no saber si un inglés quiere decir 18 o 80? Pero a la vez es un número estable y noble: el Argón, de número atómico 18, lo demuestra. Y para los chinos es un número de buena suerte, significa que uno va a prosperar. Además en la mayoría de los países, al cumplir 18 se alcanza la mayoría de edad. ¡Cómo no vamos a recordad este número!
Que no es un número perfecto… vale, lo reconozco. Por eso los matemáticos lo definen como un número semiperfecto (y no es broma). Pero aún así es un gran número. Y si no os gusta pues os aguantáis, a mi me encanta. Eso sí, yo os deseo un feliz 18, un feliz dieciocho de diciembre.