Por Yohan González
El almanaque marca que el 24 de febrero de 2018 será sábado y puede –en dependencia del trabajo que tenga en ese momento- que yo esté en casa viendo la televisión. Quizás para aquella fecha la Internet en las casas o al alcance de un dispositivo portátil deje de ser una utopía para convertirse en una común y hasta indetenible realidad en Cuba de forma tal que bien se pueda seguir el impacto de los sucesos mediante las redes sociales. Ese día, cuando se cumplan 123 años del inicio de la Guerra Necesaria, de acuerdo con la práctica que se ha seguido durante casi cuatro décadas habrá culminado la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular y por tanto el mandato de Raúl Castro como presidente de los Consejos de Estados y de Ministros (en teoría, aunque no legalmente, similar a la condición de Presidente de Cuba).
Según Eusebio Leal para esa fecha el Capitolio Nacional estará completamente acondicionado y restaurado por lo que será un día mucho más histórico. Vistiendo sus mejores galas y sintiéndose con mejor vida, el Capitolio cederá uno de sus hemiciclos para que se de el traspaso formal intergeneracional. Si nos dejásemos llevar por el actual rumbo de los sucesos, ese día y quizás sin banda presidencial, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez será “el Jefe”.
Faltan aún 4 años para ese día, lo que según el curso del tiempo en Cuba es ya demasiado tiempo. No obstante, a un año de su designación como Primer Vicepresidente, Díaz Canel no me deja de sorprender.
Días después de su designación, y en medio de una lluvia de artículos sobre el tema, recuerdo como si fuera hoy las palabras de una amiga periodista mexicana quien, al comentarme sus impresiones sobre el suceso, me dijera en tono jovial: “Ustedes los cubanos sí que están dando pasos bien grandes, han elegido a un Richard Gere a la cubana como primer vicepresidente”.
Su comentario no me sorprendió, conozco de mujeres -algunas colegas de la “blogoworld” cubana- que no ocultan su fascinación por el atractivo del primer vicepresidente quien a sus 53 se nos presenta de una forma mucho más atractiva y hasta atlética que otros dirigentes. Que las mujeres o quizás hasta hombres vean atractivo a un dirigente en Cuba no es algo extraño, mi abuela durante muchos años estuvo fascinada y de cierta manera enamorada de la figura barbuda e impasible de Fidel; tengo también recuerdos bien gratos de mis compañeras de estudio mientras discutían sobre el atractivo del Che. A pesar de todo, no es su atractivo o hasta lo juvenil de su figura lo que resalta como sus principales credenciales sino la frescura de su pensamiento y su forma muy particular de hacer política.
Para la nueva generación de dirigentes que llega, la cual él encabeza, el compromiso de dirigir los destinos de este país se presenta como titánico. A diferencia de la llamada generación histórica, ellos no estuvieron en el Moncada, no combatieron a la dictadura de Batista, no tuvieron el bautizo histórico de las lomas de la Sierra Maestra ni mucho menos entraron victoriosos en La Habana. Ellos tendrán que hacer su Moncada y su Sierra en medio de tiempos de actualizaciones -o reformas- que cada vez va modificando formas de pensar y nos presenta un futuro que no está falto de incertidumbres.
“La confianza no se hereda, ni se hace heredar por decreto, se construye con años de sacrificio y servicio. A algunos les sobran y a otros no les alcanzan”, así escribía con una claridad certera el amigo Ruslán desde su blog “El Colimador”. Conducir la Nave Cuba requerirá en el futuro de dirigentes que sepan ganarse el apoyo popular, que adopten estilos nuevos de hacer política y que despojados de populismo y demagogia barata se parezcan mucho más a como somos los cubanos y también a como vestimos y vivimos.
Se oyen sonidos de cambio. Dicen que la reforma constitucional está cerca aunque muy pocos saben que traerá consigo. Aspiro a que la misma introduzca profundos y necesarios cambios que ayuden a configurar la sociedad que Cuba necesita. Uno de esos cambios ha de ser la manera en la que elegimos a nuestros máximos dirigentes, en especial a nuestro presidente. El tiempo de los decretos y de las designaciones ha de acabar, la democracia representativa ha de dar paso a la democracia popular.
Si hoy fuera enero de 2018, momento en que tendrían lugar –siempre guiándonos por la práctica actual- las elecciones para diputados a la IX Legislatura de la Asamblea Nacional, me gustaría mucho que hubiera una segunda boleta. Igual de sencilla que la referente a los diputados, esta preguntaría a quién uno desea como Presidente de la República. Quizás Díaz-Canel esté entre los candidatos; espero que los resultados, y no un dedo, lo decida.
Espero sepa ganarse el voto. En mi caso personal, y en base a su desempeño actual, se me presenta mucho “presidenciable” que otros. ¿Qué usted cree?
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